LA POLARIZACIÓN EN EL PSEUDO-DISCURSO POLÍTICO VENEZOLANO O LA CONFIRMACIÓN DE NUESTRA PROPIA CREENCIA

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A inicios del siglo XXI, los políticos venezolanos comenzaron a vender la idea de la existencia de una polarización política. La idea se repitió hasta el cansancio y, como bien dijo Goebbels, está se convirtió en una verdad. Ahora ¿qué es la polarización? ¿En qué consiste ésta y cuál es su fin?

Se determina que la polarización es un proceso, por el cual en un conjunto determinado se establecen características que determinan la aparición de dos zonas, las cuales se consideran opuestas; por ejemplo, en la sociedad venezolana se estableció a inicio de este siglo que ésta estaba polarizada respecto a las tendencias políticas (chavistas-antichavistas; pro-cubanos-anticubanos; comunistas-anticomunistas; patriotas-apátridas). Lo que determinó, supuestamente, que se formaran dos grupos de opinión contrarios entre sí, sin ningún punto en común.

En este orden de cosas se generó, de manera inducida, la polarización de nuestras actitudes y de nuestras creencias, como fenómeno psicológico, que debía incidir en lo político. Por lo que las diferencias de opinión se han hecho más extremas a medida que las partes opuestas plantean sus respectivos puntos de vista. Se ha excitado la tendencia a que nosotros busquemos pseudo-interpretar y repetir la evidencia de la polarización de manera selectiva, con el fin de fortalecer nuestras  propias creencias y actitudes. Todo esto favorable a los bandos políticos en pugna por el poder y no a los ciudadanos.

Cuando nos enfrentamos a pruebas ambiguas, el sesgo de la polarización nos conduce a que cada uno de nosotros interpretemos la realidad solo con el fin de confirmar su propia opinión. De este modo, aumentamos aún más el contraste entre las tendencias políticas opuestos. Como ciudadanos que tenemos puntos de vista opuestos, al interpretar la información que nos dan de un modo sesgado nuestros puntos de vista llegan a separarnos más. Esto es lo que se denomina POLARIZACIÓN DE LAS ACTITUDES.

La polarización de nuestras actitudes, más que la realidad política misma, ocurre cuando confiamos abiertamente en nuestro pre-juicio acerca de las posiciones contrarias que nos han indicado que existen, es decir, cuando nos hacen creemos que la polarización existe y no analizamos ni verificamos si esto es verdad. Solo aceptamos tal cosa como una verdad dada y existente. Creemos ciegamente en lo que nos dicen y ya.

En este sentido, ambos bandos políticos nos han embaucado con su tesis de la polarización política, porque ésta les trae muchos beneficios a ambos. De ella se han nutrido y se han beneficiado. Por eso el discurso de ambos es igual en su sesgo político. Pues, ha hecho que los ciudadanos no sostengan posiciones contrarias, sino que confíen ciegamente en éstas. De allí que todo el discurso político actual sea un discurso para sordos y ciegos; un discurso que fomenta la disfuncionalidad política del ciudadano.

El discurso de la polarización es por excelencia excluyente. No solo con el otro bando. En el caso venezolano, se hablaba de los «NI NI» con esto se hacia referencia a aquellos que no eran ni chavistas ni oposición (a los chavistas). Era y es un tercer grupo. Una parte de la ciudadanía que no estaba de acuerdo, por x causas, con ninguno de estas tendencias políticas. Estos «NI NI» abarcan un tercio del patrón electoral, no poca cosa a nivel de votos.

Ambos bandos en su obsesión por afirmar y dar por cierta la polarización política los excluyeron, los hicieron invisibles, los desaparecieron del espectro políticos; porque no les interesa esta disidencia ciudadana que no concuerda con sus mezquinos intereses sesgados y particularistas. Y porque los «NI NI» niegan por su propia existencia el pseudo-discurso de la polarización. Ninguna de estas tendencias políticas restrictivas puede comulgar con los «NI NI» por éstos no admiten como una verdad la tal polarización.

Al discurso de la polarización política no le interesa ninguna otra voz, porque ésta destruye la mentira en que se sustenta tal discurso, desenmascara la mentira política de estos últimos años, el teatro montado que se sustenta más en mentiras políticas que en verdades de juicios certeros. Razón por la cual, a los «NI NI» ya ni se les mienta, los erradicaron del mapa político porque son un estorbo a los intereses mezquinos de estos bandos supuestamente en pugna.

