ESTIMADA CONSTANZA

Hoy me puse a revisar y a ordenar mis cosas. Me di cuenta que toda mi vida cabe en una cajita, en una mísera cajita. Toda una vida cabe en eso. Me quedé contemplando aquello con cierta tristeza. Tanto hacer para que todo se reduzca a eso, a una cajita. Parece extraño, pero es así. Una esperanza triste fue lo que dio origen a una costumbre trágica, me dijiste una vez.

Contemplé largo rato las cartas que me enviabas; sean han llenado de polvo y se han vuelto amarillentas, pero allí están. No quise leerlas de nuevo, no me atreví. Pues ya no era el guardián de tu puerta interior. ¿Será mi terror cómo el tuyo? ¿Será mi temor cómo el tuyo? ¿Será mi reverencia cómo la tuya? ¿Será mi amor cómo el tuyo? No sé.

Tus cabellos abarcaban hasta el confín de todo lo que has sentido. Nos permitimos guiar nuestros espíritus cuando tomábamos nuestras caras entre las manos. Que ahora tu rostro y tus ojos no se acongojen con la tristeza, eso espero. Tomé la fragancia de los dioses que emanaba de vos, eso fue suficiente entre los dos.

Revueltas están las estrellas sin vos. Un día llega lo que es y lo que no es; y junto a cada atardecer nos sumergimos en el océano primordial y nos abrazamos en el sueño, para luego purificarnos al amanecer en un renacimiento para volver a alcanzar, por un instante, la perfección que poseíamos al amarnos. Fuimos como la tierra fértil, nos sumergíamos bajo la inundación que vivificaba en nosotros aquello que es y nos devolvía las fuerzas y la fertilidad.

Estimada Constanza, aunque todo lo existente se deteriora, siempre necesitamos de la regeneración. Que solo surge de la negación de la tristeza, de la desesperanza, de aquello que una vez llamamos no-ser y que ahora lo vemos a la distancia como algo sin sentido.

ESTIMADA CONSTANZA

Te quedabas mirándolo a uno como si quisieras decir algo, solo mirándolo a uno, solo eso. Te quedabas mirando largo rato y ya. Como un enamorado que no sabe cómo expresar el amor. Mirabas a los ojos de uno a través de la densa niebla de la vida, de la muerte y de las difíciles decisiones que debemos tomar entre ambas. Por eso, tal vez, estoy aquí pensando en vos.

Te recuerdo como la imagen que simboliza la creación del último amor, dentro del arrebato creador; que expresa la intención de lo húmedo, de lo gaseoso y de lo caótico de nuestro vivir. Como el fuego que sale de aquellos besos, en cada amanecer. Como la luz cósmica, la solidez y la esperanza en medio de la oscuridad. Como la marca de lo creación; de nuestro cosmos, de nuestra luz en un punto cualquiera. Tres nombres tenias para nombrarte, para develarte y elevarte. Pero quién creo tu nombre, para nunca nombrarte. Llamarte en silencio.

Eras la que nace con el sol y se extraviaba al anochecer. Escondida más que cualquier otro ser; desconocida y manifiesta. Vos que surgías como la luz de una lámpara, en la que abunda la claridad. Mirábamos por tu claridad y solo te mirábamos a vos, como si nada más existiese. Te fuiste y nos hemos quedado en nuestra oscuridad; en esta noche sin amanecer.

Estimada Constanza, te escribo una simple carta divagando como vago por las calles de esta ciudad sin vos. Te he dicho que olvidarte no puedo, no sé si es porque no quiero o es porque no puedo. Sin embargo, te extraño sin nostalgia, sin distancia, sin esperanzas; solo te extraño. Como se puede extrañar a alguien en la distancia; como en esas tardes cuando el sol se va ocultando lentamente así te extraño, sin pasión y sin nada. Solo con ese sentimiento de pérdida y mirando hacia donde saldrá el sol nuevamente. Obrigado por saber de vos.

