FALLAS Y DESARROLLO DE NUESTRA ORGANIZACIÓN FUNCIONAL: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

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Las fallas en nuestra organización funcional pueden darse en nuestro hacer personal, profesional, laboral, organizacional, empresarial… Porque todo nuestro pensar-hacer es una organización funcional, aunque éste no esté planificado. No obstante, los éxitos o fracasos que alcancemos devienen de si nuestra organización funcional es eficiente o no. Expondremos varios aspectos, aunque nunca serán todos.

 La primera falla es la DISPERSIÓN Y CONSECUENTE PÉRDIDA DE AUTORIDAD DE MANDO. La pérdida de nuestra autoridad funcional nos lleva a la merma para controlar el funcionamiento de nuestro pensar-hacer, nos volvemos erráticos, deficientes e ineficaces. Así mismos, adquirimos una minusvalía funcional en nuestras relaciones. Ya que, comenzamos a manejar nuestras situaciones de manera torpe, distraída, porque perdemos el control en el funcionamiento de nuestros inteligencias.

Segundo aspecto es la SUBORDINACIÓN MÚLTIPLE. Si en nuestra organización funcional tenemos dificultad para determinar la distribución de prioridades, esto nos trae los problemas para limitar nuestras responsabilidades. Como dice Covey, sino sabemos determinar lo que es importante y lo que es urgente esto nos lleva a una pérdida de tiempo y a confusiones imprevisibles. Igualmente nos hacemos erráticos, desacertados en nuestra tomas de decisiones. Todo nos parece que tiene igual importancia. Por lo que, no podemos ni sabemos definir que va primero, ni en cual orden de prioridades debemos actuar. Estamos en una situación de confusión. Tenemos que aprender a subordinar cosas, para así establecer escalas de prioridad eficientes.

Tercer elemento que debemos considerar en nuestra organización funcional, es la TENDENCIA A LA COMPETENCIA DE ESPECIALISTA. Esto es, todo lo sabemos hacer, somos excelentes en todo. Tal cosa es falsa. Según nuestra inteligencia múltiple nos desenvolvemos adecuadamente en algunos ámbitos, es decir, tenemos fortalezas para algunas cosas, para otras no. Sabemos hacer algunas cosas inteligentemente, para otras somos torpes. Por ejemplo, para futbolista derecho no es recomendable que patee a la portería con la pierna izquierda, porque lo más probable que falle la oportunidad de gol. Así somos con nuestras inteligencias. Somos especializados, por decirlo de alguna manera, en determinadas actividades, por lo que no podemos imponernos en nuestras funciones a hacerlo todo. Debemos delegar, para enfocarnos en los problemas que estamos inteligentemente preparados para resolver; en lo demás buscamos ayuda. Sin orgullos tontos.

Un cuarto aspecto a considerar es la TENDENCIA A LA TENSIÓN Y A LOS CONFLICTOS. Esto se da cuando somos uno de esos criticones, todo lo sabemos y en todo nos metemos, sin que nadie nos llame por supuesto. Damos opinión sobre lo divino y lo profano. Con lo cual generamos tensiones y conflictos a nuestro alrededor, que poco a poco nos pasa factura. Nos convertimos en sujetos tóxicos. Estamos en una permanente competencia. Por lo cual, la visión de conjunto de nuestra vida, es decir, de nuestra organización funcional. Esto nos lleva a una permanente divergencia, y una multiplicidad de objetivos, que por lo general, son antagónicos.  Producimos por ensalmo tensiones y conflictos con nosotros mismos y con los demás. Somos cuestionadores vacuos y sin sentidos. Después apelamos a que somos unos incomprendidos y terminamos en que nadie nos trate. Nos lo ganamos.

El quinto aspecto a considerar es la CONFUSIÓN EN CUANTO A LOS OBJETIVOS. Cuando estos nos pasa hemos perdido la brújula y con ella el rumbo. No sabemos qué es lo que queremos. Al poseer una brújula defectuosa vamos sin sentido, nuestro pensar-hacer es errabundo. Uno cosa o la otra nos es igual, ya que no están ni definidos ni determinados nuestros objetivos. Todo es igual al mismo tiempo. No sabemos exactamente qué hacer, la vida se nos vuelva algo gris. No sabemos a dónde dirigirnos, estamos como Alicia en la encrucijada. Queremos ir a algún lugar pero cualesquiera nos dan igual. Sin objetivos, las metas se vuelven difusas, borrosas, inmateriales. Caemos en la molicie. Somos parte del problema. Queremos hacer todo y nada. Somos una paradoja.

