ÉL ES O QUÉ ERES

Por lo general, cuando uno va a una reunión o alguien lo presenta a uno ante otras personas, quien lo presenta dice: “él es” o en la reunión para conocerlo a uno le preguntan: ¿qué eres?

Casi todos sabemos que lo que están preguntando o diciendo de uno es en qué se ocupa, que oficio tiene o ejerce, o que título posee.

En este sentido, uno es lo que hace. Y hasta ahí todo bien, porque el hombre es un ser que hace; esto lo expresó de manera extraordinaria Julián Marías.

Esto es cierto. Uno es lo que hace, porque uno es un hacer.

A veces uno tiene un título que no ejerce, es muy normal esto, pero igual lo presentan a uno con ese título, porque éste lo identifica.

Incluso, si uno está en una fiesta y le preguntan ¿quién eres? Uno tiende a responder que es el amigo de tal persona, aquel quien lo invitó. En este caso, uno se define por una referencia, y la otra persona queda muy satisfecha con esa respuesta. Puede ser que lo miren mal, pero hasta ahí. 

Porque si uno se pone como el pelotudo de Moisés, que en medio de aquel desierto y de aquel calor, se puso a preguntarle al altísimo;

—¿Quién eres?

Y éste para quitárselo de encima le dijo tajantemente:

—“Soy el que soy”.

A Moisés no le quedó otra que meterse la lengua en el culo y se tragó la respuesta de Jehová. Porque el carnal sabía que altísimo lo podía partir en dos con un rayo. Lo mejor era quedarse Cayetano Veloso.

Por eso Moisés  no le dijo a Jehova:

—¿Me estás jodiendo, mi panela?

Jehová que es un ser simple, no tenía porque responder de otra manera. Porque como dicen los lógicos de filosofía, respondió con una tautología: A=A.

Pero uno, que es un miserable mortadela lleno de igualdades, de diferencias, de contradicciones y de otras muchas vainas más. No puede responder de esa manera.

Pongamos que uno llega a una fiesta, y algún metido le pregunta a uno:

—¿Quién eres?

Si uno se pone exquisito podría responder como Jehová:

—“Soy quien soy”.

Por supuesto, que con esta respuesta le podrían arrear una pescozada de la puta madre.

Pongamos que uno se quiere extender en la respuesta y argumenta:

—Soy quien soy, pero a la vez soy otras cosas, además de eso que soy.

Puede que uno haga esto porque lo ha poseído el espíritu hegeliano.

Y continua uno:

—Soy yo y a la vez otros más. Soy una unidad y una diversidad.

Lo más probable es quien preguntó piense que uno está endrogao, cuando mínime. O que uno tiene un serio problema psiquiátrico.

Porque esas no son respuestas aceptables.

Sin embargo, uno está diciendo en lenguaje formal: que es A y no A. Y a su vez está diciendo que es B con todo el alfabeto revuelto. Pero que igualmente es la negación de todo eso.

Que le gusta, a la vez, The Queen y Pedro Infante, Mon Laferte y Vivaldi, Hector Lavoe y Pavarotti; sin que nada excluya a nada. Porque, en verdad, uno es una mezcolanza sin ton ni son.

No obstante,

Como uno es un simple mortal, mejor es dar uno respuesta de simple mortal. Y lo mejor es decir que es lo que hace, o que es amigo de aquel de allá. No meterse en honduras.

Lo mejor es dar una respuesta convencional. Aunque no diga nada de lo que uno es. Uno podría decir que es plomero y todos satisfechos, omitiendo que es un sociópata, por ejemplo.

Tampoco, nadie le está pidiendo a uno que se ponga a decir lo que es. Ni a nadie le interesa eso. Es una pregunta por pura formalidad, para saber dónde ubicarlo.

Si a uno lo ven por calle con el morralito tricolor nadie le va a preguntar quién es, o qué es o qué hace. Ya el morralito tricolor lo identifica uno como un comemierda. Dígalo ahí.

No tiene que decir nada, para muestra un botón.

Lo que la gente está buscando es ponerle una etiqueta a uno, eso es todo. No hay que darse mala vida ni mortificarse en estar dando explicaciones, porque a nadie, repito, le interesa eso. Cada quien está en su mambo con tripa.

La pregunta es banal. Porque entonces no hubiese tantas equivocaciones, ni en el matrimonio, ni en el noviazgo, ni en el trabajo. Lo que quieren es saber qué sabemos hacer o, simplemente, qué hacemos. Si lo hacemos bien o mal es otro asunto.

Debemos ser comedidos, como el gitano de Lorca en «la casada infiel».

Una vez conversando con el poeta Javier Abreu, una persona le dijo:

—Javier tú estás igual no has cambiado, en cambio fulanito cambió.

A lo que el poeta respondió:

—No, el que ha cambiado soy yo, por eso me vez igual. Fulanito está igual, por eso lo vez que ha cambiado.

Una hermosa repuesta. Para indicar esa contradicción que somos, que se manifiesta en una dinámica cotidiana. Pero no nos pongamos muy hegelianos, si nos preguntan. Lo mejor es irse por lo convencional. No vaya a ser que no nos vuelvan a hablar ni a invitar a ninguna otra fiesta.     

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