LA CIUDADANÍA DAÑADA: INOPERATIVIDAD Y CADUCIDAD

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Unas de las características que trajo Chávez Frías y el chavismo, en el año de 1998, fue la operatividad política inadecuada de aquellas personas que habían estado alejadas de la ciudadanía. La ciudadanía es un ejercicio que muchos inician desde muy jóvenes, me refiero, el estar atentos a los asuntos políticos que suceden en el país.

Por otro lado, no toda persona ejerce su ciudadanía de forma activa. Muchos permanecen alejados de ésta porque la misma no entra en su universo de interés. Aunque son ciudadanos porque así lo determina la Constitución Nacional del país en el cual nacieron. En este caso, hay una ciudadanía de derecho pero no de acción, ya que la persona no la ejerce. En este sentido, es una ciudadanía pasiva.

A partir del proceso de elecciones presidenciales del año de 1998, la ciudadanía pasó a ser parte del universo de interés de la mayoría de la población. Las tensiones políticas se hicieron sentir sobre el alma apetitiva y volitiva, diría Platón; esto es, sobre el alma irracional de nuestro ser. Muchos que no habían participado de la ciudadanía durante su vida se vieron de pronto dentro de ese mar turbulento. Y a este sector me quiero referir.

Aquellas personas que estuvieron ajenas al hacer político de la República, de pronto estaban estremecidas y arropadas por miedos propios del alma apetitiva. Por ejemplo, que le iban a quitar los hijos, la vivienda, el carro… Todo aquello que a estas personas les daba seguridad y sentido de vida. Y no es para menos. Tales temores hicieron aflorar ciertas conductas de defensa a ultranza, podemos decir defensas más allá de lo racional. Indudable que hubo una manipulación extrema.

Entre estos miedos afloró, por ejemplo, la xenofobia; la más patética de todas fue y sigue siendo contra los cubanos. Entre ambos países siempre ha habido lazos de amistad y diferencias políticas, algo normal entre dos naciones. Esta misma xenofobia se ha exacerbado contra los chinos, árabes, rusos… Porque éstos representan aquellos «Charlie» que amenazan nuestras posesiones más queridas.

Haber caído, sin medias tintas, en la ciudadanía parece que fue un trauma o un brote de alto impacto. Porque en este caso, el inicio de la ciudadanía comenzó por el alma apetitiva y no por la parte racional. En este sentido, la política se convirtió en una pasión desbordada del alma irracional, más semejante a un fanatismo religioso que al hacer del polites.

El haber entrado en un universo de interés de manera tan brusca, el cual no estaba en los planes de muchas personas, abrió una brecha que aún no se cicatrizado, menos aún cerrado. Podemos señalar que esta es una mala ciudadanía, una ciudadanía dañada incluso rota.

Es dañada porque tal ciudadanía solo se ha fundamentado en el alma apetitiva. Si lo queremos decir en términos de Mac Lean solo se ha basado en el cerebro reptil, el más primitivo. Esto se ha dado, desvergonzadamente,  en ambos bandos. De allí que la manipulación política haya sido tan descarada. Pues, se ha aprovechado de la buena voluntad de todos los ciudadanos. Cada bando fue convertido en un enemigo obviando que en la política existen adversarios, no enemigos.

De existir el enemigo éste se combate con ejércitos, no con el diálogo. Esta es la perversión política de la irracionalidad ciudadana que se ha dado en estos últimos veinte años. Por ello es una ciudadanía mala, rota. Aquellas personas, que de pronto se convirtieron en ciudadanos abrumadas por los miedos inculcados, han sido hasta el momento analfabetas funcionales. Pues no pueden leer el discurso político sin las urgencias de lo apetitivo. Tal lectura requiere la simple práctica de la cotidianidad, el ejercicio diario de una ciudadanía lucida.

Todos sabemos que el alma apetitiva, por lo general, nos ciega. De allí que necesitemos, como decía Platón, del alma racional para guiar nuestras acciones y pensamientos. No obstante, mientras la presión y manipulación política esté puesta sobre nuestra alma apetitiva y dejemos, además, que tal presión continúe seremos sujetos ciegos. Seremos como el caballo negro que el auriga no puede controlar.

La mala ciudadanía conformada por miedos irracionales, configurada a partir del alma apetitiva no puede llegar a ser el ejercicio adecuado de un buen ciudadano. Ésta es demasiado inestable, es errática para las funciones políticas; porque es ciega, solo se mueve en medio de una pasión desbordada, que no es adecuada al hacer político. De esta condición, muchos políticos han estado sacando buen provecho para sus arcas.