Para superar la anterior falla funcional debemos plantearnos OBJETIVOS CORPORATIVOS. Es decir, debemos plantearnos objetivos que contribuyan al éxito de nuestra empresa, de nuestro emprendimiento, de nuestro pensar-hacer. A eso que nos hemos propuesto hacer en la vida y que responde a las destrezas de nuestra inteligencia múltiple. La administración de de nuestros objetivos no es un fin en sí mismo, es una manera de apoyar las metas que nos hemos planteado. Asimismo, debemos proponernos OBJETIVOS FUNCIONALES. Que contribuyan a mantener nuestros recursos, en todos los sentidos, a un nivel apropiado a las necesidades de nuestra organización funcional. Debemos hacer una administración personal que se adecua a nuestras necesidades produciendo las mayores ganancias de los recursos que poseemos.

Asimismo, debemos plantearnos OBJETIVOS SOCIALES. Esto quiere decir que debemos responder a los desafíos sociales a partir de una ética coherente. Con ello reduciremos las tensiones y las demandas inadecuadas a nuestros fines que la sociedad ejerce sobre nuestro pensar-hacer; si no hacemos frente a tales tensiones terminamos por disminuir y fulminar nuestra organización funcional. Ya que tales demandas que no son adecuadas a nuestras metas van ganando terreno en nuestro hacer, y terminamos por enajenarnos en ellas. Terminamos siendo otro. Nuestra personalidad se fortalece en la medida que nos planteamos objetivos sociales, es decir, objetivos éticos.

Los anteriores objetivos desembocan en la propuesta de OBJETIVOS PERSONALES. Necesitamos tener presente que cada uno nosotros es integrante absoluto de la organización funcional que nos hemos planteado. Por lo cual, aspiramos a lograr metas personales legítimas. Reconocemos, entonces, que una de nuestras funciones es apoyar las aspiraciones que nos constituyen, que nos hemos propuesto, las cuales configuran nuestro hacer. Los objetivos personales nos hacen ver como sujetos de acción. Como sujetos de nuestra propia autonomía.

Tales objetivos nos llevan pensar en función de una justicia organizacional, que tiene efectos más allá de las actitudes, del compromiso y del esfuerzo). Se trata que apreciemos nuestra sustantividad y los efectos que ésta tiene en nuestros logros. Esto nos lleva a tratarnos con equidad y plantearnos, por una parte, una JUSTICIA DISTRIBUTIVA, esto es, a darnos los incentivos necesarios para seguir adelante. Por otra parte, proponernos una JUSTICIA PROCEDIMENTAL, es decir, determinar los procedimientos por medio de los cuales adoptamos las decisiones para distribuir nuestros incentivos.

Podemos plantearnos nuestra organización funcional desde tres enfoques. El primero, el ENFOQUE FUNCIONAL, éste lo orientamos a integrar la razón de nuestro ser; la búsqueda de relaciones equitativas, flexibles e integradas para aumentar nuestra productividad, mejorar nuestra eficacia, para asegurar los compromisos en el cumplimiento de nuestros objetivos. El segundo, el ENFOQUE ORGANIZATIVO. Con éste buscamos dar la calidad a lo que estamos haciendo; intentamos conciliar nuestras necesidades con los objetivos planteados. Usamos instrumentos, herramientas y programas para el desarrollo y cumplimiento de nuestro hacer exitoso. Por último, el ENFOQUE ESTRATÉGICO. Lo concebimos como una función de asesoramiento de las estrategias necesarias, para fomentar una organización de aprendizaje capaz de cumplir exitosamente las metas propuestas.

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NUESTRO PATRÓN MENTAL DE ÉXITO: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

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Importante es saber cuál es nuestro patrón mental de éxito. Porque cada uno de nosotros tenemos un esquema mental de éxito y con éste realizamos nuestros haceres en el mundo. Éste determina cual será o es nuestra trayectoria para el éxito o no. No obstante, nos preguntamos ¿Qué es el patrón mental de éxito?

Este patrón es un plano o un diseño específico (personal) de nuestra relación con el mundo, con los demás, con nuestro pensar-hacer, con el éxito. Es nuestro modo de ser, de actuar, de nuestra relación con resultados exitosos. El modo de cómo producimos el mismo es Deseo + Razón + Acción = Resultados (D + R + A = R) Es, como apreciamos, la sumatoria de diversos elementos con el fin puesto a unos resultados. Resultados que han de ser felices, para que los mismos sean exitosos.