ESTIMADA CONSTANZA

En ese instante la vida da como último tirón. Por un momento, me siento lleno de conmoción, de dolor. El vivir nos arroja sobre el costado de la vida, con un grito salvaje que se ahoga en el estruendo. Corremos hacia cualquier lugar, nos empujamos para llegar al límite de no sabemos qué. Miramos hacia el mar, hacia el cielo como si yaciéramos en la superficie de la desesperanza, como si el amar nos rechazase y no quisiera recibirnos. Pero luego, nos acoge y se cierra en torno a nosotros, nos traga enteros y crudos.

La vida es clara y podemos ver cómo somos arrastrados hacia ningún lugar. Desaparecemos bajo capas y capas de días, enviándonos ella una mirada de incomprensión; como si, en el último momento, se sorprendiera de que fuimos después de todo solo un lugar de su realización. Hemos tratado de responderles a todos, a las personas que anhelan ser algo diferente de lo que son; y haber  sentido un vínculo entre dos seres que anhelan.

Siempre estuviste segura de escuchar la defensa sobre la fuerza creadora de la imaginación, de la locura galopante y de la capacidad de la gente para crear significados en este mundo. Mil historias, mil finales, mil comienzos, mil amores. Eso es todo en este mundo, decías. Absurdo y terrible, hacer cualquier cosa para ser amado, te dije yo. Es que el amor siempre encuentra un camino, igual que la mala hierba entre los adoquines, brota siempre donde más lo necesitamos.

Estimada Constanza, los días tristes y los amores desgraciados son como el cemento que une las piedras y deja fuera la belleza del mundo. ¿Dónde se consiguen las victorias y los pequeños logros de cada día? ¿Dónde las reafirmaciones personales que nutren el alma? Todo se nos ha extraviado; tal vez, en algún autobús o en algún vagón del metro repleto de desesperanza.

ESTIMADA CONSTANZA

El día que te conocí olías a nuevo, a hojas de mastranto y a lirios sanjuaneros de aquellas madrugadas de olvido. Me quedé mirándote largo rato embelesado como si fueses la página de un libro nuevo, y me perdí en el recuerdo de tu cara, te miré y bajaste lentamente la mirada hasta cerrar tus ojos. Entonces, empezaste a hablar a través de tu piel.

Te conté aventuras de viejos reyes lagañosos que yo nunca había visto ni sabía que existían; de mujeres que en las madrugadas cantaban canciones de despecho y en la tarde rezan la misa en latín; de viejos sentados en las plazas esperando la muerte que nunca llegaba a tiempo. Me aventuré por parajes de helechos húmedos, por el rocío del amanecer y vedelias de múltiples colores. Sin saberlo, en las puntas de tus dedos leí el color granada de cada surco donde navegaban perfumes de Turquía. Narré los colores de tus brazos, donde con lágrimas en los ojos mirabas a través de mares infinitos y en el olor dulce de tus axilas se dieron amaneceres color naranja.

Después de no sé cuánto tiempo dejé de saber quién era yo, porque me había perdido en tus ojos de tristeza y melancolía. En tus reinos de luces que estaban a un lado de la calle y rodeados de oscuridad en el otro. Me quedé mirando el océano de tu alma, sin saber si tus ojos presagiaban una tormenta o, tal vez, placidas olas o eras el remanso de un recuerdo que yo no conocía. Estimada Constanza, si me ayudara lloraría, pero las lágrimas son inútiles aquí en este lugar sin vos. Sin que mi mano roce tu sonrisa, estremecido he recordado un recuerdo perdido más allá de nuestra memoria, bajo la lluvia de un agosto caluroso y sonriente cuando creamos entre los dos el mundo que deseábamos. Pero nunca hemos estado más solos que ahora, cuando ambos nos hemos quedado sin la alegría del otro.

ESTIMADA CONSTANZA

Hace un puñado de días que no te escribo, no es porque te haya olvidado; no, eso no. Es que vos sabés, el barrio se pobló de soledad y el patio por la mañana huele a recuerdos. Y en desandar el mundo se nos va la vida.

