NUESTRA PERSONALIDAD AFECTIVA, ESTAR EN EL SENTIMIENTO: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

11224813_1033851693326191_2977755498012856882_n

Como sujetos no nos detenemos. Vamos permanentemente organizando el mundo, construyendo nuestras  fortalezas, entendiendo a los demás, desconfiando de ellos. Muchas veces, perturbamos intencionadamente a los demás, disfrutamos saltándonos las prohibiciones, engañando deliberadamente, tanteando hasta dónde podemos infringir las reglas. Además, anticipamos el sentimiento de los otros y encontramos placer en poder afectarlos de alguna manera.

También aparecen otros sentimientos, que nos rigen, en los cuales intervienen las normas, el juicio sobre el comportamiento propio y ajeno. Descubrimos el sentido de la responsabilidad y entramos en la vida; en las miradas ajenas, acogedoras o terribles como jueces cercanos. Disfrutamos al ser mirados con cariño: «Mira cómo hago esto bien», «Mira la manera en que lo hago» éstos son nuestros frecuentes reclamos de atención.

Nos constituyen, por otra parte, sentimientos más complejos, como la responsabilidad personal y la conformidad a unas normas. La alegría y la tristeza son sentimientos simples o básicos. El orgullo, la vergüenza o la culpa, por el contrario, son complejos. A veces, nos encontramos atribuyendo nuestros sentimientos a otros, por ejemplo, a nuestros padres cuando decimos «Mamá estará orgullosa de mí si hago esto». Esto es una muestra de que nuestros sentimientos son sociales. Ya que, yo puedo sentirlos o quien me ve, solo es necesario que la persona esté afectivamente entrelazada conmigo.

Reconocemos que nos podemos sentir orgullos o sentir vergüenza aunque no haya un público presente; nos sentimos orgullosos o avergonzados por nosotros mismos. Esta dualidad se ha instalado en nuestra conciencia. De este modo, nos convertimos en actores y jueces en un solo sujeto. La vida se nos complica, estos son los inconvenientes de la reflexión y de la libertad.

En medio de todo este marasmo va apareciendo en nuestras vidas otro elemento sorprendente, que nos da mucho que pensar. Oímos decir que los sentimientos pueden «controlarse» y que, en muchas ocasiones, «deben controlarse». Ante esta sentencia empezamos a sentirnos culpables de lo que sentimos, sin saber la manera de evitarlo. Estas en un drama sentimental.

La constitución de nuestra personalidad afectiva es un proceso estimulante y dramático, amable y trágico, lleno de claridades y tinieblas. Al mismo tiempo que aparecen y se consolidan nuestros modelos afectivos, aparecen y se consolidan nuestros esquemas intelectuales.

Los fenómenos afectivos aparecen en nosotros sin que intervengamos en ellos. Más que autores, somos víctimas o beneficiarios de éstos. Ante nuestras ocurrencias sentimentales nos encontramos siempre inermes. No podemos elegir el amor; no podemos disipar la vergüenza; enfriar el odio; calmar la angustia; animar el aburrimiento o prender la alegría, éstos nos asaltan. El gobierno de los mismos es una lucha de la voluntad racional.

Nuestro primer contacto con el mundo es afectivo. En esa instancia nos movemos por nuestros intereses, por nuestra curiosidad; por la necesidad de comunicarnos y entender a los otros. En este proceso nuestra inteligencia racional se va haciendo objetiva, hasta el punto que comenzamos a objetivar aquellos valores que antes vivimos en y con el sentimiento. Comenzamos a evaluarlos y distinguirlos entre sentimientos buenos o malos, correctos o incorrectos, adecuados o inadecuados.

De esa manera, nuestra inteligencia afectiva va añadiendo nuevas rutas al laberinto que vamos recorriendo. A través de todas estas aventuras y desventuras se va configurando nuestra personalidad. Dice Pascal, «es menester que la razón se apoye sobre estos conocimientos del corazón y del instinto, y que fundamente en ellos todo su discurso». Como apreciamos la confianza en la inteligibilidad de la vida apasionada no es cosa de hoy.

Una concepción de la afectividad ha de tener un doble propósito. Por una parte, describir lo que nos sucede, los alborotos anímicos que nos envenenan o salvan. Por otra, explicarlos, buscar sus causas, leyes o regularidades. Es pertinente elaborar una cartografía sentimental, desarrollar una estética de la misma. Para llegar a una educación sentimental.

