DE LA SULTANA DEL ÁVILA A LA CHANCLETUA DEL WARAIRA REPANO

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La capital de este erial bolivariano la ha alcanzado el destino que tanto han querido negar los mesiánicos, a la ciudad, le ha tocado beber unas cucharadas de ese amargo chocolate eléctrico. Mientras el resto de lo que queda de país ha vivido en la oscurana, incluso por decreto Presidencial, nunca importo cuáles eran los derroteros del sistema eléctrico nacional. Todo se basaba en que Caracas disfrutará de energía eléctrica y no hubiese ni asomo de un apagón.

Los gobiernos socialistas del siglo XXI corrieron la arruga cuanto pudieron, para que la oscurana no llegara al píe del Ávila. Primero, fue el gobierno de Chávez Frías, el cual destino millones de dólares a comprar unas plantas eléctricas de dudosa reputación y uso. Las mismas parece que nunca sirvieron para nada, se las compraron a Cuba o a unos cubanos.

De haber sido compradas tales plantas eléctricas al país caribeño, por primera vez nos enteramos de que el mismo era o es fabricante de tales equipos eléctricos; extraño eso porque ha sido un país que ha sufrido lo suyo por la carencia de energía eléctrica. Si se las compraron a unos cubanos, éstos deben ser unos cleptómanos igual que los venezolanos encargados de hacer dicha compra; ambos se deben haber repartido entre ellos unos buenos dólares de la nación. Seguro que compraron unos equipos clasificados de primera claridad, cuando en realidad debe haber sido chatarra.

Ministros y otros participaron en esas compras, unos ya muertos otros en el extranjero. Tales compras solo sirvieron para correr la arruga y poner un velo de ignorancia sobre lo que pasaba y pasa; nunca estuvieron en disposición de solucionar el problema real que es lo hoy nos deja a oscura y sin vista. El gobierno de Maduro Moros, prepotente e ineficaz, por su parte siguió el mismo derrotero.

Cuando ya era inminente que el problema alcanzaría a Caracas, lo que se le ocurrió fue el decreto de racionamiento nacional; pero eso sí cuidado que no haya apagones en la capital. Nunca se puede estirar tanto una arruga, ya que ésta termina por romperse y darle en la cara a quien tanto la estira o produce un reflujo que termina ahogando al individuo. Que es lo que ha ocurrido.

Sin embargo, el mesianismo siempre está preparado para echarle la culpa a otro u otros. Nunca para asumir su responsabilidad. Así como creemos que está el sistema eléctrico nacional, porque no se sabe cuán grave está debido a la práctica de la información escondida. Asimismo está el sistema hídrico, el sistema petrolero, el educativo, el hospitalario… Todo está a modo de chatarra cayéndose a pedazos. Pero recordemos la culpa es de alguien más, posiblemente la culpa sea del imperio de las galaxias.

Cada vez que sucesos de este tipo ocurren, el discurso mesiánico recurre al terrorismo como chivo expiatorio. Con lo cual aumenta la represión corporal y psicológica sobre la población. La actual administración aplica el terror en sus diversas vertientes, todo con el fin trascendental de salvar a la población de las garras del mal. Si la cosa se pone más ruda posiblemente deben tener en mente la aplicación de algún  «pogromo», pues pensaran que nunca es tarde para aplicar uno.

Nunca, por otra parte, se sabrá la dimensión de las pérdidas monetarias de los negocios y de lo que queda de lo que se llamaba aparato productivo; total a nadie le interesa esas cosas dirán los mesiánicos. Tampoco se sabrá las pérdidas de vidas en hospitales y en casas de familias; esto tampoco entra en las estadísticas del gobierno revolucionario. O de los medicamentos que necesitan estar refrigerados como es el caso de los medicamentos para el tratamiento del cáncer; eso tampoco entra en los cálculos celestiales de la revolución.

Tanto huirle a la realidad del desastre nacional no fue posible, los y nos alcanzó el destino. Tenía que alcanzarnos. Orondos y lirondos salen a declarar los fútiles funcionarios de la nada, repiten el guión programado que les han elaborado; y cuidado si alguien disidente de la palabra santa de tales funcionarios, porque será clasificado de vende patria o traidor. Lo cierto es que este erial sigue a oscuras, mientras tratan de ponerle luz a Caracas aunque sea.