Que olvidarte quiero y no puedo. Olvidarte como olvidé aquellos besos en el alfeizar de la ventana, que vos te llevaste en una tarde de junio. Que te olvido y no te olvido y que queriendo no puedo. Hasta la lista de cosas por olvidar dejé en algún lugar, la tiré por ahí para olvidarte. Es que no puedo con tu presente. Que seas un recuerdo quiero y no puedo, eres recuerdo de un alma perfecta. Me olvido de mí y te recuerdo. Cómo olvidarte si olvidé que quería olvidarte.

No sé cómo fue. Solo sé que de pronto estabas ahí como nacida de la misma naturaleza. Estabas sentado en aquel banco de aquella facultad a las tres y media de la tarde, rodeados de una ciudad bañada de lágrimas y de quejidos nocturnos. Llegaste hasta allí de una manera mágica, y te sentaste como si nos hubiésemos conocido de siempre. Vestías un vestido de seda negro, como el susurro de un ángel descuidado.

Yo te dije: —¿tomamos café?. No era una pregunta, era una invitación a la vida, a pesar de que era media tarde y ya el día declinaba. Vos me dijiste que sí, si me lees este cuento. Y lo sacaste lentamente de tu bolso de piel negra. Era aquel un cuento para niños, que aquella tarde yo había ojeada en la estantería de la biblioteca junto a unos poemas de Eluard.

Estimada Constanza; era un cuento breve, te acordás, como la sonrisa de una novia en la estación de autobuses. Que vos tuvieses entre tus manos aquel cuento era como tener un animalito desvalido y necesitado de ser leído, te leí la primera página, te miré a los ojos y caí en cuenta que el cuento eras vos.

ESTIMADA CONSTANZA

Ahora estoy sin vos, solo sin vos. Ayer, que ya no sé qué día fue, me paré delante de la pastelería donde mirábamos las tortas y los dulces hasta que se nos salían las lágrimas de las ganas. Vos que siempre tenías ganas de comerte algún dulcito, y ahí se me aguaraparon los ojos de recordarte. Tuve un buen rato mirando los dulces y los pasteles, pero no fue igual sin que vos no estuvieses. Sin que te relamieses mirando los dulces. No sé si por costumbre pero me fui caminando cabizbajo, con las manos en los bolsillos donde solo hay pelusilla.

Las situaciones no vividas se acumulan en los estantes del vivir. La felicidad a veces se escapa por el descosido de la vida; así  se me escapó todo el amor por los bolsillos rotos. Recordar que te fuiste es no saber del dolor de la partida, que se quedó por ahí guindando de algún lugar justo al lado de mí. Que te llevaste las ilusiones de los días.

Sabés, pocas cosas han pasado, mucho tiempo tuve dudas y aún las tengo; Que me despertaba al ver que vos no estabas. No ya no estás. Ahora yo sin vos, te dije un día. Y así pasó. Qué hago no sé. Nosotros que parecíamos dos siendo uno. No he comprendido nada ni el tiempo que ha pasado; no puedo ver ahora porqué un día yo te dije, que si vos te ibas no iba a ser posible llenar el vacío. No creo que te hayas ido o tal vez por eso vos te fuiste sin mirar atrás. Pero un día te fuiste y quizás nunca vuelvas.

Estimada Constanza, te escribo para no olvidar. No me di cuenta de que tenías cicatrices que no se ven. Por eso tal vez te decía como el poeta “Quítame el pan si quieres, quítame el aire, pero no me quites tu risa”. Siempre te decía así, te acordás. Ahora no hay nada, solo la nada tal vez. Dime cómo es el mar allá, porque desde mi ventana yo no lo veo, cuando estoy sentado junto a este olvido. Recuerdo que te conocí cuando salía el sol y te fuiste cuando ya se ocultaba.

ESTIMADA CONSTANZA

Ya llegó el año nuevo, no puedo decirte que haya ocurrido algo diferente; pues apenas han pasado unas horas y unos días. Claro, uno siempre tiene esperanzas que en el año nuevo le vaya bien. Debe ser una especie de superstición, porque de unas horas a otras, nada puede cambiar; pero así es la esperanza, vos lo sabés bien. No te pregunto nada, solo te cuento cosas que pasan o que pienso. 