Lo primero que debemos saber es que nuestros sentimientos son experiencias conscientes, con y en los cuales nos encontramos implicados, complicados e interesados. Con nuestra inteligencia racional mantenemos una relación distanciada, de alejamiento, con las cosas; en esto consiste lo que llamamos objetividad. De este modo, no nos hacemos árbol cuando vemos un árbol; pero sí nos entristecemos cuando vemos un espectáculo triste.

Por este estar involucrados es que decimos «me siento alegre, triste, deprimido, feliz o enamorado». Cuando decimos esto hacemos constar que hay una presencia duplicada de nosotros en el sentimiento. Somos los que sentimos y, a la vez, somos parte inherente de lo sentido. Es decir, nos sentimos a nosotros mismos triste, alegre o desesperado.

El mundo forma una aleación con nosotros, está entramado con nosotros. Nos afecta. Ésta es la experiencia inaugural de nuestro trato afectivo con él. Estamos en el sentimiento. Vivimos sentimentalmente. Alumbramos el mundo con nuestra luz sentimental, o por el contrario lo oscurecemos con nuestra oscuridad sentimental.

Referencias:

Facebook: consultoría y asesoría filosófica Obed Delfín

Web: http://obeddelfin.wix.com/coasfi-obed-delfin

Youtube: Obed Delfín

Blog: http://obeddelfin.blogspot.com/

Issuu: http://issuu.com/obeddelfin

Pinterest: https://www.pinterest.com/obeddelfin

Twitter: @obeddelfin

MARGINALES Y MARGINADOS EN EL USO DE LOS LUGARES COMUNES

caracas-vintage

¿Por qué los marginales de la clase media no ocupan los espacios comunes que le corresponden en sus barrios? Con tal abandono van dejando que los otros ocupen los lugares de sus vecindarios. Estos marginales están atrincherados en sus miserables apartamentos; como conquista de un espacio privado que nadie les disputa. Solo saben hacer uso de sus espacios de resguardo, el resto de pierde por su apatía social.

Hay por parte de los marginales de clase media un rechazo a ser vida de vecindad, a mezclarse entre ellos, se comportan como si fuesen unos apestados. Estos marginales de la clase media son unos remilgados con respecto a la calle; debe ser que les parece vulgar jugar futbol en la calle o echar una partida de chapita o de pelota de goma. En lo que respecta al uso del espacio común son flácidos y macilentos. No cabida para el roce.

Por el contrario, la actitud en los barrios es lo opuesto. Allí la gente anda para arriba y para abajo haciendo uso intenso de su barriada; aprovecha el espacio común al máximo, los cuales están en permanente ocupación. Las calles y las veredas son sitios de uso. Sin miedo alguno utilizan lo que les corresponde, es decir, la calle, las canchas, las plazas…

En el barrio la vida está afuera, en eso que es común a todos. En el uso del espacio común éstos son posesivos e intensos. Todo lugar es ocupado, es apropiado. Se podría pensar que es porque falta el televisor, el computador o cualquier otro aparato de este tipo, pero no es así. Lo que sucede es que existe otra visión del lugar común, la cual no es ni elaborada ni consciente. Solo es fáctica. El roce es intenso.

En el barrio se juega, se habla, se oye música… se disfruta y se apropian de las plazas, las calles y de cualquier otro lugar común del sector. Elaboran los lugares. Por el contrario, los marginales de la clase media hacen lo mismo, pero en lugares instituidos, formalizados por otros. En espacios que le son dados. Que, en última instancia, son lugares de resguardo como sus apartamentos. La producción del espacio no existe en la clase media, en esto son improductivos.

Los marginales de la clase media juegan futbol, pero en canchas construidas para ese fin, igual es con el beisbol. La música la oyen en su apartamento o en lugares formalizados, e incluso los salones de fiestas que poseen algunos edificios de clase media muy raramente se utilizan. No se debe molestar al vecino, pero no es por el vecino sino porque será mal visto si hace escándalo. Recordemos que la vivienda es concebida como un lugar de resguardo y eso se tiene que preservar.