La permanencia y auge de esta mala ciudadanía es lo que ha hecho posible la orfandad política que actualmente existe. Permanecemos en medio de este laberinto sin salida, de este atolladero político en el cual nos encontramos. Un laberinto donde se sigue apostando por la aniquilación del enemigo, porque es el hacer político a partir del alma apetitiva, es decir, de lo más irracional del sujeto. Que solo niega al otro a ultranza y que jamás llegará a reconoce. Esto es el hacer de una política mala y de una ciudadanía peor.

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EL ODIO A NOSOTROS MISMOS: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

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El odio a nosotros lo podemos ver expresado en nuestras expresiones urbanas. Cuando, por ejemplo, sin ninguna consideración por nuestro cuerpo, por decir lo menos, nos metemos violentamente al Metro; de este modo, dañamos el patrimonio corporal que debemos cuidar. Además, al asumir este comportamiento está implicada nuestra pobreza espiritual; ya que agredimos físicamente al otro y lo más probable es que también terminemos haciéndolo verbalmente.

Nuestra actitud de dejadez y, por otra parte, destructiva solo puede ser el reflejo de ese odio que sentimos por nosotros mismos. El cual no tiene que ser necesariamente un odio patológico o neurológico, sino que se da a través de nuestro comportamiento y actitud, como algo dado por lo que nos parece natural. El hecho de comprar las bagatelas que venden los buhoneros es un acto de auto-desprecio; como el hecho de comprar medicamentos que no se sabe ni de su procedencia ni de su estado. Esto refleja no solo nuestra calamidad económica sino nuestra miseria cognitiva y espiritual.

Cada actitud y comportamiento de este tipo que manifestamos en la calle, en el autobús, en el Metro expresa ese maltrato y el desprecio que nos damos a nosotros y nos tenemos. El individuo que empuja y se arrincona miserablemente en el Metro; que hace amanece acostado en la acera para comprar un producto subsidiado por el gobierno expresa su escasa su condición humana. Se conforma con las migajas y es parte de las migajas de la vida.

El hecho que la ciudad se haya convertido en una letrina, que hieda a excremento y orina por todos lados. Pues los individuos, sin ningún tipo de prurito, hacen sus necesidades en la vía pública a cualquier hora del día y delante de quien sea. Es solo el reflejo del odio hacia nosotros como individuos y sociedad, si queda algo de ésta. Cualquier explicación sobre este hecho puede ser creíble, pero no explica la contingencia de vivir en un chiquero.

En este sentido, el odio es tanto individual como colectivo. Pues, en la medida que nos odiamos a nosotros terminamos por odiar al otro. Nuestra actitud se hace hábito, se hace costumbre. De ahí esa naturalidad, de resultar tan común. Esto se manifiesta en el desparpajo de la conversación y de lo que conversamos; en la forma como nos expresamos de nosotros y de los demás.

La actitud feroz con que asumimos cualquier roce, por insignificante que éste sea. Lo mal hablado en que nos hemos convertidos, si que alguna vez hablamos bien. La desconsideración que mostramos permanentemente solo da cuenta de ese odio que anidamos dentro de nosotros, el cual queremos solapar como una actitud de mero rechazo o inconformidad.

El deterioro urbano contribuye al odio personal y social. Deterioro que tiene sus causas en los agentes individuales y gubernamentales. La ciudad ha sido destruida social y urbanísticamente. Solo hay que ver lo que anda en las calles y el paisaje urbano. La actitud ramplona y pendenciera es lo abunda. La falta de ciudadanía es palpable. No puede existir el sujeto social si el sujeto personal está desfigurado.

 En la medida que el odio social aumenta lo mismo hace el personal. La correlación siempre está presente y se agudiza en la medida que en ambos extremos muestran un mayor aumento de odio. Por ello es que en ciertos sectores de la ciudad el conflicto sea más agudo, porque inciden conjuntamente ambas animadversiones. En estos sectores la ferocidad social está aunada a la barbarie personal, en el otro está solapa bajo el velo de la depresión y el resentimiento.

La expresión personal y social del odio a nosotros mismos es evidente en el entorno urbano. La fealdad en que permanece la ciudad; las formas de comportamiento social cada vez más agresivo e invasivo; la torpeza personal y social que muestran los individuos; las formas de trato interpersonal sin excluir el maltrato personal. En este aspecto, la condición humana está extraviada.

En estas condiciones las posibilidades de prosperidad son difíciles de llevar a cabo, aunque no imposible. Las fortalezas personales y sociales, por su parte, se encuentran disminuidas y en gran parte destruidas. Las posibilidades de éxito social y personal son escasas. En estas condiciones las posibilidades de existir se reducen a su condición mínima. No obstante, la vida siempre se abre camino en la medida que se lo permitamos y posibilitemos un conjunto de alternativas.