En cualquier momento saldrá algún acólito del mesianismo diciendo que los apagones son para poner «a prueba la voluntad de los hijos de Chávez y Bolívar», «para medir la entereza del pueblo heroico y revolucionario». «Pues hay que permanecer rodilla en tierra para enfrentar el mal imperial». Alguna barrabasada de este tipo se les ocurre y la convierten en la canción necesaria.

Lo cierto es que lo mesiánicos han hecho pasar el rasero de la igualdad y han convertido la nación en una región oscura, cosa nada fácil de realizar pero lo han hecho.  Tienen merito para eso, no hay que negárselo. Sería mezquino de parte de cualquiera no reconocer semejante habilidad para arruinar como dicen ellos mismos: «la mayor reserva de agua, la mayor reserva de petróleo, la mayor reserva de oro». La mayor reserva, también, de seres ineficientes y mendaces.

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LA SERVIDUMBRE Y EL AMO

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Cuando el venerable Hegel escribió sobre la dialéctica del amo y el esclavo no consideró dos aspectos que vamos a tratar acá, porque no venían al caso en ese momento; y tal vez porque no eran pertinentes. El primer aspecto, es que la servidumbre busca al amo. ¿Cómo es posible hacer semejante afirmación?

Esto lo hemos visto a raíz de los dos apagones que han sucedido en la ciudad (Caracas). Los apagones han sido generales, esto es, han ocurrido en toda la ciudad y han dejado a ésta a oscura e inservible. No obstante, a la mañana siguiente del apagón y aún con el sistema eléctrico sin funcionar hemos visto a la gente ir a sus trabajos. ¿Es qué acaso no se han dado cuenta que no hay electricidad y que nada funciona?

El sistema del Metro no funciona porque no hay electricidad, el único desplazamiento posible es a píe o en el transporte colectivo —el cual es muy escaso— Entonces, si nada funciona ¿Por qué esta gente está yendo a su lugar de trabajo? ¿Qué los atrae al mismo? ¿La amenaza de ser despedidos?

¿O es qué tal vez en sus casa la situación es peor? ¿O es qué prefieren salir a la calle para, por lo menos, ver otro paisaje? No debe haber una explicación racional para este comportamiento, en una situación como la de un apagón general, lo más sensato sería quedarse cada quien en su casa, para estar atentos a la familia, a los vecinos.

¿Cómo ha llegado esta gente a su lugar de trabajo? ¿Se han venido caminando o se han montado en un colectivo atestado? En caso que el local de trabajo abriera sus puertas no podrían hacer nada, porque no hay electricidad. Si son locales comerciales es imposible. Alguien podría decir es que tienen planta eléctrica propia, está bien. ¿Pero cómo hace una transacción comercial si el sistema bancario no funciona?

En un apagón hay una inoperatividad general. Entonces ¿Por qué el empleado va a su trabajo si no hay posibilidad de laborar? ¿Qué lo mueve a trasladarse? ¿El miedo o el sometimiento? ¿A qué o a quién? Es difícil decir algo sensato cuando uno observa una situación de este tipo. Es en verdad un comportamiento extraño, no quedarse en un lugar resguardado a la espera que todo se normalice.

¿Acaso esta gente carece de un lugar de resguardo? ¿Será que aun cuando viven en algún sector éste no ofrece ninguna garantía de protección? De ser así, la condición humana debe ser demasiado precaria para estos seres laborantes. Ya que el lugar de trabajo sería su zona de protección.

El segundo aspecto que deseo mencionar es algo que oí en la serie televisiva CSI La Vegas. En varios capítulos, en particular en los que apareció el personaje de Lady Heather, Gil Grissom (el investigador de la series) señalaba que en la relación dominante-dominado el ganador siempre era el dominado[1]. Creo que nunca explicó por qué.

A partir de lo dicho por el personaje Grimssom tenemos que en la relación amo-servidumbre, el segundo siempre es ganador. Debe ser por el aguante, tal vez. Podríamos pensar que el segundo es algo «duro de matar», para usar el título de aquella película de Bruce Willis. Y esto, en parte, es cierto. La servidumbre es resistente, tiene aguante.