El deseo desea algo, es el primer movimiento como diría Aristóteles es lo que mueve. A éste deseo se suma la razón, que en este caso es una razón deseante, la cual organiza y encauza al deseo con vista a un fin. La razón en conjunción con el deseo está dirigida a un acto, a una acción. El deseo mueve a la razón y ésta dirige a aquella a una acción productiva. Y toda acción produce, entonces, un resultado. Si cada elemento se ha producido en armonía con el otro, podemos esperar que el resultado sea exitoso. Por el contrario, el resultado podría no ser exitoso.

Podemos expresarlo en otros términos, es decir, inteligencia del deseo (Inteligencia Emocional) + Inteligencia de la razón (Inteligencia Racional) + Inteligencia en las acciones (Praxis Racional) = Resultados (Exitosos). Porque estamos tras la búsqueda de resultados beneficiosos. Cuando este esquema falla no encontramos los resultados que deseamos. Ahora bien, esta formulación no contempla a un sujeto aislado, sino que está en función de relaciones con el mundo, para ello es la razón. Además, no es un esquema lineal, aunque así pareciera. Tiene bucles.

También lo podemos expresar de esta manera: Pensamiento → Sentimiento → Acciones = Resultados (P → S → A = R). Se produce en nosotros un Pensamiento de algo, una idea que nos lleva a un Sentimiento que desea, una emoción que nos impulsa a realizar una Acción para lograr un Resultado que satisfaga aquel primer Pensamiento. Acá parece circular. Sin embargo, lo mismo ocurre en el anterior esquema, el resultado debe satisfacer al deseo o pensamiento inicial.

Como apreciamos nuestro patrón mental de éxito está conformado por la combinación de: pensamientos, razón, deseos, sentimientos, acciones con vista a un resultado. Somos dueños de nuestros deseos, pensamientos y acciones. Pero debemos trabajar para ser dueños de nuestros resultados también. Porque a veces los resultados no son los que esperábamos o no somos propietarios de éstos. Aunque somos responsables del éxito o del fracaso.

Tal como hemos expuesto el esquema de nuestro patrón mental éste resulta muy aséptico. Entonces nos interrogamos ¿Cómo se formó nuestro patrón mental de éxito? Acá es bueno aclarar una cuestión, muchas veces y es lo más común, nuestro patrón mental es más un patrón de fracaso o de conformidad que de éxito. Por ello, es importante que nos planteemos estas dos preguntas: ¿Cuál es nuestro patrón mental de éxito? Y ¿Cómo se formó éste? Porque en gran medida trabajamos más con un «patrón mental de conformidad o de fracaso»

¿Cómo se ha formado nuestro patrón mental? —Voy a excluir de éxito, por el momento— Nuestro patrón mental se ha formado, en primera instancia, a partir del «conjunto información que hemos recibido», de nuestra familia, amigos, escuela, trabajo, entorno social… En segundo lugar, se ha conformado de la manera en cómo hemos «procesado esa información» que hemos recibido a lo largo de nuestra vida, de nuestras interacciones sociales y de nuestras reflexiones. En tercer lugar, se ha conformado a partir de esa «visión del mundo» que hemos elaborado para nosotros. En cuatro término, se ha conformado a partir de «cómo hemos manejado nuestras circunstancias». Estos cuatros elementos son los que han conformado nuestro patrón mental, sea éste de éxito, fracaso o conformidad.

Según sea nuestro patrón mental tenemos «un modo» de pensar y tratar el éxito. ¿Hemos aprendido a cómo pensar acerca del éxito? ¿A cómo tratar con relación a él? Porque muchas veces, e insisto es muy común, que tratamos al éxito con rechazo, esto es, lo rechazamos. Incluso, le tenemos miedo. Eso se debe a nuestro patrón mental. Por ejemplo, en nuestra familia nos enseñaron a trabajar, a ser responsables; pero no a ser exitosos. Son dos cosas diferentes.

Ahora bien, pensar y tratar con el éxito es un «proceso de aprendizaje». Y como en todo proceso de aprendizaje éste trato y este pensar se aprenden. Este aprendizaje se ha de convertir en norma, en ley. En comportamiento adecuado a un fin; en respuesta automática ante la vida. Aprendizaje que terminará por dirigir nuestras vidas hacia el éxito.

A partir de lo anterior tenemos que el proceso de aprendizaje nos coloca en un esquema del tipo: Aprendizaje → Pensamiento → Sentimientos → Acciones = Resultados (A → P → S → A = R) o Aprendizaje + Deseo + Razón + Acción = Resultados (A + D + R + A = R). Recordemos que nuestro patrón mental, como hemos visto, es un proceso social. Por tanto, el aprendizaje es un factor relacional en la modificación de ese patrón que hemos conformado.