Hay por tanto, en la clase media, una separación tajante entre vivienda y vida social. La vida que corresponde al ámbito de la vivienda es una, la de la vida social es otra. Están separadas. En parte esto determina que dentro de lo que es la esfera de la vivienda no se acepten los usos de la vida social, éstos quedan apartados a otro ámbito y allí deben realizarse. Es la escisión de la vida privada y la social.

Tal vez esta separación influye en que el vecino no existe como ser social. El vecino es un algo que está ahí, no un sujeto con el cual compartir. Para compartir existen los amigos, que por lo general no viven en el mismo edificio. Los vecinos no son amigos, son otra cualquier cosa. Son algo que se debe soportar, un mal necesario. Algo con que se encuentran momentáneamente en el ascensor. Y por decencia se le dan los buenos días, sin mirarle a la cara ni hacer otro tipo de contacto.

En el barrio el vecino existe, es real. Incluso puede convertirse en enemigo, pero eso sucede por el mismo roce social. El vecino es alguien al que se le puede pedir ayuda, a quien se molesta. La vida social y la vivienda ocupan un solo ámbito, ambos están interrelacionados. ¿Es por la necesidad económica? Puede ser. Sin embargo, es una realidad permanente, las vidas se inmiscuyen unas con otras. La latencia siempre está presente.

Las convivencias y las interrelaciones sociales se estudian en el barrio, no en los arrabales de la clase media. Los individuos de clase media son, en este sentido, marginales; se marginalizan a sí mismos y entre ellos, y lo hacen con orgullo. Por eso, cuando tienen un percance en la calle y son auxiliados por desconocidos, hablan de ese hecho como algo extraño, como de algo que todavía sucede en un periodo en desaparición. Cuando lo cierto es que el auxiliarse unos a otros en la calle es algo muy común.

En medio de estas diferencias del uso de los lugares comunes ha sucedido, en estos últimos cuatros años, en Caracas el fenómeno social que los marginales de la clase media han perdido los lugares del vecindario del cual no hacen uso. Ya que han sido desplazados y ocupados dentro de sus propios límites por sus pares los marginales de los barrios.

La causa de esta ocupación se debe a la dificultad de encontrar alimentos, productos básicos y medicinas en cualquier sector de la ciudad. Por lo que la gente de los barrios ha tenido que ir a los lugares naturales de la clase media a buscar tales productos y allí se han instalado. Han hecho presencia en estos vecindarios a los cuales casi nunca o nunca iban. La necesidad los ha llevado a trasladarse a estas zonas y como éstos ocupan de manera natural el espacio en el cual se encuentran, eso han hecho.

La circunstancia económica ha hecho que este des-encuentro se haya producido, no sé si ha producido algún estudio sociológico del mismo. Es muy común ver las colas de las personas de los otros barrios en los supermercados o farmacias-bodegas a la espera de lo van a vender. Esto ha producido la ocupación de los lugares de la clase media, tampoco sé que sentimiento ha generado esta entrada en tales espacios. Tal vez, haya optado el marginal clase media en refugiarse a mayor resguardo, como es su actuar natural.

No sé si se ha dado un encuentro entre ambos marginales de tales clases sociales. Lo cierto es que a ambos la situación económica los ha llevado a mirarse a la cara, aunque sea de soslayo. Debe haber resistencia por parte de los ocupados, al verse acometidos a diario en sus lugares vecinales. Cosa que es natural cuando alguien ocupa el lugar de otro. Aunque, como hemos señalado antes, el clase media no ocupa sus lugares comunes.

Los marginales de clases media no se mueven hacia los lugares de sus pares del barrio, ya que esos sitios le están vedados por el miedo. No tienen capacidad de ocupar el lugar de los otros, de compartirlo. La clase media no tiene praxis del lugar común. De allí, en parte, su imposibilidad social, su dificultad de salirse de su hacer y de su sí mismo social. El clase media excluye y se excluye, siempre muestra una actitud defensiva; el otro una actitud agresiva. Ambas son actitudes de miedo.

El clase media está al margen del lugar común de allí le viene su marginalidad. Vive una situación de marginación, de aislamiento; donde falta la relación con la materia de lo social, donde escasea la integración colectiva. Por ello su permanente actitud marginal y de su miseria colectiva. Por eso requiere del lugar instituido y conformado. El otro se lo apropia a la fuerza o a su gusto. Son dos formas de ver los lugares y sus acciones en él. Uno es protagonista, el un apartado.

