TEATROCRACIA O DE LA FARÁNDULA POLÍTICA

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Teatrocracia es el término que usa Platón para referirse, despectivamente, a todos aquellos que hacen política dirigida a complacer a las barras, a los espectadores del circo político. A regodearse en complacer los gustos de la muchedumbre, que sin  ningún atisbo de vergüenza se hacen llamar políticos.

Creo que es lo que hoy se llamaría demagogia y que malsanamente se encarna el populismo; que para los antiguos era el signo más palpable del deterioro de la forma de gobierno democrático. Teatrocracia, por otra parte, es un término más expresivo e ilustrativo que el término moderno.

En la teatrocracia se hace uso de los prejuicios sociales, económicos, raciales… se hace halago y se hacen promesas para conseguir y permanecer en el poder político. Esto no es más que el detrimento progresivo de la república y de la democracia.

De allí que cuando aparece un caudillo, que hace uso de esta mala forma de hacer política arrastre a la muchedumbre con promesas y con su labia. Los antiguos temían que el gobierno al servicio de la muchedumbre podía acabar siendo un gobierno manipulador; pues éste utiliza la adulación y el engaño para obtener beneficios que solo favorece a la élite dominante.

Esta teatrocracia dirigida a la muchedumbre es lo que conocemos actualmente por demagogia. Y los demagogos llevan, supuestamente, todos los asuntos a la muchedumbre; todo aparentemente «está al arbitrio del pueblo y la opinión popular… Unas veces los demagogos, para complacer al pueblo, tratan injustamente a las clases superiores, ya repartiendo sus haciendas o reduciendo sus ingresos con las cargas públicas; y otra veces lanzan contra ellas acusaciones calumniosas para poder confiscar los bienes de los ricos». Planteo Aristóteles en «Política 1292a y 1305a»

En la Venezuela del siglo XXI ha abundado la teatrocracia. Podríamos decir que casi ha sido la única forma que hemos visto de hacer política. Lo políticos lo que han hechos es encandilar a la muchedumbre haciéndolas palpitar por la vía de la simplicidad, al utiliza fórmulas rimbombantes y pasionales para evitar lo complejo y lo difícil de explicar, como diría Victoria Camps.

El escenario político ha sido una suerte de «Sábado Sensacional, de Sábado Gigante». Sí, esos programas faranduleros que se transmiten los fines de semana en la televisión para deleite y complacencia de los espectadores y tele-espectadores. Una suerte de circo, de caja de ilusión. Con la cual se va embolatando a la muchedumbre hasta tenerla a su disposición.

Toda la política ha estado dirigida a complacer los gustos de la muchedumbre, a halagarla. Hacerle creer que ella dirige los designios de la República. Ha sido, como decía aquella canción de la Lupe, puro teatro. El cual después de veinte años comienza a pasar factura, por la inoperatividad y el desgaste que las partes en pugna presentan.

Los partidos políticos inexistentes; los políticos que no valen medio; la muchedumbre hastiada de la manipulación; un gobierno ineficiente e incapaz y una oposición sin ningún proyecto para gobernar. Estos últimos solo aspiran al poder, nada más a la realización de un momento con impacto emocional, más allá solo hay el vacío.

 La teatrocracia tiene un límite. Y ya acusa las deficiencias en la capacidad de sus promotores y en el atraso en la baja capacidad del gobierno. Ambos bandos están entrampados en práctica demagógica, y la población padece esas consecuencias.

Estos políticos con el pasar de los días se van haciendo cada vez peores actores; ya no producen ni una risa de indefensión. La crisis política se agudiza en la medida que se continúa sin ningún sentido esta práctica de la teatrocracia; agravan los grandes problemas y el acto de gobernar o de hacer una política real se disocia de los esfuerzos para enfrentarlos.

Pues, el hacer política de esta manera ha puesto el foco de atención en halagar y complacer a la muchedumbre, decirle lo que quieren oír. Los políticos han dejado de lado el discutir a fondo las reglas y el proyecto de político que es la República, la esencia del Estado democrático que es el diálogo entre las partes. Se complacen más en hacer «sombras» como los boxeadores en el entrenamiento.

Mientras la teatrocracia siga siendo la forma de hacer política seguiremos sumidos en esta misología complaciente y que agrada a la muchedumbre. Sin embargo, mientras tanto la muchedumbre hambrienta y en la miseria espera que se resuelvan sus problemas.