El aprendizaje nos da la libertad de revisar, interceder y modificar nuestro patrón mental. Si éste es un esquema de fracaso o de conformidad lo podemos re-configurar para que sea un verdadero patrón mental de éxito. La condición está en re-estructurar el aprendizaje y el condicionamiento que rige nuestro pensar-hacer, para así lograr un esquema mental adecuado a unos resultados exitosos.

Ahora bien, para que uno se plantee realizar un cambio es porque debe pasar algo, darse alguna situación. ¿De dónde proviene un deseo o pensamiento de cambio? Proviene de una insatisfacción. De no estar satisfecho de algo y ser consciente de ello. A partir de eso asumimos llevar a cabo un conjunto de acciones para cambiar esa situación.

Tales circunstancias, que ahora nos abruman, se han ido conformando a través del tiempo. Viene, entonces, la siguiente pregunta ¿Cómo hemos llegado a estar condicionados? ¿Cómo hemos podido estar atrapados en esa situación? Por varias causas, entre éstas tenemos, en primer lugar, el «Condicionamiento Verbal», es decir, lo que hemos estado oyendo permanentemente, por ejemplo, el éxito es malo; entonces, se hace necesario preguntarnos ¿Qué hemos estado oyendo durante toda nuestra vida? En segundo término, el «Condicionamiento de Modelos de Referencia», lo que hemos visto e imitado, antes dije que por ejemplo nuestra familia nos ha enseñado a trabajar y ser responsables; eso hemos visto, trabajamos y somos responsables pero hasta allí; Debemos que preguntarnos ¿Qué hemos visto, qué estamos imitando? Tercero, el «Condicionamiento de Incidentes Concretos», esto es, las experiencias de nuestra vida, los asuntos en que nos hemos vistos envueltos, cómo hemos resuelto o interactuado en esas situaciones; en este caso, tenemos que preguntarnos ¿Qué hemos experimentado? o ¿Cuáles han sido nuestras experiencias hasta ahora?

Al comprender estos diversos condicionamientos de nuestro pensar-hacer podemos reestructurar, reorientar, desde el aprendizaje nuestro patrón mental de éxito. Como apreciamos estamos ante una situación reflexiva-praxis para poder superar nuestro modo de vida, darle un giro hacia unos resultados que deseamos llevar a cabo, y así alcanzar una vida exitosa.

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NUESTRO APRENDIZAJE PARA RESULTADOS EXITOSOS: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

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Tenemos que observar permanentemente nuestros resultados. Para saber si éstos nos gustan o no. Porque tales dicen mucho de los que somos y hacemos, esto es, de nuestro pensar-hacer. ¡Cuidado con ellos! Porque de alguna manera son como una matriz de evaluación de nosotros mismos.

Cuando atendemos a nuestros, a la vez, tenemos que poner atención al ser que somos. Repito a nuestro pensar-hacer. Ya que esto que somos  es lo que produce nuestros resultados. Si deseamos producir resultados diferentes a los que hemos alcanzados o estamos alcanzando. Entonces, tenemos necesariamente que modificar lo que somos. Tenemos que modificar nuestro pensar-hacer. No podemos creer que cambiaremos nuestros resultados manteniendo nuestro mismo modo de pensar.

Si queremos resultados diferentes en nuestra vida tenemos que analizar, en primer lugar, nuestro «patrón mental de éxito» en función de lo que estamos alcanzando o no. Tenemos que saber y entender cómo está constituido tal patrón, pues de él devienen nuestros resultados. Nuestro patrón mental determina nuestro hacer, y en consecuencia lo que logramos o dejamos de lograr.

Nuestra vida fluye a través del patrón mental que hemos ido construyendo, o el cual hemos conformado. Nos regimos por éste. Buscamos la luz, la oscuridad o ambas, según el patrón mental que nos planteamos. Damos respuestas a los asuntos en que interactuamos desde un patrón mental determinado. Que nos define como sujetos y define nuestras actuaciones.

Los resultados obtenidos nos sirven para analizar nuestra situación, nos hacemos cargos de ellos para entender que ha estado pasando. A partir, de este análisis comenzamos a poder cambiar los resultados que están por venir, pues nuestras acciones derivaran de un enfoque diferente. Ya que, nuestro patrón mental hemos tenido que reconfigurarlo.