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ABSTENCIÓN, AGOTAMIENTO POLÍTICO Y RESISTENCIA PASIVA

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La tesis de la abstención, por parte de los dirigentes y otros más de la oposición,  para las elecciones presidencial de mayo del 2018 resulta contradictoria, porque parece un buen momento para derrotar a Maduros Moros. Ya que las pésimas condiciones económicas mantienen un descontento general en la población. De allí, la contradicción del llamado a la abstención electoral.

Hacer tal llamado aduciendo que se legitimará con el acto de votar a Maduros Moros, a la Asamblea Nacional Constituyente y otros instituciones más, es un argumento débil, por decir lo menos. Lo que muestra, en verdad, es la hondura del agotamiento político que existe en la actualidad. Agotamiento que se refleja en ambos bandos políticos.

Tal extenuación tiene su causa en el hecho que los dirigentes de oposición no supieron calibrar el liderazgo de Chávez Frías, y se enfrentaron a éste. Todo liderazgo necesita de dos polos, esto es, de quienes lo aman y de quienes lo adversan. Éste se alimenta de ambos. Los dirigentes de la oposición cayeron en la trampa del liderazgo del barines.

¿Por qué cayeron en la trampa? Porque en la  medida que la oposición ponían resistencia el liderazgo de Chávez Frías crecía. Los manipuló a su antojo. Los maniobró para el golpe de abril del 2002, para el paro petrolero… Todas fueron componendas que el barines manejo a su favor, dejando mal parados a los dirigentes de oposición y todos aquellos que lo adversaban.

El líder trata de borrar o borra toda resistencia para imponer su gen. Toda barrera que se interponga en su meta, exceptuando la muerte, debe ser eliminada. Esto fue lo que hizo Chávez Frías. En lo político eliminó paulatinamente cada partido político fuese de izquierda o derecha, con el fin de imponer su propio partido. Y lo hizo.

Los partidos políticos que actualmente existen son meros fantasmas. Los partidos, por lo general, tienen programas a diversos plazos. La inmediatez reinante acusa la muerte temporal de la política y de los partidos, consecuencia de la acción del ya fallecido Presidente.

Ahora bien, la abstención vista como un «dejar hacer» nos puede ubicar en otra perspectiva, es decir, la perspectiva de la resistencia pasiva. La resistencia de la oposición (dirigentes) durante el mandato de Chávez Frías fue activa, este tipo resistencia le interesaba al difunto porque era beneficiosa a sus intereses.

El barines alentaba y azuzaba a tal dirigencia a hacerla. Y éstos caían reiteradamente en la trampa y le seguían el juego perverso de la provocación. En este aspecto, los dirigentes de oposición fueron excesivamente torpes, porque era el juego de «quítame la pajita». Juego tan elemental como efectivo para provocar al otro y atraerlo al terreno que se desea.

Este juego de «quítame la pajita» produjo el agotamiento político en que actualmente nos encontramos. Porque agotó a ambos bandos políticos. Al morir el líder ambas partes se quedan sin nada; porque el muerto no les había dado nada, todo era para él y solo para él.

Posterior a la muerte de Chávez Frías la oposición siguió haciendo lo mismo, una resistencia activa. De acá devienen los 240 muertos del año 2017, con el único resultado del dolor insuperable de madres y padres, a quienes nadie puede devolver sus muertos. La oposición ha seguido sin entender el juego político en que cayeron.

Si la resistencia activa no ha funcionado durante veinte años es que la estrategia ha sido errada. ¿Ha costado tanto no darse cuenta de tal error? Frente al liderazgo, tal vez, hubiese sido más recomendable oponer la resistencia pasiva. El «dejar hacer». Porque en ese caso al líder se le hubiese visto por dónde fallaba. Cosa que se estaba vislumbrando en el año 2002. Sin embargo, la acción golpe de Estado, de ese mismo año, desdibujó. Y repito tal acción fue promovida por el interesado, palabras de él mismo.

La abstención como resistencia pasiva es entendible. Que en el argot popular sería algo así como: «déjalo que él se ahorqué con su propia cuerda». Es una sentencia sensata y eficaz.  ¿Por qué a quién le vas a echar la culpa de tú propia ineficiencia? ¿De tus torpezas? Actualmente no hay líder, la cosa va a la deriva. Deja que se encallé. Ese puede ser el acontecimiento que la gente está en espera.

Es el fin que no está muy lejos. Con solo «dejar hacer». No oponer ninguna resistencia política, «deja que se maten solos» dice lo popular. Cualquier tipo de resistencia activa los alimenta y los hace más resistentes. Por el contrario, la resistencia pasiva, hay que aprender de Gandhi, hace que el mismo cuerpo putrefacto se termine de morir. Pues, no tiene que hacer ninguna defensa, solo perecer.

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