Hemos terminado por creernos la tamaña mentira de la polarización y nos hemos entregado a ella. Así hemos caído en el redil de los catilinas de la política, en la enredadera babosa de sus trampas urdidas en pactos bajo mesa. El discurso nos atrapo y por ser cegatos creyentes nos dejamos conducir por él. Le hemos hecho el juego a estos sórdidos de la política nacional. Ellos están gordos nosotros flacos.

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DE LA DICTADURA CON PARLAMENTO A LA REPÚBLICA SIN PARLAMENTO

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Las dictaduras de Juan Vicente Gómez y Marcos Pérez Jiménez fueron «dictaduras con parlamento» Me refiero a que en ambos gobiernos dictatoriales el Poder Legislativo estuvo en funcionamiento, aunque la voluntad del dictador prevalecía. El Poder Ejecutivo y el Legislativo convivieron a la vez, aunque uno sometido al otro.

Durante tales dictaduras el Poder Legislativo generaba leyes. Debemos recordar que la crítica a las dictaduras es principalmente la pérdida de la participación política y de los derechos humanos de aquellos que ejercen la disidencia política. No es la ausencia de leyes. En las actuales circunstancias —Venezuela 2017— no existe el Poder Legislativo porque éste fue derogado por sentencia del Tribunal Supremo de Justicia —Poder Judicial—. Entonces, ¿quién genera las leyes? La respuesta es nadie, ya que no existe el poder que debe llevarlas a cabo. Si la República es el gobierno de las leyes ¿Existe república cuando no hay quien genere las leyes?

El Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) al suspender las funciones del Poder Legislativo, a nombre del Poder Ejecutivo, se ha apoderado del poder público por la ley que el Legislativo le ha otorgado. De esta manera, le ha permitido al Poder Ejecutivo anular y sustituir a los «poderes de iure» y a las autoridades legítimas —constitucionales— que la ejercían por haber sido electas.

Lo que ha surgido después de la sentencia del Poder Judicial es un «gobierno de facto», esto es, un gobierno de hecho no de derecho.  El mismo ha surgido donde existía un «Estado de Derecho» con la consabida división de poderes, que es lo que se ha desconocido —suspensión del Poder Legislativo, luego el Ministerio Público—. Tal gobierno de facto representa el ejercicio de una dictadura aunque, hasta el momento, el Poder Ejecutivo no se ha arrogado directamente para sí las facultades legislativas. No obstante, la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente así lo declara.

Las facultades legislativas corresponden, como bien se sabe, a la Asamblea Nacional ya disuelta. Las judiciales están, por lo que se aprecia, sometidas a los dictámenes del  Ejecutivo. Con los gobiernos de facto desaparecen o se limitan las garantías individuales protegidas por la Constitución, entre ellas la libertad de expresión, de reunión, de manifestación o reclamo político, de asociación política… Esto lo apreciamos en la denominación de «terroristas» que se les endilga a quienes manifiestan en contra de las políticas del Ejecutivo; con esta denominación desaparecen las garantías ciudadanas.

El gobierno de facto por su ilegalidad constitucional representa una usurpación de autoridad.  Además, al no existe el Poder Legislativo el titular del gobierno de facto puede quedar liberado de las leyes o asumir dicha potestad, que en este caso le puede ser otorgada por el Poder Judicial. El gobierno de facto o dictadura representa un sistema basado en la usurpación de las funciones políticas.

El gobierno de facto invocando el interés público, por ejemplo: la paz, puede pasar a ejercer sus funciones fuera de las leyes constitutivas, apoyado por las fuerzas armadas que le permite detentar el poder. De este modo, actúa sobre la base de derogar la Constitución nacional (convocatoria a la constituyente) y asume así las funciones ejecutiva y legislativa. En cuanto a las judiciales las desempeña de modo más o menos directa (tribunales militares contra civiles), pues solo admite una justicia sometida por la coacción del orden jurídico.