En nuestro hacer vivimos en cuatro ámbitos. Éstos son el físico, mental, emocional y espiritual. Los cuales están relacionados entre sí y se influyen unos a otros. Si modificamos uno cambiamos los otros. Por ejemplo, nuestro mundo físico o material está condicionado por los otros tres; si deseamos cambiar las condiciones de nuestro mundo material tenemos que cambiar las condiciones desde los otros tres ámbitos. Los resultados que ahora deseamos lograr, los podemos alcanzar a partir de los cambios que hagamos de nuestro mundo mental, emocional y espiritual.

De este modo, la carencia de éxitos materiales es el resultado de nuestro mundo mental, emocional y espiritual. Para cambiar nuestro «universo de resultados» es necesario transformar nuestro pensar-hacer. El mundo que es causa de nuestros resultados.

Porque nuestro universo de resultados es producto de nuestra toma de decisiones; y ésta está determinada por nuestro patrón mental de éxito. Sean los resultados que sean. Si Los resultados obtenidos nos resultan deficientes o no están bien, es porque nuestro patrón mental es deficiente o no es adecuado para la búsqueda de tales resultados. Tenemos acá una relación de causa-efecto.

Ahora bien, esto no es un problema irresuelto. Pues tenemos la libertad de poder transformar nuestro patrón mental y con él los resultados que deseamos obtener. Para ello está el aprendizaje. Lo que oímos y vemos lo aprendemos; lo que pensamos-hacemos lo aprehendemos. Por tanto, cada «aprendizaje » nos tiene que llevar a una acción en la búsqueda del éxito. Cada quien determina cual es su «universo de éxito» y de qué trata éste.

Porque el aprendizaje tiene que contener la intención de emprender una acción, y de adoptar una posición precisa para lograr un resultado determinado o que nos proponemos. Con el aprendizaje debemos manifestar nuestra intención de hacer o ser algo. No puede ser un aprendizaje que se queda en sí mismo. En tal caso, el aprendizaje no tiene sentido. Por cuanto todo aprendizaje, en tanto aprendizaje, contiene en sí una transformación. En este caso, es un aprendizaje que tiene la mira puesta en alcanzar resultados exitosos.

Con el aprendizaje para el éxito asumimos una postura ante un hecho determinado que queremos realizar. Y desde esta postura emprendemos todas las acciones necesarias para realizar de ese objetivo o hacer realidad el mismo. Al llevar a cabo un aprendizaje para el éxito  se abre un torrente de actitudes adecuadas para éste. Aprendemos a preservar y canalizar nuestras actitudes y disposiciones. Aprendemos a mantener en lo más alto nuestra capacidad de proyectar hacia un presente y un futuro, a proyectar nuestro pensar-hacer en la búsqueda de una vida exitosa.

            Tal aprendizaje lo realizamos en función de transformar nuestro patrón mental en un patrón mental enfocado al éxito. Porque todos tenemos un patrón mental determinado, pero generalmente éste no está dirigido al éxito. Entonces, debemos comenzar un aprendizaje para el éxito, para así llegar alcanzar los resultados felices y satisfactorios.

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EL DISCURSO DEL POLÍTICO VENEZOLANO: DE LO RECALCITRANTE A LO CÍNICO

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Al leer el libro “Entrevistas y conversaciones” de Carlos Croes[1] uno percibe cierta continuidad en el discurso del político venezolano. En primer lugar, tenemos al político que está en un momento dado en la oposición, que no es gobierno, o no ocupa ningún cargo público. El discurso de este político está reiteradamente signado por la crisis que vive el país, crisis de todo tipo. Su discurso es especulativo sobre la condiciones del país, insiste que la situación no puede continuar tal como está. En este discurso está encarnada la salvación del país. Todo lo ve mal, todo es catastrófico. Por supuesto, él es quien puede salvar al país de la situación que vive.

Esto lo vemos, en el texto citado, desde Pérez Jiménez hasta Maduro. Esto es, desde los socialdemócratas, los demócratacristianos, los socialistas, los comunistas, el dictador desarrollista… Esto es una constante, insisto, en el discurso del político venezolano. Siempre aborda la situación desde esta perspectiva catastrófica. Nada bueno ve en la gestión de quien está en el gobierno. No obstante, él no ofrece ninguna solución al problema, debe ser que se la pueden robar.

Esto hace que el político en la oposición aparezca como un sabe-lo-todo. Un mesías, el salvador. Ya que de tanto criticar, se termina pensado que él podrá traer la solución a los problemas que tan bien describe. Pero, solo describe, ésta es una característica básica del discurso opositor. Insiste en ver que nada funciona en el gobierno de turno. Se despliega majestuosamente en su descripción de la situación; en la corrupción, la pobreza… Termina, el político, por mostrarse y convenciendo que él es quien tiene la solución a todos los males del país. En esto es recalcitrante, repito desde Pérez Jiménez hasta Maduro.