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LA MISOLOGÍA Y LOS MISOLOGOS

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Misología es una palabra que no se emplea en español. El Dr. Bruni Celli me comentó en una ocasión que él había propuesto el término a la Real Academia para que lo incluyeran en el diccionario, creo que aún no ha sido reconocida.

El término, en cuestión, es una palabra compuesta miso-logia. Que se puede traducir como: odio a la razón; odio a la palabra; odio a razonar: odio al diálogo… Como vemos la misma está en el fundamento de la intolerancia, el racismo, el totalitarismo de derecha o izquierda, la segregación y en todas aquellas actitudes que niegan al otro y no lo reconocen.

La palabra es usada por Platón en «República[1]». Donde hace referencia a esta condición que no permite la comunicación entre los individuos e imposibilita la construcción de la ciudad y de la  ciudadanía. Si de algo se ha estado padeciendo en Venezuela, durante estos últimos veinte años, es precisamente de misología.

Los adeptos a las tendencias políticas en pugna se adversan y niegan la existencia del otro. Ambos se han convertido con esta actitud en misologos. Pues, niegan la posibilidad, a través del odio, toda posibilidad al diálogo y a la razón. Lo que se quiere es venganza. Se han vuelto intolerantes unos contra el otro. De allí, que haya triunfado tan fácilmente la perversa tesis de la «polarización»; cuando, en verdad, ésta ha sido una mera manipulación.

Los comentarios que se pueden leer en las diversas redes sociales están cargados de odio. No hay política, lo que hay es el deseo de exterminar al otro. De esto se han encargado los políticos con sus discursos de intolerancia y los profesionales de la discordia que por todos lados siembran cizaña entre la población. Y la población padeciendo el mal gobierno ha terminado por hacer del odio algo natural.

En vez de política lo que se hace es misología. Lo que se hace es fomentar la oposición feroz entre los ciudadanos. Que andan indefensos y atemorizados ante los otros, no importa si lo conocen o no. El otro es sencillamente un enemigo, al cual hay que arrasar. Nos negamos aunque sea mínimamente al intento de hablar, nos encerramos en nosotros mismos para no oír a los otros. Esto es parte de la amargura que vemos en la población.

El venezolano era hasta hace poco un sujeto extrovertido en los espacios comunes, habla con todo el mundo y todo el mundo opinaba. Había cierta tolerancia. Con la llegada de Chávez Frías al poder, ya no se podía opinar porque inmediatamente se era etiquetado o de «chavista» o «escuálido», ambos términos usados de forma peyorativa y ofensiva.

Cualquier intento de razonar era echado a un lado. No se aceptaba ni se acepta aún la posible neutralidad, ésta ha sido y es vista con malos ojos. Algún profesional de la discordia y de la cizaña bautizó a esta tercera parte de la población como «ni ni»; un término, tal vez, más despreciativo y ofensivo que los dos anteriores. Puesto que, esta parte de la población no les daba la razón ni se ponía de parte de ninguna de las dos partes. Esto era y es inaceptable para los misologos.

A esta tercera parte de la población[2] se la hizo invisible. Ambas partes la negaron en su totalidad y han sido tratados como parias. Le han negado su existencia. Por ello, el triunfo de la «polarización». Porque ésta niega que ha habido un tercer segmento, y muy grande, que disiente de la forma perversa de hacer política mal sana. Política que ha conducido al odio y al resentimiento.

En Venezuela, se ha instaurado la «era del resentimiento» fundada en la misología. Todo aquel discurso del venezolano como un pueblo amistoso y abierto se ha diluido en el odio; en la instauración, como titula Pankaj Mishra su libro, «la edad de la ira». Eso es lo que ha sembrado y cosechado el discurso político intolerante tanto de izquierda como de derecha en Venezuela.

La misología y los misologos han triunfado y dirigen los designios de la República. Nada bueno puede resultar de esta práctica, aunque la misma la pinten de rosado y la intenten endulzar. Por esta razón, es que en todos estos años ha sido imposible la posibilidad del diálogo. Nadie lo quiere. Ni los políticos ni sus adeptos, estos últimos porque se considerarían engañados, porque es están natural odiar y negar al otro que no hay otra forma se poner la mirada despreciativa sobre aquellos.

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[1] No tengo a mano el texto bilingüe para poder indicar el lugar en cuestión.

[2] Se pueden consultar los datos del CNE (los que están disponibles) para corroborar que en las elecciones presidenciales desde 1998 hasta el presente el porcentaje de abstención rondó por un 33%.