 Este aguante a la larga lo favorece, aunque de la misma relación salga hecho chatarra humana. Incluso la servidumbre en número ocupa mayor cantidad. Por eso es que el amo no se preocupa por la mano de obra, hay de sobra. Aun cuando la mano de obra sea intelectual igual sigue habiendo en cantidad. Lo que necesita la servidumbre es aguante, repito.

Esto le dará la opción ganadora. Aunque en el trayecto tenga que llevar lo suyo. El dominado busca al dominante, aunque Hegel diría que se buscan mutuamente y tiene razón. ¿Cómo entrelazar la primera afirmación y el segundo aspecto?

Si ¿Cómo interpretar el hecho de que la servidumbre busca al amo? Y, por otra parte, ¿El hecho de que el dominado en la relación dominante-dominado siempre gana? La primera parece ser la necesidad de conseguir algo para vivir, es decir, por ser un asalariado necesita que alguien le pague ese salario. Por lo que tiene que convertirse en la servidumbre de un amo.

En el segundo, la cantidad y el aguante lo hace sobrevivir y tal vez esto lo convierte en un precario ganador. ¿Ganador de qué? No sabemos decirlo. Tal vez, de seguir con vida y poder disfrutar un existir. Tal vez, de poder presumir que él es un sujeto útil, y así se siente importante.

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[1] Para lo que me interesa expresar en este escrito le quito el carácter sexual que tiene esta relación en el ámbito de la mencionada serie televisiva.

MESIANISMO: MILITANTES Y SIMPATIZANTES

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El mesianismo —tanto en su versión socialista y comunista— es una ideología donde prima el culto al partido. El cual conlleva en sí una formación a-interpretativa y manipuladora de un supuesto estado revolucionario; un adiestramiento o adoctrinamiento militante que transforma todo discurso en un dogmatismo de fe. Entonces, el partido debe ser experimentado como el seno donde reposa toda la verdad de esta religión secular.

Tal dogmatismo siempre conlleva una historia tormentosa, patética y de rivalidad entre el mesianismo y los demás, que son vistos como enemigos a liquidar. Por esos los militantes no dudan en ver a sus conciudadanos como enemigos a denunciar; todo otros es traidor, que se pasa al campo del capitalismo el día en que no reconoce ciegamente las bondades la revolución y sus profecías. De allí, los cooperantes.

El mesianismo denuncia de buen grado la crueldad de los otros, pero no ve en sí mismo las crueldades que se hacen en su nombre. Todo lo demás es motivo de escándalo, pero no su falta de democracia y dominio sobre la población. Sin embargo, en este dogmatismo de fe nunca consiguen vencer es especie de mala conciencia. Donde plantean que nunca hay otro camino, por eso son hostiles a toda otra opinión. Cuando someten a sus supuestos enemigos políticos reaccionan con la satisfacción de la misión cumplida, como unos cruzados del siglo XXI.

Ha bastado con que haya muerto el líder supremo, para que los sucesores hayan llevado a cabo algunas modalidades extremas de acción política; acciones producto de la patología dogmatica, con que han tendido la mano llena de migajas. A fin de cuentas, les parece que la técnica del caciquismo ha hecho inevitable los excesos del estado de necesidad,  para la edificación socialista de una población inútil por el hambre y la enfermedad.

Las alternativas mesiánicas son de desesperación, pues dependen de la inagotable simplicidad y creencias de los militantes y simpatizantes, predestinados a los campos del hambre y la necesidad. Toda la construcción del mesianismo se basa en el equívoco de esta religión secular, que no es más que el endurecimiento dogmático de opiniones y creencias erradas.

Aquellos que simpatizan con el mesianismo afirman la necesidad de un poder fuerte para establecer una supuesta unidad, superar las querellas partidarias, conducir una política que nos llevará a la felicidad. Es una adhesión y un círculo de vieja tradición de fe, con aliados para el oportunismo y con los demagogos de camisas rojas. Aunque cada vez la usan menos.