Las dictaduras también se denominan «régimen totalitario», pues el dictador unipersonal o pluripersonal (Presidente o Asamblea Constituyente)  asume todos los poderes quebrando la armazón constitucional y eliminando todos los derechos políticos, las garantías y libertades individuales, las de opinión, expresión, reunión, de conciencia… Asimismo crea figuras delictivas por lo general de orden político dándoles, muchas veces, configuración social.

El gobierno de facto es una forma degenerada de las formas de gobierno tradicionales sean éstas monarquía, oligarquía, república o democracia. Tal gobierno se caracteriza porque los gobernantes miran más a su propio interés que el de los ciudadanos, aunque digan o pretendan hacer creer lo contrario.

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EL RESPETO EN UN MUNDO DE DESIGUALDAD: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

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En nuestra sociedad son necesarias las expresiones de respeto y de reconocimiento a los demás. La idea de tratarnos unos a otros como iguales afirma la condición del respeto mutuo. Sin embargo, ¿podemos respetar solamente a nuestros iguales? Pues existen, y no podemos negarlas, desigualdades. Algunas son arbitrarias, otras son difíciles de tratar como, por ejemplo, las diferencias de talento. Ahora bien, si solo nos respetamos porque somos iguales ¿Cómo hacemos en las desigualdades? Por tanto, es fundamental generar expresiones de consideración y reconocimiento más allá de nuestras diferencias.

Para que profesionales con educación superior y trabajadores no cualificados puedan hablarse libremente se necesita confianza; no es fácil que el bello y el feo hablen entre sí de sus cuerpos; la gente de vida afortunada y la gente forzada a permanecer en la estrechez de las rutinas tienen dificultades en relacionarse. Porque la cadena emocional de acontecimientos complica el precepto de mostrar respeto por alguien que ocupe un lugar más bajo en la escala social o económica. Se puede temer que la estima parezca condescendencia y, por tanto, retraerse de establecer un mínimo de relación.

Para ganar respeto no tenemos que ser ni agresivos ni fuertes, tampoco tenemos que ser débiles o padecer necesidades. En muchos casos, cuando instamos a una persona a que gane respeto en y por sí mismos lo que queremos decirle es que se haga materialmente autosuficiente. Pero el respeto en y por uno mismo no depende solo del nivel económico que alcanzamos, depende particularmente de la manera en que lo logramos.

El respeto por uno mismo no lo ganamos de la misma manera que podemos ganarnos el dinero. Pues una vez más se interpone la desigualdad. Se da quienes alcanzan el respeto por sí mismos en el escalón más bajo de la estructura social, pero su conservación es frágil. No perdemos el respeto, tengamos por caso, por quienes dejamos atrás, pero la valoración de nosotros mismos se apoya en la manera de haberlos dejados atrás. Además, de la manera que hacemos uso de nuestra superación social, económica…

La falta de respeto adopta por sí misma una forma hiriente. Con la falta de respeto insultamos a otras personas y no les concedemos ningún reconocimiento; no vemos a esta persona como un ser humano cuya presencia importa. Cuando tratamos de esta manera a las personas y destacamos solo a un pequeño número de individuos como objeto de reconocimiento. La consecuencia es la escasez de respeto, como si no hubiese suficiente cantidad de éste para todos. El respeto es obra humana y tiene un gran valor para todos nosotros, pues a todos nos gusta y deseamos que nos traten con respeto.

Por otra parte, cuando nos convertimos en meros consumidores de nuestras necesidades experimentamos la falta de respeto de no ser vistos, de no ser tenidos en cuenta como auténticos seres humanos. Perdemos así nuestra condición humana.

El desarrollo de todo talento implica una habilidad, la cual nos permite hacer bien algo por el solo hecho de hacerlo bien, y es esta habilidad la que nos da el sentido interior de respeto por nosotros mismos. No se trata solo de avanzar exteriormente sino volvernos hacia dentro, hacia nosotros mismos.

El respeto que ganamos de los demás al hacer algo bien da satisfacción, a la vez da una sensación de valor personal que depende de los demás. Que hacemos bien las cosas solo para competir con los demás o para obtener su respeto, no es cierto. Esto sería una experiencia que disminuiría nuestra implicación en lo que hacemos; por otra parte esto sería una visión superficial de nuestro hacer.