EL AGENTE DE LA CIA Y LA MAMARRACHADA POLÍTICA

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Un amigo de la Escuela de Matemática cada vez que nos veíamos me decía «Mira, es que Chávez Frías es una agente de la CIA puesto ahí para acabar con la izquierda en Venezuela». Para mis adentros pensaba, este loco del carajo. Sin embrago, siempre me quedaba la intriga y la curiosidad de tal afirmación.

Uno podría esgrimir cualquier argumento para dudar de la primera parte de la afirmación de este amigo. No obstante, la verdad evidente de la segunda parte de aquella afirmación se puede ver en las acciones del mentado. Ya que, nadie puede negar que Chávez Frías acabó con la izquierda en Venezuela; incluso podemos decir que también lo hizo con la derecha.

Hay que señalar algo con respecto a eso que en Venezuela se llama izquierda. Los partidos políticos en Venezuela se formaron durante el periodo de Juan Vicente Gómez. En su mayoría o todos eran partidos socialistas: socialcristianos (COPEY), socialdemócratas (AD) y comunistas, de este último se fueron dividiendo los diversos partidos socialistas. Por otra parte, de los socialdemócratas (adecos) se dividió el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR).

Con la anterior he querido señalar que lo de derecha en los partidos políticos venezolanos es algo ambiguo. Pues, la derecha política la representaba el ejército, esto es, lo andinos en el poder. Ellos eran la verdadera derecha venezolana. Tal vez, al fenecer el proyecto andino con el gobierno de Pérez Jiménez, los comunistas y socialistas empezaron a llamar derecha a los partidos políticos opuestos a sus tendencias.

Los partidos de izquierda eran una minoría, solo alcanzaban en las elecciones presidenciales entre un 5 o 3 por ciento de los votos de los electores. A esta cifra la llamaban «el 3% histórico». Nunca lograron alcanzar un mayor porcentaje electoral. Aunque si tenían un pequeña representación en el Congreso Nacional y una voz política propia.

Además, tenían (la izquierda) un trabajo sostenido en el ámbito sindical y universitario desde los tiempos de Gómez. No eran unos parias. Aunque había las diferencias políticas propias de este ámbito, había también un cierto respeto por sus opiniones y su trabajo político. Con todo esto acabó Chávez Frías.

El mentado acabó con todo un trabajo político de casi ochenta años. Y solo sumó el desprestigio que actualmente tiene la izquierda. Además, hay que decir que la izquierda se prestó para eso. Se «bajó los pantalones» como se dice en criollo. Se convirtieron en unos mamarrachos políticos, y ahora están padeciendo las consecuencias de esa actitud abyecta.

La izquierda es sinónimo de corruptos y corrupción. Ostentan otros muchos títulos denigrantes y con razón. El daño político es irreversible a corto plazo, y quién sabe si a largo plazo también. Las acciones y el legado del mentado fueron, en verdad, con la intención de convertir en estiércol a la llamada izquierda venezolana, y lo logró.

Con la llamada derecha hizo lo mismo. Pero acá se dieron otras circunstancias, más propias de que la derecha no supo leer las nuevas reglas políticas y de la situación. Lo que salva a esta llamada derecha es que son oposición, y como toda oposición en Venezuela cuenta con el beneplácito de la gente. Aunque fue esta misma gente quienes los desplazaron.

Porque la verdad es que la derecha, entiéndase socialdemócratas y socialcristianos, se mataron ellos mismos. Al convertirse en unos corruptos y depredaros, en la década de los noventas ya nadie creía en ellos. No fue Chávez Frías quien acabó ellos, fueron ellos mismos los que se pusieron la soga al cuello. E incluso, podemos señalar que con Chávez Frías aparecieron en el escenario político verdaderos partidos de derecha.

Las pataletas las comenzaron a dar cuando cayeron en cuenta que habían perdido el poder. Eso fue en el 1998. Allí se ofuscaron y se enredaron políticamente, se desesperaron a tal extremo que ellos mismos terminaron por acabar con sus propios partidos. En este sentido, el mentado es un factor determinante en esa hecatombe.

Ya en la presidencia, el mentado aprovecho las debilidades y los enredos de sus adversarios para irlos liquidando. Pues, la gente los repudiaba, incluso para insultar a alguien se le gritaba «adeco». Hasta ese grado la ignominia de esos partidos llamados de derecha.

Actualmente, gracias al legado del difunto ya no se distinguen las diferencias políticas. Solo hay acomodados y no acomodados, estos lo representan la mayoría de la población. Entre los acomodados políticos están unos mejor acomodados que otros, es decir, que están haciendo bueno negocios con los dineros del Estado venezolano. A esto se ha reducido todo, quién roba más y mejor.