No sé si vos te fuiste o fui yo el que se fue, pero ambos nos alejamos y ahora estamos lejos. Yo lejos de vos y vos lejos de mí. Yo te perdí a vos y vos me perdiste a mí, ambos nos hemos perdido. Yo te amaba así como vos amabas el mar y la libertad. Yo camino ahora por esas calles por donde vos ya no caminás, yo lleno de recuerdos los espacios vacios de la lejanía; así como vos en la distancia oles los olores del mañana. Quién podrá amarte con ese calor del atardecer. Nos perdimos en un adiós sin retorno, sin olvido, sin una mano extendida diciendo adiós. Solo fue un irse sin regreso. No hubo despedida.

Estimada Constanza, la vida se llenó de soledad. Un gesto basta, una palabra, escribe cuando quieras, no hay apuro. Me siento cada mañana, ahora que es enero con sus cielos límpidos bañados de azul, a mirar las nubes que no hay. Unas mañanas llenas de sol y azul. Sin nada. Vos donde estés, yo aquí nos pensamos de amor. No cambia mi amor por más que los días se hagan lentos y las horas largas. Cuando duermo sueño que te oigo sonreír, es un sueño o una ilusión; o tal vez vos estas sonriendo en otra ciudad mientras tomás café y yo duermo. Aunque te dijo que ya no creo en los actos de mi amor; uno se cansa, no todos los días pero a veces sí. Te acordás de aquello de “me canso de ser hombre” de Neruda y todos nos reíamos en el salón de clase; después nos enamoramos del poeta y yo te regalaba versos de amor escritos por él. Así es la vida, un largo e interminable poema de amor y desamor.

ESTIMADA CONSTANZA

Ha crecido el Sachero, espero que llegue a adulto. En estos días sentí vergüenza porque en sus locuras de cachorro se montó a olisquear a la cocina y le pegué con un trapo con la intención de que se fuese, de que se bajase de ahí. Pero no, en vez de bajarse y salir corriendo, se agazapó, se acurrucó a esperar que le diera otros trapazos. Me dio vergüenza verlo a él tan indefenso y yo en esa actitud de golpearlo, aunque fuese ligeramente. Eso lo hizo porque confía en mí, en su almita de cachorro yo debo ser una especie de consuelo.

Ya pasó la natividad, no hicimos nada. Porque no había mucho que hacer. Todo estuvo tranquilo, llovió en la madrugada. Hizo un poco de frío. Recordé que una vez me dijiste que esos días habían sido la posibilidad de una esperanza, lo dijiste de pronto. En ese momento no supe a qué te referías. No sé si ahora lo sé. A veces uno dice cosas como si fuesen premoniciones, las dice como si algo supiese del futuro. Y se queda uno mirando a la distancia, como si algo lo fuese a confirmar.

No hubo cena ni nada de eso, solo estuve leyendo hasta medianoche. No esperaba nada, solo que ahora voy a dormir después de medianoche. Desde el año pasado he vuelto a mí hábito de dormir a esa hora. Hablaba de ti el otro día, porque leí aquello de la desesperanza que una vez escribiste en la piel de otro para dejar ahí tú recuerdo. Donde, sin embargo, hasta el mar borró lo que habías escrito. Nada, te quejabas, había quedado grabado. Así es, las cosas se borran, se desvanecen, empalidecen como si hubiesen quedado tiradas bajo el sol. Estimada Constanza, espero que estés bien. Acá, el barrio se ha poblado de soledad. Ya sé que lo sabés. Siempre me lo decías, pero uno siempre tiene la esperanza del encuentro. De volver a tomar el café con los amigos, de volverlos a encontrarlos  y hablar con ellos. Pienso en vos e imagino que andás por allí revoleando a la vida.

