DEMOCRACIA GUIADA

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Desde hace tiempo lo que se ha venido planteando soterradamente es la sustitución de la democracia partidista por una «democracia guiada», que los revolucionarios consideran más adecuada a sus intereses. La democracia guiada se basa principalmente en la doctrina de la unidad cívico-militar.

Bajo la democracia guiada todo grupo u organización política debe practicar en función del gobierno la «cooperación mutua» o el «consenso mediante deliberación». En este sentido el Poder Legislativo, por ejemplo, que es el espacio donde los diversos partidos compiten entre sí termina convirtiéndose en colaborador pasivo de los intereses del gobierno. Para garantizar este tipo de cooperación las funciones de cualquier organización política deben estar bajo los preceptos de los objetivos revolucionarios.

El fin de tal cooperación es generar «grupos funcionales» que sustituyan a todos los partidos y organizaciones políticas. Como vemos en la intervención del Tribunal Supremo de Justicia que ahora designa las Juntas Directivas de los partidos políticos. Tales grupos funcionales deben responder a las directrices de la revolución. Pues el partido gobernante es quien está capacitado para interpretar los deseos de la población y se asume como profeta de la Nación.

Los grupos funcionales que terminen actuando serán los que convengan a la llamada revolución. El grupo funcional más cercano al gobierno son las Fuerzas Armadas. De allí que haya actualmente alcaldes, gobernadores,  administradores nacionales y locales que eran o son oficiales militares.

La instauración de una democracia cooperación mutua y la conformación de los grupos funcionales tienen su origen en el deterioro progresivo de la cultura de la negociación, del acuerdo político y del sistema democrático en los últimos años. Tal deterioro ha dado paso al control de los organismos políticos. Pues al ir conformando grupos funcionales la revolución tiene la oportunidad de purgar a sus adversarios políticos.

Tal procedimiento es con el fin de preservar el control del poder político y de la riqueza mal habida a través de las empresas estatales, el contrabando y la corrupción. Para esto el funcionariado necesita que el partido tenga autoridad para mantener bajo vigilancia a cualquier persona sospechosa de cometer acciones perjudiciales contra la seguridad de la revolución.

La democracia guiada es un claro indicio de la ausencia de democracia, como lo son, a su vez, los grupos de funcionales con los cuales  se pretenden sustituir a los partidos y las organizaciones políticas. Lo que se busca imponer es una democracia controlada o lo que en Europa oriental se llamó «democracia popular», que les sirve para gobernar mediante canales no oficiales (misiones), pues la discontinuidad institucional les ayuda a prolongar el caciquismo personal.

La mente de los revolucionarios es un reloj averiado. Por esta razón no hay posibilidad alguna de que se produzcan reformas democráticas y eficientes. Los presupuestos revolucionarios son fango endurecido. No se permiten distender la política porque ponen en peligro su supremacía, esta consideración es lo que cuenta para ellos. La evidencia de que su fallido modo de gobernar mina toda posibilidad para alcanzar una competitividad económica y un dinamismo político no entra en su consideración. Los revolucionarios solo saben lo que saben hacer, nada.

Los revolucionarios están limitados a pensar estrictamente dentro del marco de su visión del mundo y de sus presupuestos anquilosados. Sus hábitos autocráticos los han anestesiado para percibir el sufrimiento que han infligido a la nación. Los revolucionarios solo digieren lo que les interesa, el resto de la información la desechan porque les desagradaba.

A pesar de todo el deterioro personal, de las instituciones y de los procedimientos existentes, la supremacía de la revolución solo se sustenta en la continuidad de la dictadura de partido único. El control ideológico y el terror son los instrumentos indispensables de sumisión, por eso no se duda en la determinación de seguir manteniéndolos.

Las aspiraciones democráticas de la población se consideran como la desafortunada consecuencia del capitalismo, del imperio y de cualquier otro que no represente la ideología revolucionaria. Por eso buscan impedir las infecciones contrarrevolucionarias con sus letanías ideológicas. Por todas partes el partido buscaba indicios de desviaciones e insubordinación.

Los ciudadanos están destinados a perder sus ilusiones. Los llamamientos a obedecer al partido son permanentes, la necesidad de la defensa de la revolución se transmite de forma habitual. No hay período de paz, permanentemente generan una sensación de inseguridad.

Los medios oficiales insisten en que la población tiene que realizar sacrificios por la revolución. Las medidas se anuncian de repente y sin advertencia previa, a la espera de que la población acepte dócilmente lo que se le ordena. El gobierno insta a sus colaboradores para que resten importancia sobre la difícil situación.

Es difícil entender la brutalidad del orden político y económico de la revolución. Sin embargo, bajo la superficie el resentimiento es inmenso. La intolerancia política causa repulsión. El estado de necesidad molesta a la toda la población, las restricciones culturales disgustan a los artistas. Los revolucionarios no presenta ninguna propuesta de cambio y todos los subordinados solo forman un conjunto de marionetas.

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