Referencias:

Facebook: consultoría y asesoría filosófica Obed Delfín

Web: http://obeddelfin.wix.com/coasfi-obed-delfin

Youtube: Obed Delfín

Blog: http://obeddelfin.blogspot.com/

Issuu: http://issuu.com/obeddelfin

Pinterest: https://www.pinterest.com/obeddelfin

Twitter: @obeddelfin

DESPOJADOS Y REINTEGRADOS LA DOBLE CARA DE LA MONEDA POLÍTICA

DSC07726

Primo Levi cuenta que cuando los nazis conducían a los judíos a los campos de concentración, lo primero que hacían era quitarle los zapatos. Con esta acción tan simple comenzaba la fractura de la voluntad, es lo más sencillo que se podía hacer. Despojarlos. La estrategia siempre es simple; tan simple que pasa desapercibida hasta que está consumada. No se logra percibir cuando se ha comenzado a aplicar. Ésta se engendra y promueve sin complicaciones ni dificultades, de allí su eficiencia.

Al algo tan simple, como quitarle los zapatos a un individuo hasta llegar a negarle su condición humana es el mismo proceso simple y sistemático. ¿Cuál es el mecanismo simple que aplican o han aplicado los mesiánicos? Eso es lo que es necesario desentrañar, para así develar la estrategia aplicada y que está dando resultados a quienes detentan el poder en este momento. Ya que existe una situación extraña, donde la hendidura de la voluntad es patente.

Ahora bien, ¿la estrategia es siempre despojar? Sí y no, de allí la doble cara de la moneda. Por un lado despojas, por otro integras. Aunque no al mismo individuo. A uno lo despojas a otro lo integras. Y considero que esa es la situación que acá se plantea. La estrategia ha sido despojar a unos e integrar a otros. Los dividendos políticos positivos los está dando el integrar; el despojar se ha convertido en un sucedáneo de aquel.

Enzo Del Búfalo señala (http://prodavinci.com/2016/01/31/actualidad/enzo-del-bufalo-la-economia-no-capitalista-aun-no-se-ha-inventado-por-hugo-prieto/), que “el chavismo las reintegró (a las masas empobrecidas de venezolanos) a la sociedad y con eso corrigió no sólo el error del bipartidismo adeco-copeyano, sino que además corrigió un error histórico en Venezuela”. Algo con lo cual tienen que lidiar ahora los políticos dentro del panorama presente y futuro. Porque, continua Del Búfalo, “desde la Guerra Federal había quedado pendiente un problema. ¿Cómo integrar a los esclavos y a los descendientes de los esclavos a una sociedad moderna?”.

La pregunta maliciosa: ¿Es real está reintegración? ¿O es un mero espejismo, por medio del cual las masas se creen realmente agentes activos de la política y no una mera ilusión para tenerlos comiendo de la mano? A la primera pregunta respondo que sí, pero tal reintegración se produjo en la gestión de Chávez Frías, que es lo que apunta acertadamente Del Búfalo. A la segunda, también es un sí, pero esta se remite a la gestión de Maduro Moros. Quien gobierna con la reintegración de las masas empobrecidas ya en ejecución, de la cual saca provecho político haciendo uso de la semántica de Chávez Frías.

Ahora bien, ¿cómo manejar esta reintegración social dentro del hacer político de la República? Creo que los libertarios, en este caso ellos son los despojados o desplazados, no saben qué hacer con ella. De allí sus contantes fracasos. Desconocen cómo abordar esta situación del siglo XXI y la quieren tratar como si ella no existiese. Lo que precisa Enzo Del Búfalo es importante porque signa el hacer político del siglo XXI venezolano, y no se puede obviar. Que es lo que hace permanentemente un sector de los «libertarios», el cual actúa como si el chavismo no hubiese existido. Por otra parte, es lo que mantiene en el poder a los actuales aprovechados del chavismo, que han sabido sacarle buenas ganancias a esa reintegración. Sin importarles mucho las masas.

La torpeza rampante de los «libertarios», quienes creen que la actual política debe realizarse a partir de la furia y los porrazos, desde lo visceral; con llamados a un enfrentamiento de guerra que solo existe en sus ficciones es lo que ha predominado en los años que van del siglo XXI. Tal torpeza ha acumulado derrotas tras derrotas sin aparente explicación racional, y no puede tener explicación racional porque las acciones políticas han sido arracionales. Carecen de la visión de lo que sucede actualmente, estos son los despojados.

