ACOMPAÑAR

Hoy me di cuenta que cuando él se monta en la mesa, mientras yo como, tiene una doble función.

Antes me arrechaba que se montará en el fogón de la cocina, no sé por qué me arrechaba. Pero ya no; si está muy insistente lo llevo para el cuarto donde dormía cuando cachorro, lo dejo ahí y más tarde lo saco.

Que se monte en la mesa cuando estoy comiendo no me molesta, se pone a meter sus inmundos bigotes en la comida; pero luego se acuesta y ya. En una de esas que se acostó me di cuenta que, además, de fisgar la comida tenía otro propósito.

El primer propósito, creo el más importante, es de acompañarme mientras estoy comiendo; yo también lo acompaño a él cuando come porque a veces, por averiguador, deja la comida para estar donde yo estoy.

La segunda, ver si puede meter las narices en el plato. Esto último lo hace por instinto.

Yo pensaba que lo hacía por solo joder, eso de subirse a la mesa.

Caí en cuenta hoy de que no es así, porque hoy llovió y cuando salí al patio a bañarme bajo la lluvia él se quedó acurrucado en una silla esperando que yo me bañara. No había caído en cuenta de eso antes. Incluso, otra vez que me estaba bañando en la lluvia y empecé a estornudar el salió mojándose a ver qué pasaba.

El pensara que soy un viejo, que no tengo la habilidad de lamerme las bolas como él lo hace o de salir por las noches, a cualquier hora, a buscar gaticas. Seguro que tiene razón.

Pensara que tal vez necesito que me acompañe. Puede ser.

Cuando se monta en el enlosao del fogón de la cocina. Lo agarro y lo huelo en el cuello y no sé por qué le dijo:

—Eso sí huele rico, huele a monito.

No sé porque le dijo siempre esa marisquera. Pero siempre le dijo lo mismo.

Claro, al segundo siguiente vuelve a estar encima, si se pone muy intenso lo guardo un rato, mientras termino de hacer lo que estoy haciendo.

Creo que es el único ser vivo que no me hace arrechar, no sé por qué.

Hoy llegó apurado y medio asustado al final de la tarde. Creo que lo estaban siguiendo, porque entró por la cocina y se asomó por la puerta que da a la sala para ver quién venía detrás.

Mientras duerme se enrolla hasta hacerse una pelota de pelo.

En las mañanas sigue yendo a la cama a oler. A veces se queda a dormir, otras salta y se va a esperar que Eugenia le ponga la comida de la mañana.

Le tiene miedo al ruido, al ruido que hacen los carros. Por eso no he procurado buscar gasolina para la cortadora de grama. Creo que le asustaría mucho.

Confía en mí. No es posible decepcionarlo.

Al coño e madre le gusta el pan dulce. Uno no puede comerse un pan dulce tranquilo porque está al acecho y jodiendo para que le dé. Ahora es una pelea desde que abro la nevera, por ya está ahí para ver si hay pan dulce de por medio.

El que haga eso de la compañía debe ser parte de su naturaleza.

Ya hace nueve meses que me lo robé.

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