Hay una diferencia entre el significado de respeto dado por lo social y lo personal, es decir, entre ser respetado y sentir que lo que uno hace tiene valor intrínseco. La pérdida de confianza en nosotros puede hacernos más conscientes de los otros. Por ello, debemos tener la capacidad para responder desde nuestro interior a la pregunta ¿Qué tenemos que ofrecer a los demás?

El respeto es fundamental en nuestras experiencias sociales y del yo. Tenemos que comprender el «amor a nosotros mismos» y el «amor propio», que es la distinción entre la «capacidad para cuidar de nosotros mismos» y la «capacidad de atraer la atención de los demás». El «amor a nosotros mismos» es el sentimiento natural que nos lleva a preocuparnos por nuestra conservación; el «amor propio», por su parte,  es un sentimiento relativo nacido dentro de la sociedad, que lleva a cada sujeto a ocuparse más de sí que de cualquier otro.

El «amor a nosotros mismos» contiene en sí la «confianza en nosotros mismos», como la convicción de que podemos mantenernos en el mundo al adquirir esta confianza mediante el ejercicio de nuestro pensar-hacer, el cual nos permite alcanzar el respeto propio y el de los demás; de este modo podemos ofrecer nuestro a respeto a los otros.

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EL PODER DE DEJAR ATRÁS LA VIDA QUE UNO HA CONOCIDO: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

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Richard Sennett indica que “nadie es capaz de construir una vida nueva si odia su pasado”. Porque toda vida tiene obligatoriamente un pasado, no existe un aquí y un ahora absoluto. La construcción del presente o del futuro se cimienta en un pasado, en una historia de la cual extraemos nuestra experiencia, algunos ardides. Por tanto, nuestro pasado es necesario, aunque no determinante de ni nuestro presente ni de nuestro futuro.

En la actualidad, en todas las tendencias de autoayuda y del desarrollo personal —tendencias triunfalistas— se habla de asumir el desafío de nuestra vida. Se da por un hecho que esto es así sin más. No obstante, la realidad desmiente tal postura. Ya que en las comunidades pobres, dice Sennett, el adolescente con habilidades se encuentra bajo presión. En tales comunidades no sobrevives por ser el mejor, sino por mantener la cabeza baja; es decir, por evitar el contacto visual en la calle que se interpreta como desafío. En la escuela, el dotado procura hacerse invisible para que no le peguen por obtener mejores notas que los otros. Entonces, ¿cómo hablarles a tales individuos de asumir el desafío de sus vidas? El discurso, por supuesto, pertenece a otro ámbito.

El sujeto que ha salido adelante —según el paradigma triunfalista— hablaba el lenguaje de una élite. Esto se debe a que su lenguaje es el de la potencialidad, el de un proyecto vital. Por el contrario, el lenguaje de quien no ha podido salir adelante —contrario al paradigma triunfalista— suena extraño, aun cuando éste puede proporcionar orientación a muchas personas sobre qué hacer consigo mismos; por lo general, éste es el lenguaje de los pequeños pasos, de victorias concretas, limitadas.

Acá influye el relato motivacional triunfalista, que es en cierto sentido una provocación; el cual te dice a la cara «Si yo pude hacerlo, ¿por qué no tú?» Nos gusta creer que todos tenemos algún tipo de talento y que éste es valioso. El talento adopta dos formas desiguales. Primero, la particularidad de hacer algo bien está en el círculo de acciones objetivas, por éstas los individuos son respetados y se respetan a sí misma. Segundo, el talento potencial pertenece a otra categoría; lo evaluamos entrelazado con cuestiones de motivación y voluntad así como de dotes naturales. Esta diferencia da lugar a una profunda desigualdad.

La idea de auto-transformación supone el poder de dejar atrás la vida que uno ha conocido. Esto significa dejar atrás a la gente que uno ha conocido. Por ello, muchos a quienes suponemos motivados no ven tan lejos en el futuro ni imaginan otra versión de sí mismos. La confianza en sí mismo de quien ha dejado atrás su vida puede agudizar la sensación de carencia personal, y pueden sufrir pasivamente esa condición de soledad. De allí el peligro de muchas tendencias triunfalistas, esto se vio en la década de los ochentas; razón por lo que hubo un giro hacia lo emocional.