De allí que aquella afirmación que hacia mi amigo de la Escuela de Matemática cobre cierta relevancia y verosimilitud, a medida que pasan los días. Pues, lo que se logra ver es que esto es un «quítate tú para robar yo». De política solo queda un aguaje. Una sombra siniestra, que es la mamarrachada de esta nuevo siglo que ya se siente viejo.

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ES ESTO UN VENEZOLANO: UN SUJETO AMARGADO

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Pino Iturrieta señala, en «Venezuela metida en cintura», que el venezolano del siglo XX no tiene nada que ver con aquel del siglo XIX. Son dos tipos de venezolanos. El del siglo XX ha sido modelado por la estructura y relaciones de poder establecida por los andinos. Éstos lo han modelado.

Algo semejante podemos decir del venezolano del siglo XXI. El venezolano era dicharachero —verbo en pasado— se la pasaba todo el tiempo en una mamadera de gallo. Uno iba al mercado municipal y aquello era un relajo permanente, unos y otros se la pasaban chanceándose a gusto todo el día.

En la coyuntura que vive  en el venezolano desde el 2013 se ha vuelto un ser sin sonrisa. Un ser amargado. En los mercados actualmente, por ejemplo, se encuentra uno con individuos taciturnos, ensimismados en sus desgracias; sujetos extraviados en la realidad que los ahoga. Lo mismo podemos decir de lo que vemos en el Metro, en las plazas, en general en todos los ámbitos de la ciudad y el campo.

 En este inicio del siglo XXI se ha ido conformando otro venezolano. Unos sujetos que han tenido que huir por miedo al hambre, impulsados por la necesidad de sobrevivir en otros países, en la medida que éste desaparece como tal. El venezolano es un sujeto deprimido, que solo habla de las desgracias de él y de todos.

Si los andinos en el poder transformaron al venezolano del siglo XIX. El chavismo, esa cosa llamada socialismo, ha transformado al venezolano del siglo XX. Es palpable este cambio, a diario uno lo percibe. La gente lo escribe y habla de ello. Sabe, la gente, que el venezolano no es igual al de antes.

Lo que se han ido en estos últimos cinco años todavía están en la etapa de la depresión, lo que se han quedado parecen sonámbulos. La calle es un teatro de la no-vida. La ausencia del impulso vital ha ido muriendo. Todos los que permanecen en este estero infra-viviendo están perdiendo el tiempo.

Hay una desesperación contenida, reprimida. Unos ganas de salir corriendo para donde sea. La desesperanza reina en todos. Se hacen las cosas porque es necesario vivir y alguien tiene que echar el cuento más adelante. Es terreno para cualquier cosa, la resignación, la humillación, la conformidad; para la resistencia interna y la espera deber caer al enemigo.

Los contrastes del discurso político son cada día más aterrador. El rasero de la miseria humana es impuesto desde el alto gobierno. No hay condición humana. Y cada día uno se pregunta ¿es esto que vemos en la calle un hombre?

Estos que están en el poder han cerrado las puertas y puesto en marcha la infelicidad. Poco a poco la población se ha enterado con angustia que su destino es son las incomodidades, los golpes, el hambre, la sed. Una desesperación sin fondo. Donde el deseo de vivir es una resignación consciente.

Un camino lento para la vida, enervante para la angustia. Desde donde se ve desfilar la miseria, con el corazón puesto en la esperanza de la vuelta. Con la representación cruel de la sobrehumana alegría de volver por allí otra vez. Donde ninguno deseara huir convertido polvo humano.

El sufrimiento por el hambre como una pesadilla interminable donde la indiferencia reina. Parece una condena a caminar hacia la muerte sin dignidad. El desmembramiento de los sueños personales, familiares… A veces interrumpidos las frecuentes riñas fútiles de los políticos de marras. Que ha convertido a los ciudadanos en una masa humana confusa y continua, torpe y dolorosa.

La idea llevada a cabo parece ser que nos sintamos «del otro lado». En una marcha de extrema lentitud de una noche cerrada, en mitad de una nada oscura y silenciosa. Donde solo se ve la luz mísera, el rumor de lo deshumano, donde a diario se espera que suceda algo.

Así va pasando la vida uno juntos a los otros, donde la desgracia nos ha golpeado a la vez pero poco sabemos el uno del otro. Como si fuese una despedida de la vida sin vida. Sin embargo, nos quedamos cada uno en nuestro apartado rincón, sin atrevernos a levantar la mirada hacia los demás.

