RUINAS CIRCULARES

Al leer, “con alivio, con humillación, con terror comprendió que también él era una apariencia, que otra persona estaba a punto de soñarle” de Ben Jelloun Tahar, recordé el cuento «Ruinas circulares» de Borges.

Y me vi sentado en un pupitre de un salón de clase ya olvidado, en un cuarto año de un bachillerato de la nada, leyendo aquel cuento que empieza “Nadie lo vio desembarcar en la unánime noche…” con la impresión de que aquello era grande y hermoso, de que uno fuese la proyección del sueño de otro al infinito.

Hoy recuerdo que ahí empezó, tardíamente, mi gusto por la literatura. La inquietud por la literatura vino desde ese año, aunque la lectura empezó unos años después realmente. Porque yo soy un lector tardío. Un retrasado de la vida. Tal vez, por eso me costó tantos años formarme.

Soy solo un ser que ha atravesado la acera que une múltiples sueños.

He aprendido a separar esas personas que se deshacen en cuanto uno las nombra. He tenido la mala costumbre de frecuentar lugares pobres, he terminado por acostumbrarme y a no ser sensible. Por eso ahora cuando voy por la calle miro con premeditación y alevosía para dentro de las casas para ver la miseria que ahí habita.

Mi vida gira en torno a los libros. Los he leído y amado, toda mi vida con libros. Esto ha sido la bondad anónima llevada por una belleza conmovida.

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