Ahora bien, cuando este político es electo para un cargo o es asignado en cargo de la administración pública. El discurso cambia radicalmente, y aquí viene lo cínico. Tanto del discurso como del político. ¿En qué cambia el discurso? Cambia en que ahora, por arte de magia, las cosas están bien o van bien. Las cosas se están resolviendo; la pobreza ha disminuido, no hay corrupción…

Cuando el político es gobierno, aquel discurso mesiánico desaparece, también por arte de magia. Ahora hay un sujeto realista, que ve la realidad cruda, descarnada. Ya no está aquel salvador, que prometía villas y castillos. El discurso es preocupado por la situación y la oposición que le están haciendo. Porque ahora el político de oposición asume el mismo discurso de quien está en el ejercicio del gobierno, se ha producido un enroque. Y el discurso se lo han pasado de manos.

La gente percibe, con mucha claridad, que aquel político salvador y mesías no está resolviendo aquello de que tanto aparentaba saber. La mayoría después que llegan al gobierno, plantean hacer un diagnóstico de la situación. Y acá viene la pregunta ¿Para qué un diagnóstico si él ya sabía todo lo que estaba pasando? Era tan ducho en la materia, ya que hablaba con tanta propiedad de todos los asuntos posibles. ¿Por qué hacer tal diagnóstico? Él tenía, incluso, la solución en sus manos. Nunca nos la dijo, pero sí lo insinuó muchas veces. Era el salvador. En esto le va lo cínico.

Es un cínico porque ahora en su discurso todo está bien. Es un cínico porque ahora él necesita estudiar la situación, de la cual tanto sabía. Es un cínico porque ha vivido del engaño, de la especulación. Lo que llama Baudrillard de la «lógica del simulacro». Nunca se ha atenido a los hechos, solo a su especulación. De allí, el desengaño de la política, porque se ve a ésta como el arte del engaño. Y aplica aquello «de quién va a vivir el vivo, sino es del pendejo». En esta dualidad, una de ellas, transcurre el discurso del político venezolano sobre la situación del país.

Un segundo aspecto que podemos observar en el discurso del político venezolano, es la constante de la proyección y del juicio histórico de sus actos cuando ha participado en sucesos políticos. Esto de sentirse seres históricos, lo vemos en Pérez Jiménez, Pedro, Carmona Estanga, Rómulo  Betancourt, Hugo Chávez, Vásquez Velasco… Todos se sienten predestinados hacer considerados por el juicio histórico. Y «así los voy adormeciendo, con técnicas de diputado», dice Blacamán El Bueno.

Esto apunta a un ego político bastante desmesurado en estos políticos venezolanos. Se consideran «la última Coca cola del desierto». Como si fuesen los patricios de la República o los nuevos padres de la patria. Tal simplejo, como diría Bachelard, señala lo poca cosa que, en verdad, son. Recurren a esta retórica siglo XIX para dar a sus actos la grandeza que no tienen. Posiblemente sean olvidados en los derroteros de la misma historia que quieren protagonizar.

Tal vez piensan que se les debe dedicar otro «Paseo Los Próceres», que compita con el de los fundadores de la República. Y allí estén sus esculturas para gloria de la patria. Ahora bien, ¿Cómo sería la ubicación de cada uno ellos en ese panteón escultórico? Esto representa un verdadero problema, porque cada político se considera grande que el otro. ¿Será que el político venezolano es megalómano? No sería nada extraño, dado lo recalcitrante que es en lo que respecta a la proyección histórica de sus actos. Ya que ellos están para el bien de la humanidad.

Lo cínico es que esta actitud es una desfachatez. La supuesta grandeza de sus actos y su persona. No obstante, la gente termina por mirarlos con el rabo del ojo o «como gallina que mira sal», aunque sinceramente esto último no sé cómo lo hace la gallina. Cínico, por cada acción política que realiza la proyecta a la estratósfera de la historia. En eso le va su pequeñez como sujeto y político. Solo vive para la historia, para ser recordado y venerado. “Y todo eso sin la gloriosa conduerma de estar todo el día y toda la noche esculpido en mármol ecuestre y cagado de golondrinas como los padres de la patria”, como diría García Marquez.

Otro aspecto que podemos percibir en el discurso del político venezolano, y de la política venezolana es general, es el de la presencia subrepticia, como espada de Damocles, del estamento militar; esto es, de lo militar. Tal presencia viene desde el período republicano. Tal vez, si hubiesen fusilado al héroe de «Las Queseras del Medio», en cumplimiento de la Constitución, cuando dio el golpe de Estado a José María Vargas; o si la República se hubiese comprometido a pagarles lo que invirtieron en la Guerra de Independencia, tal vez, lo militar hubiese dejado gobernar al estamento civil sin su permanente amenaza.