No tenemos donde mirarnos, solo tenemos delante una vaga imagen de nosotros, que es reflejo de miles de rostros lívidos, miserables y sórdidos. Ya estamos transformados en los fantasmas. Entonces nos damos cuenta, como dice Primo Levi, «de que nuestra lengua no tiene palabras para expresar esta ofensa», esta destrucción de los individuos.

Se nos muestra, a diario, que hemos llegado a un fondo al cual se puede llegar más bajo al día siguiente. Cada día es una condición humana más miserable. No tenemos nada nuestro: nos han quitado los sueños, las esperanzas, los deseos; si llegamos a hablar nadie nos escuchará, y si llegan a oír no nos atenderán.

Falta que nos quiten hasta el nombre. “Y si queremos conservarlo debemos encontrar en nosotros la fuerza de obrar de tal manera que, detrás del nombre, algo nuestro, algo de lo que hemos sido, permanezca” recomendaba Primo Levi.

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DE LOS APROVECHADORES Y EL USO MERCANTIL DE LOS DEMÁS

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Los aprovechados siempre han existido, porque como decía Rafael Martínez Arteaga «de quién va vivir el vivo sino es del pendejo». Uno existe por el otro. Y esta relación se da en muchos ámbitos. No hay discriminación en la utilización de unos por el otro.

El aprovechado hace uso utilitario del otro, y éste se deja aprovechar por distintas razones. Algunos se enriquecen a costa del otro, otros solo hacen uso permanente de los demás. Incluso algunos utilizando el discurso social de la inclusión y de la socialización terminan haciendo uso de los demás.

El discurso contra el capitalismo, por ejemplo, es una herramienta efectiva para que los demás caigan en la trampa de ser usados. El aprovechador es astuto en su arte, se disfraza de oveja siendo lobo. En lo político el oficio del uso de la gente está a la orden del día.

Muchos de los discursos políticos, esos que se dicen llamar sociales; que dicen ser preocupados de la gente son meras patrañas para sacar provecho de la gente. Dice estar por la mejoría de la gente y lo que hace es explotarlo para su provecho personal. Eso lo vemos a diario.

El aprovechador es un encantador de serpiente, dice una cosa y hace otra. Manipula socarronamente, para sacar el máximo provecho para su bolsillo, en desmedro de los incautos que se dejan utilizar. Los discursos sociales es un discurso que se aprovecha de la necesidad de los otros para sacar ventaja y lucro.

Es sorprendente como ese discurso social engatusa a la gente. Hurga en la miseria humana para doblegar a las personas, someterlos a su antojo. Cuando ya las personas no le sirven los desecha como basura. O cuando las personas quieren quitarse de encima al aprovechado éste utiliza todos los recursos para someterlos.

Como aprovechador es, así mismo, manipulador y controlador. Todo debe regirlo él. Cualquier desliz no lo permite. Esto lo apreciamos en los grupos políticos, en las asociaciones comunitarias, en los grupos sociales… que anda con un discurso que está disociado con la práctica mercantil que ejecutan.

La práctica mercantil de los aprovechados es feroz, tal vez más descarada que de aquellos que supuestamente crítica. Éste pone cara de santo, de no romper ni un palto, de mosquita muerta mientras se enriquece de los demás.

Aunque todo su discurso gira en las mejoras sociales y el prójimo, éste solo sirve para aumentar sus cuentas bancarias. El descaro del aprovechador se esconde esa palabrería pseudo-humanista, que esconde su condición de ser rapaz.

De este modo, han montado su negocio, se han lucrado del trabajo y de la colaboración de los demás. Y se desgarran las vestiduras clamando por una sociedad más humanitaria. Son chupasangres, vampiros sociales. En el internet abundan quienes hacen sus negocios aprovechándose del beneficio de los otros.

Estos aprovechados se hacen los remilgados detrás de sus discursos sociales y humanitarios, pero solo son unos vividores. Sacan todo el provecho que pueden de aquellos que se prestan a colaborar o trabajar con ellos. Si se les dice algo, dirán que son cuentos o inventos con malas intenciones a su buena voluntad.

Hacen negocio con la gente y se aprovechan de ésta. Parecen, en primera instancia, que quieren compartir y ayudar a todos; pero no es así. Esa solo es la mascara de su lucro mercantil. El uso del otro para beneficio propio es inherente de estos desalmados.