La doctrina y el dogma del Partido niegan la libre voluntad de los militantes y simpatizantes, además del resto de la población. Al mismo tiempo exige un auto-sacrificio supuestamente voluntario. Niega el Partido la capacidad para escoger entre dos alternativas, porque siempre solo hay una. Además, le exige al simpatizante que constantemente elija la alternativa legítima, que es por supuesto la que el Partido dicta.

El dogma mesiánico niega la facultad de distinguir entre el bien y el mal, el bien es el Partido, lo demás es el mal. Al mismo tiempo, el discurso mesiánico hablaba patéticamente de crimen y traiciones; que son cometidos contra los postulados de fe revolucionaria.

El militante está colocado bajo el signo de la fatalidad económica, ésta es la cruz que tiene que cargar por siempre. El simpatizante, por ello, solo es una rueda en un engranaje al que se ha dado cuerda para toda la eternidad, que no puede ser detenido ni influido. El Partido pide que la rueda solo gire, que nunca se atreva a ir  en contra del mecanismo e intente cambiar de sentido. Si hay algún error y la ecuación no cuadra todo es culpa del perverso capitalismo. Que es lo demoniaco de la partida.

Esta rueda que solo gira en ese engranaje jamás se le ocurrirá proponer algo o incluso a debatir algún dictado realizado por los sumos sacerdotes del glorioso Partido. Los simpatizantes terminan creyendo a pie juntillas que la revolución está regida por leyes celestiales que no pueden soslayarse ni romperse; por lo cual, no tiene ningún sentido interferir en su funcionamiento.

Esta inflexibilidad revolucionaria hace que a muchos militantes y simpatizantes les falte el carácter para los desafíos políticos y morales. La política, entonces, no tiene nada que ver con los derechos, ni siquiera con la justicia. Pues el discurso mesiánico les dice que la política solo tiene que ver con las clases oprimidas a la cual ellos pertenecen, con la explotación que hacen sobre ellos y con las formas perversas de producción. Y el Partido con sus promesas está para salvarlos de eso.

En el mesianismo todo lo que queda es la política del interés, la política de la envidia, la política de la reelección indefinida, signada por la ausencia de ideales. La política ha sido reducida a una forma de contabilidad social y a la administración de personas y cosas. Lo cual trae grandes beneficios para los sacerdotes y gurús del mesianismo, por eso están tan gordos y cachetones.

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MESIANISMO Y ENTREGA POLÍTICA

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El mesianismo obliga a una entrega total por la causa política, una entrega individual y colectiva. Las funciones de ese traspaso signa la religiosidad de sus adeptos, donde la ausencia de lo trascendente y divino es sustituida por la condición sagrada del líder, que termina por convertir a éste en una ser divino. En este sentido, se lleva a cabo el imperativo de la devoción y el culto a la persona del líder.

Estos mesiánicos han pasado del profetismo marxista a la gran esperanza del siglo XXI. De la supuesta fe revolucionaria a los dogmas pseudo-religioso. El discurso mesiánico admite la renovación de todas las víctimas del gran mal, esto es, del capitalismo. La vocación salvadora, por el sufrimiento de la población, deja saltar lágrimas de cocodrilo. Ellos se consideran los únicos llamados a la humanización de los que sufren injusticia; pues son los únicos que pueden forjan el porvenir.

Sin rechazar ningún recurso refuerzan, solo verbalmente, el carácter de salvador colectivo a través del Partido Único, que es quien representa tal carácter. Alcanza y basta con que el Partido se proclame salvador de la Patria. Éste se convierte en una asamblea depositaría del mensaje de salvación.

Y quien a tal asamblea penetre recibe el bautismo de la voluntad esencial de la obediencia, y de cooperante. Quien se niega a seguir tal asamblea de salvación deja de pertenecer a la clase elegida. Se convierten, por lo general, en apátridas, vende patrias, traidores de la patria. Debemos entender traidores de los mesiánicos porque ellos son la encarnación de la patria.

El método del mesianismo para doblegar a sus súbditos es la violencia, que no es una violencia necesariamente corporal, sino psicológica, de amedrentamiento, de quebrar a la población. Este profetismo se descompone hipótesis históricas, preferencias económicas, futuro radiante, generación de oro, bla bla bla. El Partido-Iglesia petrífica la vida en un dogma animado por una entrega apasionada, que busca reunir su cohorte.