ESTIMADA CONSTANZA

Creo que Satie le recuerda sus días en París, porque cuando le pongo “Erase una vez en París” se pone melancólico y le entra como una nostalgia, los ojitos se le van cerrando poco a poco. Debe ser que en alguna vida vivió en algún faubourg parisino y esa música le trae algunas reminiscencias. No sé. Sabés, su almita ronronea como si a los engranajes del alma le faltara lubricante; tú lo acercas y puedes oír que el alma le hace ronronron, quien sabe si serán algunos amores inconclusos o desdichados que han queda por ahí desandando. De resto se la pasa jugando. Ayer en la mañana pasé susto, porque bajamos para el monte a buscar aguacates y cuando miro para ver dónde estaba ViolinSachero, lo veo con un ojito cerrado. Me asusté. Pensé que le había pasado algo grave, lo subí y le puse gotas para los ojos y ya está bien. Debe haber sido algún sucio o tierra que le cayó dentro del ojo, ya está bien. Hoy volvimos a bajar a buscar aguacates y todo estuvo bien, no hubo ningún percance. No sé si será feliz, pero ahí lleva la vida.

El otro día te contaba que hace un poco de frío, no es nada del otro mundo pero es un poco de frío; claro, es por los días de diciembre. Siempre por esta fecha hace algo de fresco y las noches son agradables para dormir. Vos sabés que el resto del año hace un calor infernal. Por ese frío me provocó tomarme un café con vos y conversar un poco sobre esas cosas siempre hablábamos, un poco de esto y un poco de aquello. Quién sabe si alguna vez lo volveremos a hacer, si no llega a ser también estará bien; no podemos hacer nada contra eso.

Estimada Constanza, dijeron que iban a vender el gas; que había que llevar las bombonas, pero la cocina no sirve. Sigo sin arreglarla, le voy a echar pega a ver si tapo la fuga. Uno muchas veces tiene que echarse pega en las fugas del corazón para que el alma no se le vaya a salir, de tantas fugas que se han producido. El corazón ya es un colador, no hay manera de tapar tantos agujeros.

ESTIMADA CONSTANZA

El gato apareció, no sé si te conté, pensé que se había perdido, pero estaba encerrado en casa de una vecina, lo tenían ahí para que no le pasara nada; ellos no sabían que era de la casa. Este es otro gato, uno que me encontré en la calle y me lo llevé para la casa. Se llama ViolinSachero, también se le dice Sofita; el primero le va bien porque le gusta andar entre el monte y las matas, el segundo porque es medio tarambana. Es blanco con gris, en estos días te envío una foto para que lo veas.  En las noches hay que encerrarlo para que no salga a los patios de las casas vecinas y se pueda poner en peligro. Creo que le gusta Erik Satie, en estos días le puse “gymnopédies” y se quedó tranquilo, por supuesto se durmió, pero eso no es raro en los gatos. A veces lo veo sentado en el patio como esperando abril, como esperando el regreso de alguien o como si acabase de haber leído la Fenomenología del Espíritu de Hegel y estuviese meditando sobre lo qué es el espíritu absoluto. A veces se pone como si estuviese nostalgia por algo. Espero que crezca y le vaya bien.

Siempre te recuerdo, particularmente cuando siento que estoy en una ciudad pérdida y en un país que se ha perdido. En esta ciudad salgo cada tarde a caminar; no sé si busco algo o tal vez no busco nada, tal vez solo salgo por ahí a caminar sin ruta y sin sentido. Es difícil saberlo. A veces me pierdo y te pierdo, doy mil volteretas por la ciudad revoleando el mambo. Ayer me preguntaba qué estarías haciendo, qué estarías pensando.

Estimada Constanza, del teléfono he ido borrando los números de los amigos que se han ido a otros lugares, ya casi no queda nadie anotado. Es una sensación extraña eso de borrar los números de las personas a las que uno llamaba o les enviaba mensajes todos los días. No es que uno se olvide de los amigos, pero es que el número ya es inútil, porque así lo ha hecho la partida. Borrar los números del teléfono es como hacer una última despedida.