PUEBLO DE A PIE

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El equipo de Aporrea amistosamente me señala que el término «»chavecos» nos parece una palabra despectiva a los seguidores y pueblo de a pie de Chávez». Esto para indicarme porque no han publicado uno de mis artículos. En esto ellos tienen la disposición cierta, al considerar que si algo es ofensivo a los lectores no lo deben publicar. En eso tienen toda la razón y es loable de su parte.

La respuesta que les doy es la siguiente: “Cuando me refiero a “chavecos”, “chavistas” me refiero únicamente a los gobernantes de turno. Cuando me refiero a “oposición” me refiero a los dirigentes de oposición. Eso lo aclaré en algún artículo ya publicado. Para los simpatizantes de Chávez o de la oposición me refiero a población, electores o simpatizantes. En cambio, esa definición de “pueblo de a píe” si es despectiva y nunca la he usado”.

Lo que me interesa porque me llamó la atención de la comunicación de Aporrea es la expresión “pueblo de a pie”, también se usa “ciudadano de a píe”. Deben haber sido los políticos, y no pueden haber sido otros, quienes pusieron de moda tal expresión, e incluso gusta mucho en el argot político para referirse a la población de bajos ingresos, es decir, a los pobres, a los descamisados como se les decía antes. Aunque ahora las divisiones de clases es un asunto más complejo.

No obstante, tal expresión en el fondo, si nos fijamos bien, es muy despectiva y excluyente. Es un eufemismo para decirle a uno que uno es un pendejo. Un sujeto de tercera o cuarta categoría dentro de la República. Porque si existe un ciudadano o pueblo de a píe, entonces existe uno que no es de a píe. Que debe andar en avión, en camioneta importada último modelo, andar en yate. Mientras que el Juan Bimba que es un pobre diablo anda a píe, ahora casi de rodillas. ¿Cómo entender tal diferencia en un gobierno republicano?

La expresión es como un pasarle la mano por la cabeza a la gente para que se consuele de su situación y, además, se dé cuenta que es un don nadie, un cero a la izquierda. Un iluso que espera que el gobierno y los políticos le resuelvan los problemas y la situación que él no puede por su incapacidad resolver. El “pueblo de a píe” es un bolsa, uno más del montón que hay.

La misma es una expresión políticamente correcta, para decirle a uno que es un rolitranco de pendejo, pero sin llegarle a decir pendejo. En esto consisten los eufemismos en la era de lo políticamente correcto.

Eso que se denomina “pueblo o ciudadano de a píe” se refiere a los “elementos” necesitados de la población, es decir, al último componente humano de la nación; que no tienen existencia por sí mismos y conformas una multitud amorfa dominada por las pasiones y están excluidos de participar en los asuntos políticos. Por eso son solo seguidores, mirones, arroceros en la política nacional. No tienen otra función.

La expresión “pueblo de a píe” o “ciudadano de a píe” sustituyó a lo que una vez se llamó popularmente «Juan Bimba». ¿Qué es Juan Bimba? Es un “elemento” humano que está excluido socialmente, es el arquetipo enfermizo, enclenque, desnutrido, indolente, ineficaz, haragán, carente de espíritu creativo, indisciplinado, irresponsable; un infeliz ataviado con todos los complejos de inferioridad, un don nadie. Juan Bimba es el que es pisoteado a diario, la mayoría de la población, en otros términos.

Ese Juan Bimba no se destaca en nada productivo, carece de cualidades de eficiencia, de espíritu creativo, de capacidad administrativa, de laboriosidad, de constancia y disciplina; no tiene fuerza de voluntad ni actitud ante las situaciones. Es un dirigido, una mera mano de obra  o intelectual. Carece de tradición, de diligencia, disciplina y de voluntad de poner de sí en el trabajo y, por supuesto, carece del sentido de responsabilidad. Es una nada.

Ese Juan Bimba no tiene capacidad de aprovechar las posibilidades económicas, y si cree que las aprovecha es para recibir las migajas que le lanzan. Es un incapaz producto de la indolencia por mezcla de las razas, por las tradiciones contrarias a tener una actitud enérgica; en él se da la ausencia de una concepción del trabajo, aunque cumpla un horario laboral.

Ese “pueblo de a píe” es parte del atraso presente, de la decadencia, por ser un inadaptado al espíritu de un mundo complejo y dinámico. No posee capacidad y vive en la resignación, es perezoso y vicioso.

Tal caracterización antropológica del “pueblo de a píe” es heredera y es un resabio de la discriminación racial y social propia del positivismo venezolano. Que desprecia lo venezolano y lo muestra como algo inferior. Lo cual sirve para justificar las dadivas políticas que a bien se merece la población y la imposición de una casta de jerarcas gobernantes.

Ese “pueblo de a píe” es sinónimo de barbarie, porque la civilización la detenta quienes gobiernan. La barbarie es propia de la naturaleza de los “ciudadanos de a píe”. De esta manera, se siguen repitiendo expresiones degradantes y despectivas en un discurso distorsionado, que mezcla concepciones antropológicas de una manera azucarada. Que ahora se llama políticamente correcto, pero que en el fondo del mismo habita el desprecio social y humano.

En este discurso endulzado sin azúcar está agazapado el desprecio social, la exclusión, el racismo, el determinismo. Es un lenguaje político que aparentemente quiere decir lo contrario. Donde no le dice perro, pero le muestra el bozal. Un dicho dice que “el pez muere por la boca”, lo mismo le pasa al humano cuando cree que está usando un discurso coherente, y los que en verdad tiene son hilachas de concepciones antihumanas.

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