Importa encontrar una vía de comunicación acertada con el sujeto, con la que se pueda compartir por pequeños pasos a la acción adoptada. Para mostrar qué podemos hacer y en quién podemos convertirnos. Pues, en toda relación social estamos en manos de otra persona que nos puede guiar. La tarea de quien extiende la mano es presentar su propia competencia, de tal manera que la otra persona pueda aprender de ella. Nuestras capacidades son un componente elemental en el sentido del valor propio, pues se exponen como modelo para hacer frente a un problema afín, sin que éstas resulten una comparación ofensiva que impidan a los otros hablar de sus habilidades.

Muchas veces, al no mencionar las desigualdades divisorias sólo se contribuye a poner de relieve las diferencias no expresas. Debemos tener presentes las semejanzas y las diferentes con el fin de que cada quien pueda definir su potencialidad propia, pues ambas son formadoras. Por lo general, sabemos más de nuestros límites que de nuestras competencias. Es necesario establecer una conexión real entre nosotros, explorar las respuestas que la gente da; debemos dar algo de nosotros mismos a fin de merecer una respuesta y una relación abierta.

Por ello antes que esperar oír ecos de nuestra propia vida, debemos utilizar nuestra experiencia para comprender a los otros; llegar a entender su experiencia. Debemos reconocer la realidad propia de la existencia personal de la otra persona, respetar el hecho elemental de que somos distintos. Por lo que no podemos proyectarnos en el otro. Es otro que nos muestra su vida, su experiencia, su historia. En la vida cotidiana, sin saberlo, nos confundimos constantemente con los demás.

Debemos tratar el «error de identificación» para no quedar atrapados en la red de la comprensión autorreferencial. La comprensión autorreferencial es solo un primer paso en la comprensión, no podemos permanecer en ella. Porque la confusión entre uno mismo y el otro puede ser a la larga perjudicial. La autorreferencia solo puede servir como punto de partida para construir un vínculo social, el cual podemos convertir en una relación social.

De allí que debemos tomar en serio las necesidades de los otros, que no son las nuestras. Se trata de una cuestión de carácter, en la que establecemos nuestra comunicación con otras personas por medio de instrumentos sociales que compartimos. Cuando toca o ejecutamos tales instrumentos sociales  conectamos fácilmente con los demás, nos involucramos en acontecimientos impersonales, nos comprometemos unos con otros. Esta capacidad implica abrirnos a un mundo más amplio determinado por muchas personas; el carácter lo podemos concebir acá como el aspecto relacional entre las personas.

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EL ESTRÉS EN LA SOLUCIÓN DE CONFLICTOS: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

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Siempre solucionamos nuestros problemas y tomamos las decisiones dentro de un entorno o contexto determinado, es decir, lo hacemos en el ámbito en que nos desenvolvemos o que nos rodea. Este contexto determina, en gran medida, las soluciones que damos y las decisiones que habitualmente tomamos.

A partir de lo anterior tenemos algunos aspectos del entorno que influyen en nuestra toma de decisiones y en la solución de nuestros conflictos. En primer lugar, INFLUENCIA DE LA AUTORIDAD en la toma de decisiones. Esto se refiere a la obediencia, que muchas veces tenemos, a la autoridad en nuestro ámbito, tal autoridad es sin duda uno de los condicionantes más importantes en la toma de nuestras decisiones. Por ejemplo, nuestros padres en el ámbito familiar; el gerente o patrón en el ámbito laboral.

Esta obediencia a tal autoridad, en muchos casos, supera nuestro razonamiento, nuestros sentimientos e incluso nuestros valores. Contrariamente a nuestras expectativas obedecemos a aquellas personas a las que otorgamos o a quienes se les ha otorgado una autoridad. El joven, tenemos por caso, que no se atreve a estudiar la carrera que anhela por no contrariar la autoridad de sus padres.

Lo mismo ocurre en el mundo organizacional, en el cual es muy común observar el tipo de influencia regido por la autoridad de un jefe, la cual determina el rumbo de la solución de conflicto y de la toma de decisiones. La opción más adecuada, en estos casos, es difuminar o disminuir la presión de tal autoridad, especialmente, cuando estamos inmersos en procesos de crítica, de búsqueda de soluciones o de procesos creativos… En definitiva, en todas aquellas situaciones donde se requiera explorar opciones distintas y definir alternativas de acción es necesario minimizar el enfoque autoritario, ya que éste no contribuye a los produces productivos.