Las dos medidas podrían haber sido eficaces. Una porque era ley; la otra porque la Guerra de Independencia es un hecho económico, aquellos no hicieron la guerra por amor al prójimo, y porque los padres de la patria comprometieron sus propiedades para llevar a cabo ésta. Esto no les quita en nada su grandeza. Era necesario que los civilistas llevaran adelante la República y no los militares, pero la cosa se torció y nunca se ha vuelto a enderezar. Todo comienza con el derrocamiento de José María Vargas. Y este es el sino de la República. O ¿es qué el régimen de las leyes, es decir, la República nunca se ha terminado por conformar? De allí, la crisis permanente de ésta desde su fundación en 1811.

El discurso del político venezolano siempre vive del sobre salto del «sonido de los sables», de los «movimientos en los cuarteles». Lo cual ha llevado que la República sea una «democracia militarista», aunque suene contradictorio. Esto es tan evidente, que cada vez más oímos a los llamados «demócratas» hacer llamados para que las Fuerza Armadas tomen cartas en los asuntos políticos, es decir, queden golpes de Estado y los coloquen a ellos en el gobierno. La invocación a una «República militarista», seguimos en el siglo XIX. Se reta al ejército a que tumbe al Presidente, disuelva los estamentos civiles o lo que sea. Pero que tome las riendas. Por eso triunfó Páez y no fue castigado según la ley de la República.

El discurso del político busca en lo militar al «coco» de la política. Amedrenta a la población con este terror. Si él no es electo, entonces vendrán los militares y te harán cosas. No es que vendrán, él los está llamando. Este discurso es tan contradictorio, que durante el gobierno de Chávez mucha gente lo rechazaba por ser militar. Y sin embargo, llamaban a los militares para que lo derrocaran. Tenemos los casos de Medina Angarita, Gallegos y Pérez, por ejemplo. En última instancia, no creemos en las leyes, no creemos en el régimen de las leyes; esto es, NO CREEMOS en la República. Por eso el político habla de patria, nación, democracia, pueblo, de soberano; pero nunca nombra la República. Porque ésta se funda en las leyes.

En el discurso de lo militar el político es recalcitrante, porque nos lo repite para mantenernos en un constante miedo. Y es cínico porque cuando le conviene llama a lo militar para que lo acompañe en sus traiciones. De eso está llena la historia republicana. En el presente y en el pasado.

Estos tres elementos los podemos apreciar en el discurso del político venezolano, y es algo patológico en su hacer público. Esto lo signa. En consecuencia, define el modo de hacer su política particular, partidista; y define la política de esta República traicionada.

[1] Carlos Croes. Entrevistas y conversaciones, Caracas, Grillographic C. A, 2015.

EL MADURISMO: LO GROTESCO EN LA INDIGNIDAD DEL PODER

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El chavismo murió con Chávez. La fecha exacta, el 5 de marzo del 2013 o el 8 de diciembre del 2012, cualquiera de las dos es válida. Lo que quedó fue el duelo, entendible, de aquellos que lo apreciaron, y lo aprecian. El duelo de aquellos que solo lo vivieron de esperanzas, y de algunas migajas que le lanzaron los acólitos del difunto. El chavismo, en realidad, fue una pasión por una figura empática. Decir que el chavismo es una concepción política es una insensatez; propia de aquellos que solo esperan aferrarse a un poder muerto.

A lo sumo, podemos pensar el chavismo como una forma de hacer gobierno. Así como se habla de gomecismo, lopecismo, pérezjimenismo. Pero ni una ni las otras son concepciones políticas. Más bien, éstas se insertan en concepciones políticas clásicas o hibridas. El chavismo fue una amalgama de ideas, que por último se aferró a la idea del socialismo del siglo XXI para distinguirse de algo, que nunca ha estado muy claro. Pues, nadie ha podido o querido dilucidar qué es tal socialismo. Se habla de chavismo, de patria; pero nunca de República, porque pensar ésta es pensar en el Estado de las leyes; el cual se trata de evitar para dar preeminencia a una figura. Algo propio del siglo XIX.