Un ejemplo está en lo presente, en lo que estás viendo. Y como dice Connelly: “La gente civilizada del mundo, aquellos que se ocultan detrás de la cultura y el arte y la política… e incluso la ley. Es de ésos de quienes hay que cuidarse. Tienen un disfraz perfecto. Pero son los más crueles. Es la gente más peligrosa de la tierra”.

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LA PRÓSTATA DEL GENERAL

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Si no hubiese sido porque el General Gómez estaba malo de la próstata a lo mejor hubiese mandado unos veinte años más. Quién sabe. Porque el hombre de La Mulera tenía ganas, y tenía con que, de seguir en el poder.

En el libro de Agustín Blanco Muñoz, el General Pérez Jiménez dice, palabras más palabra menos, que «lo único que tumba gobierno es el ejército». Con esta verdad palmaria, el hombre de Michelena, acaba con el cuentico pseudorománticon de aquello del pueblo, los estudiantes, la clase obrera… y toda esa monserga que se inventaron los comunistas y social demócratas para terminar asustados celebrando el dichoso 23 de enero.

Después firmaron el llamado «Pacto de Punto Fijo» para protegerse de aquellos andinos que no querían dejar el poder. Luego los comunistas y la llamada izquierda se inventaron unas ficciones ideológicas, para hablar mal, y darse de marginados sociales, de los que se quedaron en el poder negociando con el ejército[1].

Esperar que el asunto lo resuelvan a nivel internacional es una desfachatez. En algún artículo que escribí[2] señalé que Almagro es un agente del chavismo, porque cada vez que este hombre habla en la casona, mal llamado palacio, de Miraflores le dan otra vuelta a la tuerca para fijarse al poder con mayor ímpetu.

¿Para qué esa palabrería anterior? Porque en estos días de bochinche, como decía el Generalísimo, es palmaria la verdad que el ejército mantiene en el poder a la administración de Maduros Moros. Aunque todo el mundo político sabe esto, pareciese no entender qué hacer con esa realidad.

En el escenario actual, el conflicto permanece en la fase de «escalada», brevemente entra en «estancamiento» y vuelve a la escalada. Los mediadores no logran que las partes se lleguen a poner de acuerdo en cómo abordar el conflicto. Algunos necios, con malas intenciones premeditadas, le achacan la culpa a los mediadores; cuando bien saben que los mediadores solo son eso.

Ahora bien, ¿con quién negociar? De acuerdo al párrafo uno, dos y tres, pareciese que el negociador de la oposición no fuese el gobierno, sino el ejército (estoy llamando ejército a todo estamento militar, es decir, FANB) Pues, éste detenta el poder de mantener en su lugar a la administración de Maduro Moros.

¿Qué negociar? Eso es asunto de la oposición[3]. Pero, se podrían decir dos cosas, que solo son supuestos. Primero, que el ejército no quiere negociar o que no le han planteado una buena propuesta. Segundo, que la oposición no sabe negociar con el ejército.

Bergson decía que «un problema bien planteado es un problema resuelto», podemos decir, meros supuestos. Primero, que parece que no hay un problema bien planteado, de allí que no haya una solución. Segundo, que no las partes no quieren plantear bien el problema para no conseguir la solución. Pues, a  ambos les conviene permanecer en la fase de «escalada». Ya que sacan provecho económico de la situación.

En la solución de conflicto, cuando se está en la fase de escalada hay cierto financiamiento, para buscar solución al mismo. De este financiamiento se benefician muchos políticos y otros más. ¿Será que los políticos venezolanos están viviendo de estas prebendas? No sería extraño, con lo largo que tienen los dedos ambas partes.

Ambas partes, da la impresión, quieren mantenerse en la fase de la escalada, porque les conviene a sus intereses. Hay un estira y encoge sospechoso. Un no entrar en la negociación. Eso quiere decir que tienen cartas bajo la manga, ambos tienen fuerzas que los apoyan. Hasta que estas fuerzas no se desgasten, no se sentaran a la mesa. Hay que recordar el «Pacto de Coche».

A todas estas, la población en general prácticamente se ha desentendido de los políticos. Solo está pendiente de su desgracia, que es mucha a diario y sin descanso. Con el hambre y la miseria tiene para ver si llega al otro día. Los políticos le son, a la población, tan indiferentes como una bosta en la acera. Cada uno va en carriles paralelos, en eso se ha terminado.