En segundo término, tenemos la PRESIÓN DE GRUPO. Esta presión se produce o cuando pertenecemos (solidaridad automática) o cuando queremos ser aceptados por un grupo determinado. En ambos casos, trasladamos nuestra opinión y nuestra toma de decisiones a lo que sea mejor para el grupo, ergo, mejor para nosotros. Hace un proceso de doble identidad, dando prevalencia al grupo.

 El «deseo de aceptación» nos hace susceptibles de conformarnos o doblegarnos a las normas y criterios del grupo. Aunque muchas veces digamos lo contrario. Pues, se sabe que los grupos ejercen fuertes presiones sobre sus integrantes, para que éstos cambien de actitud y conducta ajustándose así a la norma del grupo.

Cuando la opinión de un individuo sobre datos objetivos difiere considerablemente de la de otros miembros del grupo, éste siente una fuerte presión por modificar su opinión y ajustarse a la de los demás. Llegado el caso, somos capaces de llamar a «lo blanco negro» máxime si el grupo en el que formamos parte es nuestro punto de referencia.

Algunas veces, la presión del grupo puede resultar decisiva cuando tenemos que elegir una opción entre varias o dar nuestro punto de vista en una reunión. Debemos permanecer atentos a este efecto y no dejarnos llevar por la presión del grupo. En la acción grupal debemos utilizar nuestra propia razón como punto de referencia. Esto no quiere decir llevemos siempre la contraria al grupo.

El tercer factor a considerar es el ESTRÉS. Pues, éste es la respuesta no específica del cuerpo a cualquier demanda que se ejerce sobre él. Hoy en día es común escuchar «estoy estresado», «voy a relajarme porque tengo estrés», «déjala está estresada»…  Todas estas expresiones hacen referencia a una concepción negativa y perjudicial del estrés. Sin embargo, el estrés no es necesariamente perjudicial; por el contrario, es necesario y positivo porque nos alerta sobre esas «exageradas demandas externas» que se ejercen o ejercemos sobre lo corporal y mental.

Tal alerta producto del estrés es la respuesta no específica al esfuerzo adaptativo de nuestro organismo frente a un problema, independiente de cuál sea el problema. Las reacciones de estrés son causadas tanto por agentes nocivos así como por sucesos placenteros, como recibir una buena noticia. Los efectos son diferentes pero nos conducen a un estado de estrés.

El estrés es, por otra parte, un componente de la vida normal y como tal no podemos evitarlo. Lo podemos minimizar, pero no evitar. Ya que forma parte de nuestros procesos adaptativos, los cuales tienden a mantener nuestras constantes vitales dentro de los límites que posibilitan nuestra vida diaria.

El estrés no es un fenómeno nuevo. Siempre ha existido íntimamente ligado a la evolución del ser humano y a los diversos fenómenos de nuestra vida. Lo que sí podemos considerar relativamente nuevo es la cualidad del estrés, el cual se ha hecho más psicológico y emocional que físico; aunque termina por afectar lo corporal.

Las situaciones estresantes desencadenan reacciones fisiológicas que alteran nuestro sistema endocrino (metabolismo alterado), el sistema cardiovascular (hipertensión), el sistema digestivo (náuseas), las hormonas sexuales (alteraciones del ciclo menstrual) y el sistema neuromuscular (debilidad muscular). O desencadenan reacciones psicológicas y emocionales; por ejemplo, la ansiedad; ésta se caracteriza por sentimientos de aprensión, incertidumbre o tensión; los niveles de ansiedad pueden llegar a bloquear nuestro desempeño mental y corporal afectando nuestra toma de decisiones y solución de conflictos.

La efectividad de nuestra toma de decisiones y solución de conflicto disminuye en la medida en que se hace mayor nuestro nivel de estrés, entre mayor es nuestra ansiedad peor es nuestra ejecución. Aunque mucha gente dice «que trabaja mejor bajo presión», esto puede ser cierto. No obstante, tal presión no llega a convertirse en un estrés sostenido. Podemos aceptar que, en ciertos casos, hace falta una cierta presión para alcanzar altos niveles de ejecución. Sin embargo, desenvolverse en niveles bajos de estrés produce una mejora de nuestro rendimiento.