El «chavismo», ahora me refiero a los «chavistas» electores y simpatizantes, se nutrió del «chiripero», de aquellos que  llevaron a Rafael Caldera a su segundo mandato. Es decir, se nutrió de desesperación. Lo demás es esa monserga siglo XIX que alimenta el discurso político de quienes están en el poder, gracias al ya fallecido. Como se aprecia el «chavismo» es consecuencia o efecto del «chiripero»; el cual, a su vez, es consecuencia de la debacle moral y ética de los partidos Acción Democrática y Copey. Esto es, la gente que no vio más beneficios posibles en estos dos partidos políticos y se aferro al difunto para volver a conseguir mejoras en su vida material. Algo perfectamente comprensible.

El «madurismo», por su parte, es efecto o consecuencia del «chavismo», en sus dos formas señaladas. Como vemos, éste es una cadena de eventos políticos depauperados que termina por decantar en la situación actual. Sin embargo, nadie se llama «madurista» o se le da el nombre de «madurismo» a la forma de gestionar el gobierno. ¿Por qué sucede tal cosa? La respuesta más sencilla y obvia, es que ninguno se quiere desprender del mito del «chavismo» y asumir la responsabilidad de una gestión      que ha sido torpe, por decir lo menos. Pero, debe haber otras causas.

            El «madurismo» es el modo subterráneo que se anidó y se alimentó del «chavismo», como modo de hacer política sin ningún sentido de la misma. Es en sí mismo un contrasentido, algo ubuesco en el decir de Foucault. Como se aprecia en cada intervención y acción realizada. El «madurismo» ha querido vivir arropado por la figura paterna de su líder, lo ha usado como mortaja. No obstante, el tiempo del duelo, según el esquema psicológico, está llegando al final. Esto quiere decir, que el discurso vivificador del ya difunto cada día se agota irremediablemente. Entonces, quedará solo y desnudo ante la multitud.

            Al mantener este discurso de duelo recordatorio, el «madurismo» se ha convertido, cada día más, en una bufonada. Al querer repetir, como bien señaló Marx, lo anterior. Éste no ha querido asumir un rol propio, individualizado de su antecesor, en esto es cobarde. Vive a la sombra, de modo parasitario, del otro. Se siente vigilado por una naturaleza pseudo superior a la cual teme fallar. Sin darse cuenta que va a la deriva, con las velas a dos vientos. Triste espectáculo político, con un espectador desesperanzado y con hambre galopante.

El «madurismo», como manifestación de una pobre izquierda, solo ha servido para la intriga, para el manejo inoperante del poder. Es ineficaz, fracasado; la imagen disfrazada o modelada como un bufón infame. Se enreda con su pasado inmediato y no sabe ver el presente, menos el futuro. De allí, la desesperanza de la gente. Ahora bien, hay algo raro. Los ciudadanos, como seres políticos, siempre han hablado mal de los distintos gobiernos, en eso han sido prolíficos. Pero, resulta que con este gobierno no se da el caso, o si se da es en poca medida. ¿Por qué se da esta particularidad en medio de una situación tan menesterosa?

Algunos dicen, que es porque se sienten responsables de este fracaso, de este gobierno. Una idea interesante, aunque, por lo general, los ciudadanos no se sienten responsables de los actos de los gobernantes; solo esperan de éstos beneficios. Otra, idea es que los ciudadanos perciben que no hay gobierno y por tanto no hay nadie de quien hablar mal, practica prolífica en el venezolano. Quien siempre ha sido inclinado a ver las relaciones políticas y estar criticando éstas. Otra, idea es que la gente ve al «madurismo» como algo torpe, ineficaz. Algo así, como al tonto del pueblo que todo lo hace mal, pero como es tonto que se va a decir de ese cristiano; un funcionamiento mediocre, imbécil, inútil, impotente de hacer las cosas. Otra idea, es que el ciudadano no consigue explicación, causas, plausible para lo que vive, y esto es desconcertante. Vivir sin encontrar o saber causas descentra a los sujetos.

Con el «madurismo» se pasó de la risa a la carcajada. Pero a esa carcajada desencajada. Como la carcajada del loco que no se sabe si es de dolor o de angustia. Sin embargo, como dice Foucault: “Los discursos de verdad que hacen reír y tienen el poder institucional de matar son, después de todo, en una sociedad como la nuestra, discursos que merecen un poco de atención”. Porque cada día nos vamos acercando a parecernos, por desgracia e irremediablemente, a la «Stultifera Navis». Donde la circulación de la razón es expulsada; la partida de ésta se produce porque ya no tiene sentido para la utilidad social o la seguridad de los sujetos.  El acceso a la razón está prohibido, aunque se diga lo contrario. Ésta está vetada por extraños sacramentos. A esto ha contribuido la cadena de eventos políticos.