ME VALE VERGA

La máxima estoica que ha perdurado por los siglos de los siglos y que salvó a aquellos hombres en los periodos más oscuros de la decadencia ateniense y de otras muchas vainas más que pasaron después fue la máxima de:

—¡ME VALE VERGA!

Claro, esta máxima filosófica tiene una gran tradición, que viene de los albores de la humanidad cuando todavía el mono desnudo tenía rabo como un araguato.

Cuando el mundo ya era mundo y aparecieron, para desgracia de este mundo, los primeros homínidos en cuatro o en dos patas, cualquier vaina que se les comentara o se les dijera, lo único que decían era:

—¡Me vale verga!

Coño y así pasaron como 40 millones de años, toda verga le valía verga. Si alguien les decía:

—En aquella montaña hay un dios.

—Me vale verga, respondían.

Y así a cualquier guevonada que se les dijera, y lo más arrecho es que los coños e madres andaban como la lombriz, feliz.

Por ejemplo, cuando los Inuit empezaron a caminar para estos lados, alguien les preguntó:

—Mirá vos, pa’ dónde van ustedes.

—Para la Patagonia.

—Ve, que esa verga queda muy lejos.

Y qué respondieron los Inuit.

—Me vale verga.

Y así fue como llegaron a este continente y le echaron pata pa’ arriba y pata pa’ abajo. Y sin pararle bolas a nada ni a nadie lo poblaron.

Pero la verga empezó a torcerse cuando a algún acomedido se le metió entre ceja y ceja ponerse a domesticar cuanta verga conseguía, si conseguía un mato de agua empezaba, de una vez, a domesticarlo. Una lagartija, un chiguire, una mata de mango o de mamón, o de almendrón. Cualquier verga que veía empezaba con la verguita de la domesticación.

Y así el mono desnudo se fue metiendo en un berenjenal de la puta madre. Por supuesto, después no hallaba como salirse de ese rolitranco de peo.

Hasta que el devenir histórico se compadeció de la humanidad y aparecieron los estoicos, para salvación de la humanidad, y con ellos de nuevo se reengendró esa máxima tan antigua. Los estoicos, en griego google, decían:

—Δεν με νοιάζει (den me noiazei)

Que quiere decir en español vergatario: Me vale verga.

A toda vaina que le dijera algún filósofo, un patriarca, hasta el mismo Alejandro Magno. Le decían:

—Me vale verga.

Esto salvó a la humanidad nuevamente, hasta estos días de este puto siglo XXI. Se imaginan cómo sería este mundo de mierda si los estoicos no hubiesen encontrado esa sabiduría ancestral.

Porque en este presente incierto, cuando alguien se despierta y pone un píe en el piso lo primero que tiene que decir es:

—Me vale verga.

Y ahí mismo le entra como el espíritu santo y se siente reconfortado con la vida misma. Se mete a bañar, piensa en el trabajo, en el jefe o en el profesor de mierda y repite en un estado de arrobamiento la máxima estoica.

¿Qué debe decir cuando llega al Metro a la hora pico y aquella vaina huele a guaralito de mortadela? Nada más que debe invocar la máxima estoica, mira para los lados y la vuelve a repetir. En ese momento, se reconcilia con el mundo y hasta con la familia si es que le queda algún pariente con vida.

Porque en este mundo de dios, no falta un cabrón que quiere joderle la vida a uno. Están en cada esquina como esperándolo a uno. Uno por instinto lo intuye y que dice para sus adentros:

—Me vale verga.

Es una fórmula maravillosa. Es lo que Aristóteles llamó la catarsis. Que no es nada más que esa emoción placentera y liberadora de mandar a comermierda al mundo en su totalidad.

El “Me vale verga” es una enseñanza filosófica y un ejercicio espiritual.

 Que todo ser con dos dedos de frente debe practicar a diario. Para olvidarse de tanta guevoná junta.

Que el gobierno dijo tal vaina, que la vecina, la que camina como una pantera, dijo tal otra. A todo eso hay que responder con la máxima de los estoicos.

Porque no hay otra forma de sobrevivir en esta inmundicia de mundo. Quien no ha entendido esta vaina, lleva una cruz a cuesta y está, cada día, más agarrao a ella que vieja en moto.

 Con este ejercicio espiritual la mujer y el hombre se desprenden de tanta vaina inservible, abandonan el plano del comemierdismo y se adentran en la unión mística con el “Me vale verga”.

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