Cuando el estrés supera cierta barrera el desempeño personal y grupal sufre un deterioro importante. Éste se produce, primero porque «disminuye el cuidado» con el que se selecciona y procesa la información. Segundo, por «la necesidad de completar una tarea» en un tiempo muy reducido. Tercero, por «el miedo a cometer errores», esto hace que los sujetos den mucho más valor a la información desfavorable que a la favorable. Cuarto, porque el «análisis en tales condiciones es más superficial» y es más propenso a incluir errores. Por tanto, tenemos que observar los efectos que el estrés tiene en nuestra toma de decisiones y en nuestra solución de conflictos para minimizar tales efectos erráticos.

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DE QUÉ SE HABLA CUANDO SE HABLA DE DERECHA

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Por lo general hablamos u oímos hablar de la derecha en el ámbito político. Sin embargo, ¿qué es la derecha? ¿A qué se refieren con esta denominación? El término derecha está asociado históricamente a quienes se oponen a los cambios políticos y sociales. Que como es por todos sabido, tiene su origen en la votación del 11 de septiembre de 1789 en la Asamblea Nacional Constituyente surgida de la Revolución Francesa.

Para muchos la derecha política es el segmento que acepta las diferencias sociales como algo inevitable, natural o normal. Las cosas son así, de la manera en que están dadas. Para otros, no existe una definición estricta de derecha, sino que plantean un  conjunto de dicotomías, por ejemplo, individualismo frente a colectivismo, confesionalidad frente a laicismo, propiedad privada frente a propiedad pública, igualdad de oportunidades frente a igualdad de resultados, tradicionalismo frente a reformismo social, conservadurismo frente a progresismo. El primer componente de la dicotomía corresponde a la derecha. Por otra parte, el discurso político de la derecha habla favorablemente de la riqueza a través de la libre competencia por lo que enfatiza el libre mercado, busca potenciar valores y derechos individuales. El sector más conservador de la derecha es partidario del ordenamiento colectivo en estructuras rígidamente jerarquizadas y disciplinadas.

El término derecha posee diversas connotaciones e ideas encontradas. Pues, se asocia a posiciones liberales en el contexto económico y democrático, capitalistas, conservadoras o religiosas. Abarca corrientes ideológicas diversas cuyas diferencias son en muchos casos tajantes, aunque son compatibles en el mantenimiento del orden social establecido por medio del tradicionalismo y el conservadurismo.

La derecha política no es un concepto uniforme. Aunque está asociada a la conservación de los valores éticos y del orden social tradicional; así mismo está asociada a la defensa de la propiedad privada y de las libertades individuales frente a ideologías colectivistas.

La primera faceta de la derecha es la defensa y preservación del orden social establecido o existente; por lo que defiende la protección de la moral, los valores tradicionales y la libertad del individuo. Es una ideología conservadora, conserva los procesos que le sirven a la patria y prescinde de los que la degradan. Tal conservadurismo no se opone por lo general a los avances tecnológicos, sino a nuevas formas de pensar sean éstas políticas, culturales, sociales… Conservadora es la «democracia cristiana», por ejemplo; cuyos partidos defienden la preservación de los valores y la moral cristianas frente al laicismo y al anticlericalismo.

En Venezuela, la política cristiana está representada icónicamente por el partido “Comité de Organización Política Electoral Independiente” (COPEI) que se conoce como el partido “socialcristiano” enmarcado en el humanismo cristiano aconfesional. El socialismo cristiano o socialcristiano es una corriente política socialista, distinta del pensamiento político demócrata cristiano. El término «socialismo cristiano» apareció en Gran Bretaña por el año de 1850 cuando el opúsculo «Tratados sobre el socialismo cristiano», el principal pensador de esta corriente fue John Minter Morgan.

En el socialcristianismo destaca la vinculación de la fe y la política en la coincidencia de sus motivaciones, entre las que resaltan el aspecto humano y la solidaridad por encima de otros elementos. Este movimiento surge en momentos donde grupos sociales o económicos expresan exceso de poder o posiciones extremistas contra el individuo y el resto de la sociedad por abusos dogmáticos o económicos en detrimentos de los sectores en desventaja.