Para el sistema de interpretación mesiánico su dogma nunca se halla en falta. El Partido —siempre en mayúscula, como corresponde a cosa tan digna— no debe sufrir excepciones ni reservas. Pues, su misión es obligar a negar los hechos indiscutibles de los otros, a sustituir los conflictos reales y múltiples por una lucha paradisiaca de seres colectivos, definidos éstos por su función hacia un destino escrito de antemano.

El mesianismo está abarrotado de raciocinios interminables acerca del imperio y los enemigos de la patria. El acomodamiento verbal de sus predicciones a un desarrollo histórico maravilloso no se ajusta exactamente con lo opuesto, lo negativo de la objetiva realidad. El discurso de éstos sustituye los hechos reales por una significación histórica de los acontecimientos, por lo cual todas las predicciones de bienestar se van cumpliendo.

Los mesiánicos concilian los hechos y sus previsiones en cuadros conceptuales, que son insostenibles con la realidad cruda. Donde hay miseria, ellos dicen que hay riqueza innumerable. Mientras pierden el prestigio, ellos se reconocidos en la certeza del porvenir que le han develado a la población.

El mesianismo relaciona cada episodio de la vida de la nación a su movimiento en el curso total de la historia, la historia que ellos mismos han construido. Nada ignoran, nunca se equivocan, y el arte del discurso fraudulento hace concordar toda la realidad venezolana con su dogma.

Profetismo y fanatismo suscitan sentimientos religiosos. Fe en su causa y en la historia que supuestamente los reconocerá. Hablan de caridad para los que hoy sufren y de un mañana, que nunca llega, donde serán triunfadores. Prometen esperanzas, en esto son buenos, en que el porvenir traerá el advenimiento de la anhelada prosperidad.

Esta fe se liga a los lazos de un líder-mesías, al cual continúan exprimiendo para su provecho. Donde la esperanza prometida siempre se refiere a un porvenir que nunca se cumple.  Y si no se cumple es por obra de la violencia de los traidores; la caridad para la humanidad sufriente no se realiza por indiferencia de esas fuerzas ajenas que lo impiden.

La fe mesiánica justifica todos los medios. La esperanza de este mesianismo impide aceptar que haya varios caminos posible, solo impera el de ellos. La caridad mesiánica no deja a los enemigos ni siquiera el derecho de morir con honor.

Los mesiánicos aplican una psicología de secta. El militante está convencido de pertenecer a una élite de elegidos y esclarecidos, que están encargados de la salvación la patria. Los fieles acostumbrados a seguir y repetir dócilmente las interpretaciones contradictorias de sus líderes, se convierten, de esa manera, en sujetos nuevos según la concepción mesiánica. Tales sujetos formados según estos métodos resultan dóciles al poder y plenamente satisfechos con su suerte.

La fe del mesianismo es intransigente, y no puede ser de otra manera. Toda nueva fe es siempre intransigente, aunque esta es vieja y decrepita. Es intransigencia simple, solo ellos. Fanatismo ciego expresado en los decretos del Partido y transfigurado en una guía de que decir y cómo actuar. Que en última instancia, es solo un sistema de interpretación sobreañadido a la incoherencia de los hechos.

Son fanáticos porque dividen a la población en dos campos, según su actitud respecto a la causa sagrada. Ellos son buenos, los demás son malos, así de simple. El militante es obligado a escribir su autobiografía conforme a la verdad revelada por el Partido y solo por él.

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MESIANISMO DOGMATICO Y DISIDENTE

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Los mesiánicos siempre andan en busca de una religión, de identificarse con un enviado que salvará a la humanidad. De aquí que conformen una religión secular que ha llegado a ser común, por no decir vulgar. La difusión de este culto terrenal se manifiesta en nuestra época en todos esos discursos salvadores que tanto nos promete.

 

El mesianismo es una doctrina  o un dogma sin Dios, me refiero al Dios cristiano. Sin embargo, es una práctica religiosa. Los mismos fíeles creyentes en el mesianismo rechazarán esta asimilación entre su llamada doctrina política y la práctica religiosa. Por otra parte, afirmarán dogmáticamente que su creencia permanece incompatible con la fe tradicional que es «el opio de los pueblos».