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[1] En estos tres párrafos se formula el principio de «las reglas son las reglas». Expuesto en el artículo https://obeddelfin.blogspot.com/2018/12/el-dilema-de-dada-o-la-no-mendicidad-en.html

[2] Ver. https://obeddelfinblog.wordpress.com/2018/09/18/de-la-intervencion-militar-a-la-anulacion-de-la-esperanza/

[3] Ya el artículo estaba redactado cuando en los diarios, en fecha 15 de enero de 2019, se lee la noticia que la Asamblea Nacional (entiéndase oposición) aprobó la Ley de Amnistía para los militares.

DE LA MENGUA POLÍTICA AL SEÑORÍO SIN SENTIDO

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«No molestes al perro que duerme», dice el dicho popular.

 

La mengua política ha sido acelerada e indetenible. La misma se ha producido por la ineficiencia gubernamental. La soledad que ha venido caracterizando al gobierno mesiánico cada día se agudiza. Ellos que esgrimieron la tesis de polarización política, ahora se encuentran en un solo polo y bastante frío por lo que se percibe.

La apatía política era fácil de predecir después del líder político. La indiferencia que ha ido reinando también. La incompetencia estaba en germen desde el inicio, por esa particularidad de siempre querer inventar el agua tibia. El discurso cada día más agotado y repetido. Ahora no tienen rivales políticos, se han quedado solos.

Para echarle la culpa al otro han sido muy eficientes. Pero eso tiene un límite, como es el caso actual. La oposición ha desaparecido, momentáneamente, por sus propias torpezas. Queda el imperio y otros países a los cuales es fácil hacerlos autores de los desastres que hace la administración actual.

Todos los poderes los han ocupado, por las buenas o por las malas. A nadie parece interesarle semejante situación. Al quedarse políticamente solos, se ha podido ver cuan poquitos son o cuan poquitos van quedando. Están en una forma lastimera y de la mengua han llegado a ser una monarquía. Uno solo gobierna. Uno solo para todo y para nada.

Cometiendo un exabrupto se podría decir que actualmente somos una república-monárquica. Lo de república está en entre dicho por los desmanes a las leyes. Pero una república donde gobierna uno solo es más que una destemplanza, es una aberración. Ahora que lo lograron se le ven las costuras por todos lados.

Buscan a quien echarle la culpa, miran para todos lados y solo se ven a ellos solos. La monarquía de un socialismo malo es lastimosa. Dejarlos solos fue una estrategia que la oposición no supo hacer, de allí parte de su fracaso. Sin embargo, a medida que ésta ha ido difuminándose, y ellos han persistido el gobierno del partido único se ha hecho realidad. Pero tal realidad es su propia aniquilación.

Como no hay quien los critique. Cada vez que la situación se hace muy aguda buscan uno de sus adalides y lo hacen hablar en contra de las acciones gubernamentales, esto le ofrece un respiro. Porque entre ellos mismos pasan días haciendo especulaciones de la necesidad de ser críticos. Están en estado o modo (como dicen ahora) masturbatorio.

Se dan placer a ellos mismos, ni siquiera entre ellos mismos. Es el gobierno de uno solo. Del único vencido. Se han enredado en su propia trampa, se han mordido la cola, y ahora no pueden soltarse. Inventan atentados, golpes de estado; parece que lo desean fervientemente para ver si salen del atolladero en que se han metido. Pero nada sucede, para su desgracia.

Se ha llegado a la inanidad política. Algo que estaba en el horizonte desde hace rato. Y no es para menos con los actores políticos que hacen vida en el circo nacional. Esta es monarquía sin rey, ni vestido ni desnudo. Es un gobierno de uno, de un discurso repetitivo y obtuso; al cual nadie atiende ni quiere atender, el hablante se dirige a una corte de sordos.

Chachara agotada por inservible. La población anda por su lado y la monarquía en su fantasía. La población resuelve como puede el día a día, siempre lo ha hecho. Cada día los agentes políticos son más espurios, más desangelados. Son meras almas en pena, perros hambrientos tras un hueso.

Hacen toda clase de moriquetas para ver si llaman la tención, pero nada. Son tan ignorados que casi dan lastima. La penuria política se ha venido como una avalancha, y como tal crece en su caída arrastrándolos con ella. Todo les sale torcido.  No dan píe con bola, dice el dicho.

Están escasos de todo. Cada día van quedando más solos, irremediablemente solos. Nadie los quiere y si los quieren es para otra cosa. De esta mengua parece que no salen, y en esta monarquía parece que perecerán. Todo el mundo ve los toros desde la barrera esperando el desenlace, aunque ya no importa cuándo.