De COPEI nació la «Juventud Demócrata Cristiana de Venezuela», que como apreciamos no se denominó socialcristiana, y de ésta devienen algunos partidos que conforman la Mesa de la Unidad Democrática. La democracia cristiana aplica los principios del catolicismo a las políticas públicas. En la práctica política es considerada de derecha en cuanto a los asuntos morales, económicos y culturales. Se considera de izquierda en cuanto a los asuntos laborales. En ocasiones la democracia cristiana acepta posiciones del liberalismo al compartir la idea de la reducción de impuestos con la intervención social, con la intención de acabar con la injusticia social. Por esta razón, es frecuente encontrar partidos democristianos de «centro-derecha».

Entre los partidos democristianos en Venezuela tenemos a «CONVERGENCIA» —creado el 5 de junio de 1993 para apoyar la candidatura de Rafael Caldera— fue un partido conservador fundado en la democracia cristiana. Su eslogan fue “Un compromiso de solidaridad”. Sus militantes provenían del sector calderista producto de la escisión del partido socialcristiano COPEI. «Convergencia» defendía la propiedad privada y reconocía a la familia como la institución primaria de la sociedad.

El otro partido es «PROYECTO VENEZUELA» (PRVZL) de tendencia democratacristiano fundado en 1998 por Henrique Salas Römer. Es producto de una escisión del partido COPEI. Nace de las luchas por la descentralización política y administrativa del país, busca el «empoderamiento» ciudadano y su principio ético es el «Respeto al Ciudadano». Defiende la propiedad privada, estima que el libre mercado, salvo en los extremos, constituye la forma más eficiente de asignar los recursos de una sociedad. Ha sido pionero en llevar los preceptos de Calidad Total al ejercicio de las funciones públicas estimulando exitosos programas de cogestión y autogestión para favorecer a los sectores más pobres de la población.

Tenemos que plantear una interrogante fundamental ¿existe la derecha en Venezuela? La respuesta es sí como ya hemos visto en los dos últimos partidos políticos indicados, que como apreciamos es de muy reciente data, apenas en el último decenio del siglo XX. Por ello hablar de derecha en Venezuela tiene sus bemoles. En la historia política venezolana del siglo XX los partidos políticos tradicionales han sido preeminentemente de izquierda, de centro izquierda o de centro derecha (derecha moderada).

La centroderecha o derecha moderada cuadra con el conservadurismo laico, algunas corrientes del liberalismo y de la democracia cristiana; percibe el rol del estado como garante del orden y del bienestar social; además, enfatizan las cualidades éticas para participar en la vida económica, política y social de la nación. Está comprometida con la democracia y con el Estado de Derecho, por lo que está dispuesta a aceptar algunos compromisos o consensos.

Como hemos señalado antes COPEI es un partido socialcristiano (socialista) y no democristiano. Por esta razón, durante los gobiernos de Rafael Caldera (1969-1974) y de Luis Herrera Campins (1979-1984) el ciudadano no sintió ni percibió diferencia alguna con respecto a los gobiernos socialdemócratas representados por Rómulo Betancourt (1959-1964), Raúl Leoni (1964-1969) y Carlos Andrés Pérez (1974-1979). Siempre los percibió como algo semejantes.  En el último gobierno de Rafael Caldera (1994-1999) aunque éste fue apoyado principalmente por CONVERGENCIA (democristiano) hubo presencia de partidos de centroizquierda, ya que el gobierno de Caldera se desarrollo más bien como una colisión política.

Actualmente, como bien se sabe la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) está conformada por «Primero Justicia», «Acción Democrática», «Vente Venezuela», «Alianza Bravo Pueblo», «Un Nuevo Tiempo», «La Causa R», «Voluntad Popular», «Avanzada Progresista» y «Movimiento Progresista». Como apreciamos ésta es una amalgama heterogénea de posiciones e ideologías políticas. Unos son de centroizquierda, otros de centroderecha, y otros de derecha que son los que devienen de los democristianos.

En Venezuela hay preponderancia política de los socialcristianos (a quienes generalmente se les considera de derecha) y de la centroderecha, más que de derecha. Por esta razón, no se han desarrollado las tendencias de extrema derecha. Cuando se habla de derecha se está más bien hablando de una mayoría política de centroderecha y socialcristiana. Tal vez esto tenga su arqueología en la Guerra Federal y en el periodo republicano, pero eso es otra historia que hay que indagar.

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