La disputa entre el mesianismo dogmatico y el disidente es solo una querella verbal. En ellos todo depende de la definición que se dé a las palabras del profeta. La doctrina descubre a los verdaderos mesiánicos de aquellos que han traicionado al eterno. Para los mesiánicos, el mundo es solo una interpretación global de luchas contra el mal, la cual inflama en ellos sentimientos próximos a los de aquellos cruzados de todos los tiempos; fija la jerarquía de sus valores y determina la conducta correcta en su devoción.

Tal entrega a la causa llena, en el alma individual y colectiva, las funciones que de ordinario signan su religiosidad. La ausencia de lo trascendente es sustituida por lo sagrado del líder, que lo convierten en una noción de ser divino. Se hace imperativo la devoción y el culto a la persona.

El mesianismo construye cultos, ritos y pasiones para su tribu, esto es, para sus militantes y simpatizantes. Son prácticas de una devoción terrenal impregnada, a la vez, de un misticismo bárbaro; que termina por convertirse en fe religiosa.

El mesianismo le da vitalidad a lo espiritual y a la autoridad del supremo jefe, a lo que éste ha dicho y lo convierte en legado. Estos ardores religiosos toman por objeto la acción política. El mesiánico arrastra una ruptura mística con su desdicha secular por los hombres.

La ideología mesiánica se inspira en la inmanencia; pues concibe el mundo sin referencia a lo trascendente. Sin embargo, tal culto se inclina por la conquista del poder para instaurar una nueva ciudad celestial, siempre guiados por un discurso de promesas  redentoras.

La transferencia de las pasiones a lo político continúa el desplazamiento desde el centro espiritual de interés. Se mataban entre ellos para determinar quién está investido de la misión de interpretar correctamente el legado sagrado y de administrar los sacramentos que en él se encuentran. Esto se materializa en establecer cuál partido y cuál método político ofrece las mejores oportunidades de propagar la ansiada prosperidad material entre toda la población.

Postulan una sociedad sin clases, pero dirigida por sacerdotes supremos y gurús esclarecidos. Los mesiánicos han ligado los valores éticos a su realidad política, no es posible distinguir uno del otro. Por ello, los adeptos y simpatizantes deben profesar un fanatismo de entrega a la causa política, como si ésta fuese un orden ideal. En este sentido, sus discursos tienen un carácter religioso.

El profetismo mesiánico, que nos promete una vida mejor, es un esquema devocional y de profetismo. Todo profetismo niega consigo lo que es y esboza, por el contrario, una imagen de lo que debe ser y será. Elige un individuo —líder invencible y eterno— y un grupo selecto para trasponer el espacio que separa este presente indigno hacia el porvenir radioso. Siempre son promesa, de esas está conformado su discurso.

La sociedad que nos prometen podemos compararla con el reino de los mil años, soñado por todos los milenaristas. Por otra parte, la desdicha que padece la población prueba la vocación de los mesiánicos entregados éstos a su salvación, el partido se transforma en Iglesia. Aquellos que se oponen se niegan a escuchar la buena nueva y no reconocen la revolución, cuya proximidad continúan predicando durante estos años de miseria.

Todo ese discurso devocional es traducido a invectivas y previsiones racionales del enfrentamiento de las fuerzas de producción. Sin embargo, solo aseguran condiciones de vida decente a la minoría de los elegidos, de los sacerdotes supremos y gurús del partido. Mientras siguen prometiendo la expansión y la prosperidad de la patria combinada con un cambio en el modo de propiedad y de gestión, que derramará sobre toda la población los beneficios de la abundancia.

Pasa el mesianismo, dogmatico y disidente,  fácilmente del profetismo a la «gran esperanza del siglo XXI», de la fe revolucionaria a la devoción del progreso económico. El profetismo de los mesiánicos oscila entre la opinión pseudo-razonable acerca del devenir de la nación al dogma pseudo-místico de sus propias creencias.

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CINISMO Y APAGÓN

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El apagón fue noticia porque abarcó a Caracas. Los apagones son algo demasiado común en los estados de la nación, ocurren a diario. Apagones de cuatro o seis horas diarios; o bajones de tensión o subida de la misma; o diversos apagones al día. Eso es el vivir diario de cualquier persona en este erial. Nada extraño por demás.