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EL ÚLTIMO FESTÍN DE LOS COCODRILOS

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El documental «el último festín de los cocodrilos»[1] muestra como la vida animal, entorno a una charca de agua, desarrolla un proceso de depredación a medida que la sequía arrecia.

La lucha por la sobrevivencia que depende de un trago de agua se hace extrema; pues los cocodrilos, que dominan la charca, se hacen cada vez más agresivos y peligrosos para el resto de los animales que allí abrevan. Con el paso del tiempo y de la extrema sequía las condiciones se hacen más difíciles. Y el riesgo es más mayor para quienes necesitan del agua, que son todos los animales.

El nivel de la charca baja cada vez más rápido, mientras aumenta la competencia y agresividad por conservar la vida. Los cocodrilos están a la caza de cualquier otro animal que se acerque a beber. Las condiciones se hacen cada vez más extremas, tanto para cualquier especie como para los cocodrilos mismos; aparentemente éstos últimos no se dan cuenta de ello.

La charca se convierte en un lodazal inmundo y el calor aumenta cada día por la sequía. La necesidad del agua es apremiante. Los cocodrilos dominan la charca. Sin embargo, llega un momento que entre ellos deben enfrentarse para determinar quién se queda con el dominio del lodazal.

La charca que se ha ido reduciendo poco a poco termina por secarse, y con ella muere el último cocodrilo que allí dominaba. Así se presenta un extremo difícil de la vida animal. Ahora bien, esto es en el mundo natural, pero ¿qué sucede en nuestro mundo político?

En estos últimos años, por las condiciones materiales inducidas nos han construido una charca, en la cual nos han aventado y en la cual sobrevivimos. En charca inmunda ya, hay cocodrilos que reinan sobre todo lo que hay apropiándose de la vida de los demás. Conceden algunas migajas a aquellos que se les pueden arrebatar. Han conseguido que la población esté en un estado de depredación consigo misma. Y todo lo que no sea ganar dinero supera su capacidad de comprensión clara e infinitamente.

Cocodrilos son esos funcionarios públicos y empleados privados que se aprovechan de su posición para exprimir la miseria de los otros. Pedir por algún producto pago en efectivo cuando sabe muy bien que es difícil conseguirlo; el tunante de la alcabala que cobra «el peaje» a todos los camioneros que pasan por la autopista; el ruin que hace negocio con la documentación de los ciudadanos. Cada uno hace de cocodrilo en la charca.

Esto se ha convertido en un lodazal por la sequía política del momento y en este fango reinan los cocodrilos. Los demás furtivamente tratan de beber de la sucia charca, a riesgo de sus vidas. Si algún individuo consigue algo de agua, se convierte inmediatamente en un cocodrilo feroz. Allí están los que revenden la comida del sistema de abastecimiento, el cocodrilo que en las estaciones de servicio cobra a los que hacen cola para surtir de gasolina.

Si la vida salvaje es esa manifestación por la supervivencia. La vida en lo que queda de Estado es cosa inhumana, pues la perversidad del miserable aflora en la sequía. Del árbol caído todo el mundo saca leña, dice el dicho popular; y como la población es ese árbol caído, todos los cocodrilos que viven en el fango sacan leña de la miseria, de la necesidad de cada individuo.

En esta sequía hemos estado doblados por el pesado fardo que esos cocodrilos nos han impuesto. Somos permanentemente insultados, amenazados por unos y otros; azorados y sin la menor esperanza de acabar sino entre las amenazas y el estiércol. El asco por habernos visto torturados, engañados hasta los tuétanos por una horda de desquiciados furiosos; incapaces éstos de otra cosa que de la burla y el vejamen diario.

Sin saber por qué nos hemos visto obligados, a fuerza de insultos y a fuerza de amenazas, de estos cocodrilos, a ponernos en filas infames para cargar con esta miseria que nos han echado encima. Mientras ellos, todo lo que pueden cargar se lo llevaban, hasta las cosas más fútiles. Todo vale en esta depredación. Roban para distraerse, para hacer ver que aún tienen deseos de eternidad.

La situación impuesta nos ha conducido a esta supervivencia mínima. Mientras que el cocodrilo más grande y gordo se regodea a sus anchas en la charca putrefacta. Sin embargo, el destino de la charca es secarse y aquellos que reinan de la sequía morirán con ella, la sequía terminara por consumir a todos esos cocodrilos por igual. Pues, la pobreza siempre hiede a miseria, a vanidades interminables y a resignaciones inmundas.

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[1] https://www.youtube.com/watch?v=nIHz63sRwQQ