Por ello, la «oposición» es una amalgama mal hecha, un mero menjurge sin brújula. Cuando logran alcanzar una cima pierden kilómetros de territorio. Discursos inconexos y acciones peores. Hablan de libertad cuando todo el mundo está en mengua de hambre. Son un revoltijo sin praxis política; porque cada día parece que empiezan de nuevo y cada vez peor. Hablan de democracia y olvidan el discurso social, les repugna el roce. Son auto-satisfactorios.

Miran «los libertarios» para donde no es, viven desubicados, se inventan su propia historia excluyendo la del otro. Intentan convencer al neocortex porque son intelectuales. Son malos animales políticos, definitivamente. Es que son plásticos, no de sangre y piedra. Van de derroteros en derroteros sin lazarillos, porque su autosuficiencia no lo admite. Vocingleros hasta más no poder, fofos y gelatinosos. Lo que practican es una política de canallas y perversos. Una pseudo-política liquida y gaseosa; un pastiche que no llega a ideología.

A todo esto dirán los «libertarios», la culpa la tienen los reintegrados, los marginales, porque a ellos les gusta vivir así. Con eso justifican su desdicha mental y quedan satisfechos. La miseria de la política es fácil de satisfacerla. Solo se mueven a partir de su visión de despojados o desplazados; que no es la estrategia política más adecuada, si a los resultados comiciales nos remitimos. Estos deben estar en una situación semejante a la ocurrida a los señores de la Colonia durante la Guerra de Independencia, que se vieron desplazados de sus lugares de poder.

Los mesiánicos, que ejercen el gobierno, han heredado esta reintegración social y la han manejado para sus intereses y a su conveniencia. El discurso de tal reintegración se ha universalizado y a la vez se ha particularizado, porque solo está dirigido al sector que es rentable para su permanencia en el poder político. De allí su enfrentamiento permanente  contra los desplazados, porque estos representan los malos del juego político y social.

El discurso que hereda y se apropia Maduro Moros lo lleva a ahondar en los significados normativos de una cultura de la integración social realizada por Chávez Frías. A ésta le da precio de jerarquía de valores sociales, de costumbres, de modelos de personalidad y de sociedad. Razón por la cual, repito, se enfrenta fraudulentamente a la moral de los despojados. Que se han quedado anclados en su anterior posición de ser propietarios de lo social.

Por otra parte, que a partir de la reintegración chavista un neo-totalitario tenga alta autoestima es mala noticia. Porque ésta lleva a la no-producción, a la no-generosidad, a la perdida de posibilidades. La acción de tal autoestima se ha convertido en una teoría de las ventanas rotas, de la cual ahora es parte del problema.

La experiencia de la reintegración es llamativa por el riguroso manejo de la metodología del resentimiento y del rencor. La principal meta educativa con percibimos en el discurso presidencial es la preparación para la acción contra el otro. Orgullo nacional, sumisión a la memoria del ya muerto Chávez Frías, culto a su vitalidad y fuerza resumida en odio al enemigo.

El sentimiento de humillación convertido en resentimiento es la fuerza que moviliza a las masas reintegradas. Esa es la estructura personal y social que se desea. Y aun cuando se despiertan inmediatamente sospechas, el resentimiento conduce a la comprensión y la tolerancia del discurso mesiánico. El ánimo debilita a la razón. Este adoctrinamiento para el resentimiento se practicando sistemáticamente.

De esta manera, se ha ido imponiendo un modelo de realidad. Al ser los mesiánicos inductores de creencias. El madurismo, por ser heredero del chavismo, se ha lisonjeado a sí mismo al considerarse el triunfo de las masas empobrecidas. Ha inmovilizado a una nación, creado una cultura, una plástica, una ideología, lo cual supone una permanente estrategia estructural.

Referencias:

Facebook: consultoría y asesoría filosófica Obed Delfín

Web: http://obeddelfin.wix.com/coasfi-obed-delfin

Youtube: Obed Delfín

Blog: http://obeddelfin.blogspot.com/

Issuu: http://issuu.com/obeddelfin

Pinterest: https://www.pinterest.com/obeddelfin

Twitter: @obeddelfin