Lo verdaderamente relevante del apagón nacional fue que afecto a Caracas. Lo cual era algo que la administración de Maduros Moros estaba evitando desde hacía años, lo mismo que el anterior gobierno. Cualquier persona en los otros estados de la República puede dar fe del padecimiento diario del sistema eléctrico, pero eso no es noticia, es algo natural.

Los apagones son algo tan natural en el resto del país que se programaron. Apagones programados o «racionamiento eléctrico» es el eufemismo que se utilizó; y de los cuales quedó afuera Caracas y Vargas. El resto del estero quedó a oscuras y fue algo que pasó como si no estuviese ocurriendo nada. Pero, dice el dicho, quien escupe para arriba le cae la saliva, y eso fue lo que sucedió.

El salivazo ha sido muy grande. Y no hayan como limpiarse el escupitajo. Volver al mismo argumento manido del sabotaje lo hace miserable, pero esa es su condición y por eso se entiende el mismo discurso. Parecen un disco rayado, decían tiempo atrás.

Con respecto al agua, la historia es la misma. Se hace noticia cuando le falta el agua a toda Caracas. Sin embargo, en los estados nacionales es muy normal pasar ocho o quince días, en el mejor de los casos, sin agua. Pero como faltó la misma en Caracas tal cosa se volvió.

Aquel dicho de que «Caracas es Caracas y lo demás es monte y culebra» llegó al límite. También la capital de la nación se volvió monte y culebra, no le quedó otro  remedio. Porque cuando la desidia avanza alcanza a todo lo que esté a su paso.

Dos hechos se hicieron noticia porque ocurrieron en Caracas, mientras no se den en la capital es fácil ocultarlos. El cinismo mesiánico es puritano. Ahora resulta que el problema del sistema eléctrico y del agua sí es un problema nacional. No se puede ocultar todo el tiempo que esto es un estero.

Lo que la población nacional padece a diario desde años a. Caracas lo vivió por fin. Se había tratado de evitar, pero no era posible correr tanto la arruga. Así poco a poco deben ir llegando los otros males sumándose a los ya existentes. Sin agua y luz, Caracas es monte y culebra.

Ese es el cinismo del mesianismo, capaz de sacrificar a toda la población para tener una fachada medio decente. Culpa van para el exterior y para los enemigos a lo interno; si algo tienen los mesiánicos es que ellos nunca tienen la culpa de nada. Son impolutos.

Braman ofendidos porque nadie entiende el bien que ellos desean llevar a la población. El bien malvivir no se comprende, pero si se siente. Que un apagón más, pero mucho más grande, haya ocurrido no extraña a nadie. Solo a los caraqueños que habían estado alejados de este mal. Lo que ha pasado es como el título de aquella película «Cuando el destino nos alcance».

Ya está aquí, ni en la esquina ni a la vuelta de la misma, en el umbral. El destino del fracaso ya se hizo patente. Apagón nacional, nada extraño. Porque todos los días la nación está apagada. Sin agua, nada extraño. Porque la población nacional vive en una permanente sed.

Ya nada queda, solo esperar. De desilusiones vive en país, cuando es país. El cinismo es un buen recurso, pero se agota. Y tanto da el agua al cántaro hasta que se rompe, dice lo popular.

El apagón homogenizó por un momento a la nación. Y el cinismo se hace inhumano cuando se le considera al servicio de una verdad absoluta.

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QUÉ ES ESO QUE SE LLAMA MESIANISMO DISIDENTE

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Los mesiánicos, por lo general, tienen dentro sí un sentimiento catastrófico de una desgracia cósmica. Ellos se guían por el supuesto abandono de la gracia, que llega con esa secuela de una visión religiosa-política mientras ven acontecimientos horribles de equivocaciones, y como si hubiesen sido expulsados del Jardín de Edén que a ellos les pertenece.

Siempre adoptan, posiblemente inconscientemente, la verdad romántica de una infancia perdida, de una inocencia arrebatada. A partir de esto asumen el lenguaje de los profetas, hablan del sujeto histórico caído por algún pecado cometido. Sin embargo, el mesianismo no responde ninguna pregunta real por ninguna parte.

No hay ninguna duda sobre el carácter mesiánico de sus visiones del futuro, aunque no responden a pregunta alguna sobre la situación actual. Están, los mesiánicos, deseosos de decirnos todo lo que sucederá a partir de mañana: sobre la existencia bienaventurada de la humanidad en un mundo sin clases, sin opresión económica, sin pobreza. Y en nombre de esta promesa, una parranda de incautos ha sacrificado sus vidas, mientras otros viven holgadamente.

En pos de ese destino histórico nada puede desviarse, de allí el horror a los disidentes, los herejes y saboteadores de su doctrina. De allí que apliquen el totalitarismo más desvergonzado. El cual es explicado como la necesaria transición entre el presente y el más allá fuera de lugar. Por lo cual, hombres y mujeres son preparados para servir a este mesianismo.

Tal vez, esa idea político-religiosa sea la clave misteriosa de por qué muchos ante la evidencia aplastante de las penurias, el hambre, la miseria continúan sirviendo y creyendo en la causa mesiánica. Solo podemos comprender esta conducta a la luz de una visión mesiánica y religiosa, que tiene en sí la promesa de un destino profético.

Es la redención de la humanidad y el restablecimiento del paraíso perdido que continúa fascinando al espíritu atontado. Cualquier aliento de esperanza proyecta a la imaginación mucho más allá de los hechos políticos, sociales, económicos…  Los hechos del presente no son un argumento, porque siempre está el mañana por el mañana posible.

Y lo que atenta contra esta esperanza y redención son las siniestras fuerzas de la derecha, de los herejes, de los saboteadores, los vendepatrias y un largo y otros.  La esperanza es el escenario de esa fe religiosa-política. Este mesianismo está caracterizado por una mitología, en la que encontramos una visión profética de un legado canónico que ha sido asignado a los fiel más importantes.

El profeta y su legado son sagrados. Ahora bien, nos encontramos ante el conflicto entre los herederos ortodoxos del maestro y los herejes-disidentes. No obstante, tal conflicto es un escenario religioso, donde un grupo de herejes se separan y dicen: «Mirad, nosotros tenemos el verdadero mensaje del maestro; los discursos sagrados han sido desfigurados, nosotros somos los poseedores del evangelio puro». Eso es lo que dicen los llamados disidentes.

Parece, porque lo es, más una pelea religiosa que una discusión política. El mesianismo del siglo XXI tiene sus leyendas y su iconografía, de las cuales hace uso a su conveniencia. El mesianismo tiene su vocabulario, sus emblemas, sus gestos simbólicos como cualquier creencia religiosa. Dice al creyente: «Quiero de ti un compromiso total. Quiero de ti una implicación total de tu conciencia y tu persona en la dedicación a mí».

A cambio de esa nueva entrega ofrece una explicación completa del nuevo futuro que ofrecen. Y sobre todo, ofrecen un contrato de promesa mesiánica con respecto al futuro. Sin embargo, es este un discurso ya viejo. Muy manoseado.

La explicación mesiánica de la condición humana con su promesa redentora es mera ilusión, es mera ficción. Una patraña unilateral de grosera evidencia. Las predicciones del mesianismo del siglo XXI no se han cumplido porque son meras equivocaciones, una y otra vez repetidas hasta el inminente aburrimiento.

Las infinitas profecías de estos mesiánicos se repiten hasta el hartazgo, el apocalipsis de sus enemigos y la llegada de la sociedad perfecta, de la generación de oro. Pero han fallado porque no han producido liberación, sino un terror burocrático, una generación de chatarra.

El programa mesiánico, de los ortodoxos y los disidentes, es una decadencia histórica. Esa creencia y convicción están erosionadas y derrumbándose en todos sus puntos vitales. El mesianismo se muestra como una caja vacía. Es la fuerza del fracaso, si es que de un fracaso se trata.

La visión de sus promesas, las llamadas a la dedicación total y a la renovación del hombre son, en su sentido mesiánico, un cajón de sastre que fracasó. Por eso ambos mesianismos son lo mismo. Un fracaso

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